Hace años que se instaló en el debate político y social la necesidad de diversificar la economía de Canarias. Un discurso que ha tomado fuerza el último año por los estragos que la pandemia ha generado en la economía canaria en su conjunto, golpeada por las cifras de desempleo y la caída del gasto turístico. La región necesita más que nunca un plan de choque para recuperarse, y esa urgencia se refleja cada vez más en los discursos de los diferentes actores sociales, políticos y económicos, que piden aunar esfuerzos para revertir el impacto económico. Reclaman estrategias enfocadas en recuperar los sectores más afectados, pero también en potenciar otros nichos económicos que limiten la dependencia del turismo y contribuyan a transformar el modelo económico y social en Canarias.

Es en esta segunda vía de trabajo donde se están percibiendo datos más positivos, como el aumento del número de empresas que buscan asentarse en la región y que proceden de sectores estratégicos tan interesantes como las nuevas industrias tecnológicas, cuya capacidad de generar riqueza tiene la ventaja de no depender de su localización geográfica. La fuerza de estos proyectos reside en su capacidad para generar nuevas economías, especialmente en sectores relacionados con la innovación y la digitalización. Pero sobre todo en su capacidad para crear empleo, y que contribuiría a aliviar una cifra de parados que en marzo superaba los 280.000 en la región, según los últimos datos de los servicios públicos de empleo.

Precisamente, desde el Gobierno de Canarias se anunciaba estos días la línea estratégica para invertir los fondos europeos de reconstrucción que llegarán al Archipiélago. Un respiro que permitirá modernizar la economía haciendo cosas distintas. En palabras del viceconsejero de Presidencia de Canarias, Antonio Olivera, los fondos servirán para “desarrollar actividades más competitivas y empleo que nos permita crear mayor valor añadido”. Y señalaba, entre otros proyectos vinculados a la educación, la apuesta por la formación digital, con el compromiso institucional de hacerla accesible a todo tipo de alumno sin importar su condición económica.

No iba desencaminado al señalar la formación digital como uno de los sectores con mayor proyección de futuro. La llamada tecnología educativa (EdTech) ha adquirido gran protagonismo en el último año, cuando la pandemia obligó a los centros educativos a trasladar la docencia al mundo digital. En la mayoría de los casos, hubo que improvisar en un entorno digital aún en pañales, con un esfuerzo titánico y unos resultados mejorables. Pero la lectura no debe ser negativa. Si de algo ha servido el experimento es para evidenciar una realidad. La digitalización educativa lleva años relegada de entre las prioridades de desarrollo en nuestro país, pese a los esfuerzos de Europa por transmitir la importancia de su impulso; y los tímidos pasos dados no han conseguido frenar la brecha digital, cuyo impacto real se ha puesto en evidencia durante 2020. Ya no cabe duda sobre la urgente necesidad de un plan de acción, un itinerario que permita implementar de una vez por todas la transformación digital en un sector clave como es la formación.

El mercado de las EdTech

En el resto de economías desarrolladas, los modelos educativos ya llevan tiempo evolucionando hacia el EdTech (Educational Technology), que no es otra cosa sino aprovechar los avances tecnológicos para enriquecer los modelos de aprendizaje, lo que ayudaría a superar por fin la brecha digital que la crisis del coronavirus no ha hecho sino evidenciar.

El potencial de este mercado es enorme. Apenas el 2% de la educación global está digitalizada, y el gasto en EdTech no supera el 2,5% de los casi seis billones de dólares del mercado educativo. La tendencia es un crecimiento exponencial de la inversión. Si en 2019 el tamaño del mercado mundial ya superaba los 160.000 millones de dólares, las últimas previsiones de la financiera Citigroup cifran en más del doble, 360.000 millones de dólares, el gasto potencial en el mercado EdTech para 2025, con una tasa promedio de crecimiento del 17% anual.

En ese mismo informe, se llega a estimar en hasta 2,7 billones de dólares el potencial de crecimiento para 2030, con el avance de un modelo híbrido de aprendizaje que combine la enseñanza presencial y online. Este último dato, basado en las perspectivas de inversión, no deja de ser una estimación que deberá ir ajustándose con la propia evolución del mercado, pero sirve para evidenciar las extraordinarias posibilidades de un sector que no deja de marcar récords desde 2018, cuando la inversión en el sector alcanzó los 8.200 millones de dólares frente a los 1.400 invertidos en 2014, según el informe de Barclays sobre un sector que, según se auguraba ya entonces, será el futuro de la educación.

El sector EdTech en España

El mercado internacional tiene mucho recorrido, pero el margen es mayor aún en países como España, donde el sector de las EdTech sigue siendo un mercado inmaduro, con apenas algún ejemplo destacado. Es el caso del grupo educativo TECH Universidad Tecnológica, la mayor ‘edtech’ española en la actualidad y un referente a nivel internacional del sector en habla hispana. Considerada por Financial Times entre las 200 compañías de mayor crecimiento en Europa en los años 2017 y 2018, es además la tecnológica creada en España con mayor valoración de los últimos 15 años, según los tres mayores bancos de inversión norteamericanos: 2.000 millones de euros.

La compañía comenzó su actividad operando fundamentalmente en Latinoamérica, estableciendo en México su universidad principal, aunque actualmente opera en los 23 países de habla hispana. A Canarias llegó en 2018 con dos objetivos claros: ubicar en España la sede central del grupo empresarial, e implantarse aquí como universidad privada.

Su impacto económico en Canarias supondrá el mayor proyecto de creación de puestos de trabajo en décadas. Emplea ya a más de 200 personas en las islas, pero el compromiso con la región es la creación de 1.800 empleos de aquí a 2026 y una inversión de entre 20 y 40 millones de euros anuales, siempre y cuando culmine con éxito su solicitud de reconocimiento como Universidad privada en Canarias, un proceso que depende de voluntad del gobierno regional y por el que la compañía lleva esperando desde 2017. Una vez superado el trámite burocrático, la creación de la Universidad traerá consigo la necesidad de incorporar a la plantilla a un gran número de profesionales de áreas muy diversas, contribuyendo a la creación de empleo que además será de alta cualificación.

Apuesta por la educación

Pero no solo se trata del mayor proyecto de creación de empleo ajeno al sector turístico, sino que tiene la capacidad de situar a la región a la vanguardia en el sector estratégico de las EdTech, con capacidad real de transformar el tejido empresarial en Canarias. Las iniciativas empresariales capaces de aplicar la innovación tecnológica a un sector clave de la sociedad, como lo es la educación, se convierten en la llave para la transformación del modelo económico y social de Canarias, que sin duda irá de la mano de una transformación digital.

Y aquí viene la pregunta del millón, ¿hay recorrido para la entrada de más Universidades en Canarias? Si hablamos de una universidad que ofrece formación online, que opera a nivel internacional y el 70% de su alumnado está en Latinoamérica, la pregunta se responde sola, porque la viabilidad del proyecto no depende de su visión en clave local. Véase el ejemplo de Singapur, que tiene el tamaño de Lanzarote, con menos de seis millones de habitantes, y alberga cerca de 70 universidades. El tamaño de su economía es cinco veces mayor que la de Canarias, aunque antes de convertirse en uno de los países más ricos del mundo fue una isla pobre en recursos. La clave de este ‘milagro’ económico reside en las medidas que implementó para impulsar su desarrollo, entre ellas su apuesta por construir un excelente sistema educacional. Singapur tuvo claro que es la formación la que tiene la capacidad de producir talento, la verdadera riqueza de los países.