Las cabras asilvestradas constituyen en la actualidad la principal amenaza de los espacios naturales protegidos de Canarias, junto con las ovejas, arruís y muflones. Así lo denuncia el profesor de la ULPGC Pedro Sosa, que clasifica a estos animales como “auténticos terminators” de los bosques con mayor porcentaje de endemismos del Archipiélago. El investigador del Instituto de Estudios Ambientales y Recursos Naturales (Iunat), analiza en un artículo la vulnerabilidad de los ecosistemas isleños y la necesidad urgente de su preservación con actuaciones “precisas y valientes”, como las batidas.

“Las especies asilvestradas, es decir, las especies exóticas, ajenas al ecosistema, están generando la ruptura del equilibrio natural de los bosques silvestres de Canarias. Hoy día, la amenaza con mayúsculas sobre estos bosques son los herbívoros introducidos, un regimiento de genuinos tractores de cuatro patas: cabras, ovejas, arruís y muflones”. Así lo denuncia Pedro Sosa, catedrático de Botánica de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), e investigador del Instituto Universitario de Estudios Ambientales y Recursos Naturales (Iunat), en el artículo titulado La ‘guerrilla’ de animales asilvestrados que amenaza los bosques canarios, publicado en la plataforma de divulgación científica The Conversation.

“No hablamos de ovejas ni de cabras que están bajo el control ganadero, sino de animales que no tienen dueño, que los han soltado en un momento determinado en el campo, y que hay que eliminarlos si o si de esos espacios naturales. Es difícil tener un censo exacto de cuantos animales sueltos hay en los espacios naturales protegidos, pero el destrozo es impresionante se comen todo lo verde y los brotes que se encuentran por delante”, indicó el también presidente de la Asociación para la Conservación de la Biodiversidad Canaria.

Endemismos

Sosa advierte que la mayoría de los bosques silvestres de Canarias se caracterizan por ser endémicos, exclusivos, distribuidos de manera natural solamente en el archipiélago canario. Entre ellos, destaca los pinares canarios, que suponen el 60 % de la masa forestal de las islas; la laurisilva o selva de laureles, que constituye “el bosque más complejo y con mayor porcentaje de endemismos de Canarias, verdadero artífice para que el Archipiélago no sea un desierto árido y agreste”; así como los palmerales, formados por la palmera canaria, “que son los únicos palmerales silvestres de toda la Unión Europea junto con los de Creta”, indicó.

Todo este patrimonio natural peligra ante las poblaciones de animales asilvestrados, fundamentalmente cabras -se estima que hay unas 3.150, la mayoría en Gran Canaria, Tenerife, La Gomera y Fuerteventura-; ovejas -con 2.400 en La Gomera y 250 en Tenerife-, arruís –unos 1.000 en La Palma y 1.000 en Tenerife–, y muflones -1.000 en Tenerife y 120 en La Palma-. “Sin control alguno, sin propietarios y con poblaciones estables (asilvestrados), estos animales suponen auténticos terminators en los espacios naturales protegidos de las islas. A estos se une el conejo, un elemento silencioso que ataca donde más duele, en las fases juveniles, impidiendo la regeneración de la flora”, subrayó el catedrático.

Además de comer todo lo verde que encuentran a su paso, el profesor Sosa señala que dicha fauna son la principal causa de erosión de estas reservas naturales por sus continuos movimientos. “Se meten en riscos y en zonas que pueden ser peligrosas incluso para personas que practican el senderismo, por ejemplo, porque provocan desprendimientos. Son animales totalmente descontrolados y que están haciendo un destrozo más que demostrado en los espacios naturales protegido”.

El investigador del Iunat señala que la única solución para proteger las reservas naturales es la eliminación a través de batidas de estos animales asilvestrados, una solución que los expertos llevan años aconsejando, y que siempre se topa con el rechazo de grupos ecologistas. “El principal problema es que no hay conciencia del daño que está haciendo al patrimonio natural estos animales asilvestrados. Si llega a ser el Museo del Prado el que está en peligro y lo que hay dentro son un manojo de cabras, entra hasta la Guardia Civil para eliminarlas, y eso es por lo que nosotros abogamos, por eliminar a esos animales por completo de nuestro patrimonio natural protegido. Ahí es donde viene el problema, unos decimos que la única forma eficaz es a base de batidas, o combinadas con apañadas, pero sabemos que las apañadas en esos riscos no funcionan, y las que se hacen con perros se transforma en una cacería con perros”, subrayó.

El catedrático de Botánica insiste en que el problema requiere de medidas urgentes y como ejemplo de que está más que demostrado el perjuicio a la biodiversidad de estos animales, señala que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha incluido a las cabras asilvestradas entre las 100 especies invasoras más dañinas del mundo: destruyen la vegetación, alteran su estructura, causan extinciones masivas de especies vegetales y, de forma secundaria, afecta a la fauna que depende de ellas. “Somos conscientes de que la solución no es fácil, pero la población debe saber lo que realmente está sucediendo y que el problema va más allá de ese manojo de cabras, de esa guerrilla que está destrozándolo todo. Eliminarlas de los espacios naturales protegidos es una gran necesidad porque nos estamos quedando sin flora y sin fauna también porque afecta a su vez a animales de la zona. ¿A quién y dónde ponemos la importancia, en estas cabras o en nuestras reservas naturales?”, plantea

El profesor Sosa reitera que las “apañadas no funcionan” y que la solución está en su eliminación a través de las batidas, seguido de un plan de seguimiento para controlar que el problema no vuelva a aparecer. “La conservación y restauración de la vida silvestre de nuestros ecosistemas debe ejecutarse desde las administraciones públicas. Más que nunca deben establecerse soluciones y formas de proceder contundentes, precisas y valientes, basadas siempre y escrupulosamente en el conocimiento científico y en la investigación, y retroalimentarse con una intensa formación y educación ambiental y rural que hemos perdido”, concluye.