El avance de la desertificación es uno de los retos más importantes al que se enfrenta la gestión forestal del Archipiélago. Los cambios inducidos por el calentamiento global amenazan con convertir en pequeños desiertos el 70% de la superficie de las Islas, pudiendo llegar al 100% en casos como el de Fuerteventura. La conservación de los suelos tiene relación directa con el estado de la masa forestal canaria que, aunque en los últimos años ha aumentado, en ocasiones adolece de una gestión e inversiones que le permita adaptarse a los fenómenos adversos que, en el futuro, podrían convertirlos en algo muy diferente.

Estamos a tiempo, no obstante, de tomar medidas para paliar la desertificación del Archipiélago antes de que sea demasiado tarde. Así lo han puesto de relieve un grupo de investigadores y técnicos forestales, que han presentado recientemente un libro dedicado a los retos de la ingeniería forestal en Canarias. El libro, Retos de la Gestión Forestal y Ambiental en las Islas Canarias en el Siglo XXI, está coordinado por el ingeniero de montes y profesor de la Universidad de La Laguna, Juan Carlos Santamarta y el ingeniero de montes, Jorge Naranjo. “El bosque de Canarias es nuestro seguro contra el cambio climático”, asegura Santamarta, que señala que por esto es necesario protegerlos, gestionarlos de manera sostenible y recuperar la facilidad de realizar aprovechamientos tradicionales del monte –una actividad ahora hundida entre decenas de trámites burocráticos–.

Algo que, por otro lado, también contribuiría a luchar contra el despoblamiento rural y compensar el modelo urbano dependiente del sector servicios. Y es que una frondosa superficie arbolada es capaz, entre otras cosas, de reducir la temperatura del suelo y dar sombra, purificar el aire que tantas veces se ve afectado por las intrusiones de calima, modificar el porcentaje de radiación captado en la superficie (albedo), mitigar el efecto de las lluvias torrenciales y actuar como sumidero del dióxido de carbono que tanto daño está causando al planeta.

En Canarias, “cada vez hay más masa forestal que ha sustituido los cultivos agrícolas abandonados”, indica Santamarta, que sin embargo advierte que no se han repartido de manera equitativa, y por ello, “se requiere más gestión forestal e inversiones”. Por esta razón, “no basta con plantar árboles, es necesario que todo el ecosistema vuelva a funcionar”. Y asevera que “a veces es necesario hacer tratamientos silvícolas, como cortar árboles para dejar espacio a otros más productivos y así evitar la pérdida de biodiversidad”.

En este sentido, distingue entre los árboles que forman parte de las especies endémicas de las Islas, que son precursores de ecosistemas únicos y el hábitat de infinidad de especies, de aquellos que han sido introducidas, de una u otra forma, en las Islas. “En algunos barrancos hemos comprobado que los bosques de galería formados por las saucedas canarias (Salix canariensis) que dependen de las aguas subterráneas, han desaparecido y han sido sustituidas por otras especies introducidas como la mimbrera, perdiendo así ecosistemas únicos, que son muy difíciles de recuperar”. Canarias goza cada vez de menos suelo fértil. Uno de los motivos es el régimen torrencial de lluvias –muy común en Canarias y más habitual cada vez como consecuencia del cambio climático– provoca “erosión hídrica del suelo”, indica el experto, que afirma que “esto es más común en suelos sin vegetación”.

Pero la cubierta vegetal de Canarias está amenazada por varios frentes. Los grandes bosques tienen un enemigo principal: el fuego. Los feroces incendios serán cada vez más comunes a medida que se eleven las temperaturas. “Tras los incendios el suelo se vuelve más impermeable lo que conduce a una pérdida de su funcionalidad y biodiversidad”, señala el experto. Esa misma característica del suelo es la que también provoca que la lluvia no se infiltre en el suelo provocando una doble consecuencia: no se recargan los acuíferos y corren los barrancos causando graves daños a su paso. Además, tras un incendio es común que se asienten en el terreno plantas pirofíticas, que arden con mucha facilidad. Los ingenieros también ven oportuno potenciar los sistemas agroforestales por loss beneficios que aportan a la prevención de incendios forestales, mejora de las condiciones de vida de las zonas rurales y a la lucha contra la desertificación. Para ello, culminan los autores, “hace falta un sector público dinámico, con capacidad de innovación e inversión”. Un diseño de políticas forestales que debe enfocarse a favorecer un modelo socioeconómico “que pueda dinamizar nuestro territorio.