La crisis sanitaria, los procesos de exclusión social, el incesante flujo migratorio... Los frentes abiertos son varios y en todos se requiere de la solidaridad de los voluntarios de Cruz Roja.

Nos hemos acostumbrado a ver sus chalecos rojos «suturando» las heridas de una sociedad que se desangra por varios costados; doblegada por los efectos devastadores de la crisis sanitaria, por los graves problemas de exclusión social que sufren la mayoría de los municipios de Canarias o actuando en primera línea cuando toca auxiliar a los migrantes que logran sobrevivir a interminables jornadas de navegación en un muelle del Archipiélago. La Cruz Roja de hoy continúa siendo una explosión de solidaridad al servicio de una ciudadanía que no para de recibir golpes. Solo hay que ver el calado que ha tenido el Plan Cruz Roja Responde –una estrategia que se desplegó coincidiendo con lo peores picos de contagio por coronavirus– en esta comunidad para comprender la magnitud real de una acción que hasta la fecha ha propiciado la atención directa a 165.481 personas a la que se le proporcionó 1.012.187 respuestas.

Las interioridades del Plan Cruz Roja Responde en Canarias no dejan margen a la duda. Las cifras son transparentes y destilan la fragilidad de un sistema en materia de salud (54.480 personas / 457.547 respuestas); socorros (46.699 personas / 368.169 respuestas); inclusión social (44.958 personas / 133.841 respuestas); medio ambiente (28.181 personas / 36,048 respuestas); educación (7.829 personas / 9.697 respuestas) y empleo (5.688 personas / 6.885 respuestas).

Extrema vulnerabilidad

Al margen de las 165.485 personas a las que se le prestó auxilio desde el inicio de la pandemia en Canarias, Cruz Roja destinó muchos de sus esfuerzos a «solventar» los problemas de 44.648 personas que se encontraban en una situación de extrema necesidad. En este periodo se atendieron 599.178 llamadas de petición de ayuda que básicamente se dividieron en tres grandes grupos: consultas de seguimiento y consejos de salud (150.699), consultas de teleasistencia (127.088) y agendas de seguimiento (321.391). Esto significa que se gestionaron 1.641,58 llamadas diarias.

La actual coyuntura económica no solo ha «desbordado» la agenda de Cruz Roja en Canarias, sino que ha tenido que estimular al tejido económico insular propiciando 27 proyectos relacionados con un Plan de Empleo que movilizó a 3.844 personas, un dato que acabó facilitando 814 inserciones laborales.

De la estrecha relación que Cruz Roja mantiene con los Bancos de Alimentos de las Islas se puede determinar que 238.216 personas se incluyeron en alguna de las acciones de inclusión social, siendo 78.961 los beneficiados directos e indirectos del reparto de alimentos, productos de higiene, medicamentos o prendas de vestir.

Otro de los aspectos que subrayan desde Cruz Roja a la hora de explicar el «hundimiento social» que ha sufrido un porcentaje elevado de la población canaria en el año en el que estalló el coronavirus está conectado con la entrega de unas prestaciones económicas a 16.169 ciudadanos, que tenían dificultades extremas para acceder a productos de primera necesidad (llenar la cesta de la compra), abonar facturas de servicios domésticos (agua, telefonía y luz) o, incluso, que no podían acudir a una farmacia a comprar una medicación.

La hemorragia migratoria

Pero por si los problemas fueran pocos, otro de los focos de actuación más destacados que tuvo que asumir Cruz Roja en 2020 se conectó con la labor que desarrollan sus más de 16.000 voluntarios en los muelles en los que atracan las embarcaciones que rescatan a migrantes en alta mar o sobre la arena de las playas en las que acaban encallando los cayucos. Y es que el año pasado se atendieron a pie de patera a 20.261 africanos que decidieron tomar como referencia canaria de su sueño europeo.

Cruz Roja, pues, celebra su Día Mundial transitando en la encrucijada de que todo lo que se haga es poco para salvar un instante de máxima dificultad. El panorama está más oscuro que nunca, pero si hay algo que siempre ha definido a los voluntarios de la Cruz Rojas es su capacidad solidaria para dar un paso al frente en las peores circunstancias posibles. La situación no es sencilla, pero es evidente que sin estos miles de esfuerzos desinteresados estaríamos hablando, o en nuestro caso escribiendo, de una realidad aún más dura.

María Luisa

6 años como voluntaria

«Mi espíritu solidario se traduce en empatía hacia el otro; disfruto ayudando a los demás»

María Luisa E. D.

María Luisa tiene 64 años y participa en el proyecto Final de Vida y Soledad realizando acompañamientos y atención psicológica a los más mayores. «Resulta muy interesante porque suele pensarse que en la recta final de la vida no hay nada que hacer, cuando sucede lo contrario. Este pensamiento propicia situaciones de soledad». Asimismo, participa en Cruz Roja Te Escucha, un servicio de apoyo y acompañamiento psicosocial donde la gente llama «para analizar su estado psicoemocional o simplemente para ser escuchadas y mantener una conversación». Sus inicios en el mundo del voluntariado se remontan al 2008 y, aunque poco después tendría que abandonarlo, volvió en el 2020 «para retomar lo que había dejado pendiente». Forma parte del equipo de Cruz Roja porque “por mi forma de ser, siempre he tenido un espíritu solidario que se traduce en empatía hacia el otro. Disfruto ayudando a los demás”. 

Cecilia Candelaria 

2 años como voluntaria

«Yo no puedo quedarme sentada sabiendo que puedo ayudar a tantas personas»

Cecilia Candelaria E. D.

Cecilia Candelaria Felipe Marrero sufrió una enfermedad que le provocó una incapacidad. Tras un tiempo prudencial decidió que ya estaba bien de pasar los días sentada y acudió a la sede de la Cruz Roja en La Laguna para formar parte del equipo. “Al ser yo una persona muy activa y habiendo querido ser voluntaria desde pequeña, decidí que había llegado el momento adecuado. No puedo quedarme sentada sabiendo que puedo ayudar a tantas personas, a mí me ha cambiado la vida”. A sus 58 años se encarga de realizar un acompañamiento telefónico a personas mayores, dándoles compañía “en una época tan solitaria”. El año pasado, antes de iniciarse el confinamiento hacían visitas a domicilio, donde los beneficiarios del programa de acompañamiento “preparaban un café, hablaban un poco y eso les alegraba el día”. Además, acude con ellos al médico para que no estén solos durante tantas horas de espera. 

David Herrera

5 meses como voluntario

“Me ha enseñado a ser mejor persona y valorar aquello que solemos dar por hecho”

David Herrera E. D.

David Herrera Magdaleno está terminando el grado en Trabajo Social y las prácticas curriculares le acercaron a la Organización. Con 24 años «esa fue mi primera toma de contacto con el mundo profesional y me sentí como uno más». Tras una enriquecedora experiencia decidió hacerse voluntario «para seguir adquiriendo experiencia laboral y por ayudar a los demás de manera vocacional, algo que me enriquece muchísimo».Empezó en el proyecto de Intervención Social atendiendo a las necesidades básicas, pero no fue hasta que lo destinaron en el Recurso Alojativo Municipal para personas sin hogar que se enamoró de su labor. Conocer tantas historias y trabajar con personas en situación de vulnerabilidad le ha enseñado «a ser mejor persona y valorar lo que muchas veces damos por hecho, algo tan básico como tener comida, un techo, una familia...». Desempeñando estas labores “sé que contribuyo al bienestar social».

María Milagro

Año y medio como voluntaria

“El voluntariado tiene una importancia humanitaria de alto valor”

María Milagro E. D.

Tras haber emigrado desde Venezuela, María Milagro Pérez Pérez consideró que realizar una labor de voluntariado en España «era una buena forma de ocuparme de algo valioso, con una importancia humanitaria de alto valor para acercarme a la gente vulnerable, aquellas que lo están pasando mal”. Si cualquiera tiene la oportunidad, “qué mejor que ayudar a esas personas», comenta. Tras pasar un año y medio como voluntaria en el Plan de Empleo y Cruz Roja Responde frente a la covid-19, además de realizar llamadas de información y seguimiento a los usuarios/as, María tiene claro que a sus 60 años no ha dejado de aprender ni un instante. «La enseñanza principal de esta experiencia es que una de las cosas que más satisface a las personas es dar. Especialmente dar consuelo, ayuda o tranquilidad a quienes están atravesando una etapa de vulnerabilidad en sus vidas. Poder prestarles ayuda me parece maravilloso».