Llega con paso decidido, consciente de que la gente mira por donde pasa. “Aún me cuesta bajar las escaleras con tacones”, comenta divertido, divertida o divertide, todas las fórmulas le parecen válidas. Aunque desde ciertos sectores de la política se llegue incluso a ridiculizarlo, el lenguaje inclusivo es importante, él mismo lo explica. “La gente necesita referentes”, alega, y él quiere ser uno. Se llama Nayim Temine, es de Gijón y lleva casi cuatro años en Madrid. Llegó a la capital en septiembre de 2017 para estudiar Interpretación en la especialidad de Teatro Musical en la Real Escuela Superior de Arte Dramático. Entonces estaba dispuesto a comerse el mundo. Lo que no sabía es que, aunque su ambición no haya hecho más que aumentar, esa persona que apenas era mayor de edad tiene poco que ver con la de ahora. En un céntrico restaurante conversa con Prensa Ibérica sobre los estereotipos, los vicios adquiridos de la sociedad y sus esperanzas en que las nuevas generaciones cambien el mundo con motivo de la celebración del Día Mundial contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, que se conmemora este 17 de mayo.

“Creo que el mayor problema es la desinformación. La gente no se interesa por lo que le es ajeno, solo intenta comprenderlo cuando le toca de cerca. Y, aún así, a la gente mayor le cuesta. Por eso se nota tanto la diferencia, no hay más que ver a los adolescentes que están ahora en el instituto”, explica. Afirma que esto se explica en gran parte porque el colectivo LGTB avanza más rápido y por eso siempre existe una brecha con el resto de la sociedad. No en vano, hace apenas 31 años, el 17 de mayo de 1990, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerar la homosexualidad como una enfermedad mental. De hecho, en muchos países sigue considerándose un delito, en algunos incluso está condenado con pena de muerte. No hay que irse muy lejos para ver este rechazo, basta con ver cómo está la situación en Polonia, donde el retroceso en los derechos de las personas homosexuales es más que evidente.

Los estereotipos son un lastre contra el que luchan día a día. “Que seas homosexual no quiere decir que seas de una forma u otra. Que seas gay no quiere decir que tengas pluma. Son unos patrones que cortan por completo el desarrollo de la persona”, dice, y asegura que detrás de eso no hay más que comportamientos homófobos y tendencias patriarcales: “Nos han enseñado que cuanto menos se note que eres homosexual, mejor”.

Nayim viste con ropa tradicionalmente asociada a las mujeres unos días y con prendas masculinas otros. “Es un reflejo de mi estado de ánimo, no tiene nada que ver con un disfraz o con llamar la atención. Soy consciente de que me miran por la calle, pero no me importa. Hay mil formas de ser hombre y de ser mujer, tantas como personas hay en el mundo. Es lo mismo que pasa con la sexualidad”, cuenta. También relata cómo ha llegado a este punto gracias a estar en una ciudad multicultural. Confiesa que en Gijón aún le cuesta, pero lo intenta, porque sabe que puede ser un referente para mucha gente. “Que me vean sirve para que sepan que existe, que esta parte de la sociedad existe. Que me digan lo que quieran, así se dan cuenta de que existo”, afirma, aunque también lamenta que le han llegado a decir que por ir vestido de esa forma contribuye a que haya más homofobia. “No quiere que me aceptes, eso implicaría que eres superior a mí. Solo quiero que me entiendas”, reclama. Lo hace siendo consciente de lo cruel que es la sociedad: “Si no cumples los estándares, caes. En los hombres es evidente, pero en las mujeres es más acusado aún”.

Se define como hombre cis, homosexual y con expresión de género no binaria. Y es que es necesario hacer la diferenciación entre identidad de sexo, orientación sexual y expresión de género, aunque en ocasiones sean términos que abruman al que le pillan de nuevas. Dentro de esta última entra, entre otras muchas cosas, la manera de vestir. Tiene un espectro muy amplio. Nayim dice que para conocerse a sí mismo le ayudó tener referentes. Por eso dice que en Madrid es más fácil ser él mismo, porque ve que más gente es como él. En base a esto también reclama que haya más ejemplos en la esfera pública. “Por ejemplo, Pablo Alborán. Todos aplaudimos cuando salió del armario, pero si lo hubiera hecho antes nos habría ayudado tanto…”, reflexiona.

Poco a poco, la sociedad también avanza. “Hasta hace poco si quería probarme alguna prenda que estuviera en la sección de mujer tenía que ir a los probadores de la zona de hombre. Ahora ya no, y es un paso”, dice, aunque insta a que se elimine la distinción entre hombre y mujer en las tiendas de ropa.

La visibilidad en los medios de comunicación también contribuye a ello. Pone de ejemplo la serie ‘Veneno’. “Hay mucha gente que se ha dado cuenta del sufrimiento de las personas trans gracias a esa serie. Creían que es algo que se elige y no es así. Esto ayuda a que las personas desarrollen empatía hacia este colectivo”, cuenta. Y, volviendo a los referentes, que aparezcan en cine o teatro personas trans es un paso más: “A mí mismo me han ofrecido interpretar a una persona trans, pero lo rechacé. Es lo mismo que si para hacer de negro cogen a una persona blanca y le pintan la cara”.