Convertirse en madre por primera vez acarrea dudas e incertidumbres, pero sobre ello pesan el amor desinteresado y la ilusión que supone cuidar de un hijo. Jessica Pérez, Margarita Barrera, Sara Expósito y Susana Hodgson exponen los sentimientos y temores suscitados a lo largo de sus respectivos embarazos.

En lo que a maternidad respecta no existen reglas escritas. Estas cuatro mujeres, cuyas experiencias distan entre sí, tienen en común las emociones y miedos suscitados al convertirse en madres por primera vez. Con más o menos dificultades, expectativas altas o prescindiendo de las mismas, Jessica Pérez Pérez, Margarita Barrera Manzaneque, Sara Expósito Chávez y Susana Hodgson Marote relatan de qué manera están viviendo el momento más feliz de sus vidas.

Jessica Pérez Pérez tiene treinta y nueve años y siempre tuvo claro que quería ser madre, aunque los actuales ritmos de vida le hayan forzado a retrasar este deseo. Ahora mismo se encuentra en su séptimo mes de embarazo y es plenamente consciente de que la maternidad cambiará su vida, pues precisa que «ha sido una decisión tomada desde la madurez».

En lo que respecta a las circunstancias actuales, cuando una pandemia mundial ha reconfigurado todas las dimensiones de la vida, Jessica admite que «a los miedos típicos se agregan otros. Eres grupo de riesgo y te cuidas muchísimo más, porque ahora piensas también en la criatura y no solo en ti». Aún cuando todo resulta incierto y el día a día se llena de incógnitas, Jessica se sabe afortunada al compararse con aquellas mujeres que tuvieron que realizar la preparación al parto en pleno confinamiento, donde las consultas médicas eran en solitario.

Esta madre primeriza no se ha dejado embaucar por los mensajes positivistas que idealizan la labor parental. «Yo quiero realizar una maternidad muy consciente, no ese mito idílico donde todo es maravilloso, porque no es real. De esta manera todo saldrá más rodado, ser madre es algo muy bonito pero también muy duro».

Precisamente un aspecto que no suele gozar de amplia visibilidad es la imposibilidad para quedarse embarazada y Margarita Barrera Manzaneque, de treinta y siete años, es una de tantas mujeres cuyo recorrido hacia la maternidad no comenzó al quedarse en cinta, sino siete años antes. Después de dos intentándolo por medios naturales, Margarita estuvo cinco años sometida a un tratamiento de fertilidad.

Hace casi ocho meses que sucedió su milagro, y explica que «el proceso ha sido muy duro, porque conlleva un desgaste importante a nivel emocional, además de económico, pero tiene su recompensa». Admite haber creído que su momento nunca llegaría , y quizás eso influya en su visión del rol de madre, «hay gente que dice que la maternidad está sobrevalorada, pero yo lo veo todo muy idealizado, la verdad. Mis expectativas son todas buenas y bonitas», bromea.

Su enorme deseo de convertirse en madre y tener su bebé en brazos no le ha privado de aprovechar cada momento al máximo. «Me encanta verme y quiero vivirlo todo a su tiempo, estrujar al máximo este momento», alega emocionada.

Por su parte, para Sara Expósito Chávez el embarazo ha sido como un viaje temporal en cuanto a transformación personal. El aislamiento que proporciona la Covid le ha servido para hacer introspección, «estoy muy tranquila porque he tenido tiempo para conectar conmigo misma y el bebé, pero a su vez se echa en falta el contacto con la familia y los amigos», se lamenta.

En lo que respecta al futuro próximo, pues esta madre primeriza está cerca de su noveno mes, confiesa que, «aunque quiero disfrutar de los últimos momentos de mi barriguita y sentirla conmigo, también te preguntas constantemente ¿vendrá hoy? o ¿cómo será ella?».

A sus treinta, tiene asumido que «sentiré una felicidad que no conozco y que aún no puedo definir de lo grande que será», aunque prefiere no acogerse a ideas preconcebidas de la maternidad al poner siempre el listón alto. De la misma manera contempla su parto, pues «a pesar de que en el Hospital habrá que seguir un protocolo Covid estricto y algo estresante, yo ahora estoy muy tranquila».

Si bien es cierto que ellas, consideradas personas de riesgo, no pueden bajar la guardia para evitar contagios y complicaciones, existen ciertas ventajas de las que han podido sacar provecho.

Susana Hodgson Marote está adentrándose en su sexto mes de embarazo, y alega de qué manera «para nosotros que el embarazo haya coincidido con la pandemia ha sido una alegría y oportunidad en muchos sentidos, porque vivíamos en Madrid y nos ha permitido teletrabajar desde Tenerife, donde están nuestras familias».

Otro aspecto a destacar es que «si lo piensas, es el mejor momento para quedarte embarazada porque no te estás perdiendo conciertos, fiestas o viajes. Te permite disfrutar más en casa al saber que todos llevamos una vida mucho más tranquila», bromea.

Antes de convertirse en madre, Susana , de treinta y ocho años, tiene claro que también es trabajadora por lo que «a nivel profesional tengo incertidumbre sobre si se podrán compatibilizar la vida laboral y maternal, pero a eso sobreviven todas». Es por ello que decidió que priorizaría su deseo de formar una familia, «hacer crecer el núcleo familiar es algo muy poderoso, te crea un nuevo futuro por delante. Especialmente ahora que encontrar pareja es más difícil, donde muchas mujeres no quieren ser madres, con todo el respeto, y que las condiciones económicas lo complican».

Aunque le benefició el coronavirus para acercarse a los suyos, le preocupa que «va a salir una generación de niños con muy poca socialización» como consecuencia del distanciamiento social, pero mantiene que «esperamos que la pandemia quede como algo anecdótico en la crianza y el desarrollo».

Estas cuatro madres primerizas reflejan distintas realidades cuyo nexo de unión es un ferviente amor por la criatura que portan y la seguridad de que, si no lo es ya, se convertirá en lo mejor que les ha pasado en la vida.