Para las investigadoras del Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA) la desigualdad o el techo de cristal son conceptos de otra época. Cuando los órganos de dirección de los principales centros de investigación de toda España adolecen una representación equitativa entre hombres y mujeres, el ICIA muestra ya lo que podría ser el futuro de la investigación en España. La dirección, la comisión científica y los órganos asesores de este centro tienen mayoritariamente rostro de mujer. La igualdad está tan implantada que a sus investigadoras les cuesta creer que su situación sea una excepción. Así, sin que ellas sean conscientes, han abierto pequeña ventana al futuro de la ciencia donde la mujer adquiere la relevancia que durante tantas décadas se le ha hurtado.

Mientras en el resto de España, según el último informe La mujer en la ciencia 2021 del Ministerio de Ciencia, la dirección de los de los institutos de investigación de las universidades (504 institutos en total), está en manos de un 23% de mujeres y la media de mujeres en las etapas más avanzadas de la carrera investigadora apenas roza el 26%, en el ICIA el 60% de los altos cargos de investigación están copados por mujeres. Además, la situación tiene visos de perpetuarse, pues aunque la plantilla de investigadores está equilibrada, los nuevos contratos se están realizando especialmente en mujeres. “Somos luchadoras natas”, resume Gloria Lobo, coordinadora de programas del ICIA, cuyas palabras son ratificadas por Mónica González, colaboradora científica, que señala que “las barreras se han roto, las egresados en la universidad son mayoritariamente mujeres con calificaciones muy altas”.

En las instalaciones del centro se realiza un trabajo multidisciplinar, que va desde el control de plagas hasta hallar un alimento nutritivo para que el ganado bobino produzca el queso más sabroso posible. Todo ello, tratando de adaptarse a los nuevos tiempos, siguiendo las propuestas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y a buscando soluciones a los retos del cambio climático. Contribuyen a esa investigación no solo los 18 científicos funcionarios, sino también otros 7 investigadores que forman parte de los contratados laborales y 4 científicos predoctorales. En ambas categorías, las mujeres suponen entre un 75% y un 86% del total.

Los avances en igualdad son significativos en este centro, quizás por ello, cuando el instituto vivió una época de jubilaciones masivas de sus cargos directivos, las mujeres ya se habían hecho un hueco suficientemente importante como para destacar y romper el techo de cristal. Las más veteranas recuerdan los sacrificios que han tenido que realizar durante su vida laboral para haber llegado hasta allí. “En el año 2000 fuí a un congreso sobre plátano en Ecuador donde, de más de 600 participantes, solo había 12 mujeres”, recuerda María del Carmen Jaizme, directora científica del ICIA, que afirma que fueron tres de ellas las que dieron “lecciones magistrales” a aquella audiencia. “Éramos pocas, pero destacábamos”, asegura. En 1980, cuando ella, María del Carmen Jaizme y Pilar Méndez accedieron al centro, “la dominancia era de los hombres”. De hecho, estas investigadoras consideran que “para llegar a un puesto importante”, tuvieron que renunciar a algo en su vida. “Me costó más que a cualquier hombre”, insiste Jaizme.

Esa autoexigencia es la que, según las responsables del centro, ha conseguido que la mujer haya ganado espacio en un sector considerado tan masculinizado como lo es el campo. De hecho afirman que la mujer siempre ha tenido una especial relevancia en el sector. “La mujer siempre ha estado muy asociada al sector primario y al cuidado de culivos y ganado”, insiste Lobo. “Hubo una época que supuso una explosión de sacrificio de las mujeres que nos ha llevado hasta aquí”, señala la investigadora que, no obstante, advierte: “no creo que las nuevas generaciones deban ser tan sacrificadas; la filosofía debe cambiar”.

Porque las científicas perciben en las generaciones más jóvenes que esa autoimposición puede tener una cara menos amable. Las investigadoras ponen el ejemplo del momento de presentarse a una oferta de empleo. “Las chicas miran punto por punto los requisitos del trabajo y si no cumplen uno, no presentan el curriculum, los hombres no lo piensan tanto”, señala Pilar Méndez, investigadora principal del ICIA. Y ellas saben bien que eso puede llegar a ser extensible a otros aspectos de la vida. “Parece que siempre tienes que demostrar mucho más respecto al cuidado de tus hijos, porque si no parece que lo estás abandonando”, afirma Gloria Lobo, que asegura que ese sentimiento de culpa es el que en muchas ocasiones mueve a las investigadoras “para encontrar tiempo”.

Por esta razón las mujeres que dirigen el centro consideran que aún hay mucho por hacer. Estrella Hernández, por ejemplo, que también pone el foco en el sacrificio de las mujeres, insiste que el siguiente paso es lograr que las mujeres “dejen atrás la concepción de que somos menos que los hombres o que nos tenemos que esforzar más por nuestro género”. “No deben cargar con eso –prosigue –, nuestra generación ha sido la bisagra y ahora es el momento de cerrar ese capítulo del pasado”.

Investigación puntera

Al igual que en igualdad, el gran centro de investigación, ubicado en una de las laderas de Valle Gran Rey y dependiente de la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias, se ha consolidado como un instituto pionero en una gran cantidad de materias científicas. Desde su nacimiento, como parte del Insituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimientaria (INIA), hasta su paso como dirección general del Gobierno de Canarias y, ahora, que emerge como un centro independiente, su máxima siempre ha sido “investigar y trabajar en condiciones de realidad”, como explica María del Carmen Jaizme, que remarca que a día de hoy es esa característica lo que le ha dado fortaleza al centro de cara al sector. “Nuestra investigación es aplicada”, recuerda por su parte Estrella Hernández, encargada de la organización de proyectos cuyo objetivo sea la gestión de las plagas. En estos momentos, por ejemplo, uno de los grupos de investigación se encuentra investigando cómo poner coto a las plagas que dañan los cultivos de manera natural, introduciendo una especie autóctona que permita acabar con ellas. La de la protección vegetal es una de las tres líneas de investigación predominantes en el centro. La producción vegetal es también una de las más importantes en el centro.

Plátanos, aguacates y mangos destacan entre las producciones que más destacan este centro. Entre las líneas de investigación más relevantes y que se están acometiendo en estos momentos se busca reducir el agua de riego que necesitan estos cultivos –especialmente de cara a las futuras sequías provocadas por el cambio climático– o encontrar las variedades más resistentes a la salinidad. Incluso, “se estudia que las variedades lleguen al consumidor en buenas condiciones”, señala Gloria Lobo, responsable del departamento. El ICIA también ha logrado posicionarse de forma importante en lo que se refiere a las ciencia del pasto, forraje y ganadería, en la que realizan todo tipo de investigaciones para mejorar el estado de sus animales ganaderos (cabras y pollos, eminentemente) y mejorar los productos que se extraen de ellos. “Estamos trabajando en un forraje endémico que mejore la salud y la producción de los animales”, señala Pilar Méndez, responsable de este departamento del instituto, que adelanta que, se están utilizando, por ejemplo, tajinastes porque contienen omega 3”. “Estamos investigando cómo puede repercutir ese nutriente en los quesos y las carnes que extraemos”, señala. No en vano, el mimo que ponen estos investigadores en los productos les ha llevado a lograr dos denominaciones de origen propias de sus quesos. Hacer ciencia, que es el principal objetivo de este centro, también está en manos de las mujeres. De la veintena de proyectos de investigación en los que están trabajando actualmente la plantilla, el 78% están liderados por mujeres, lo que denota el ímpetu y la vocación que tienen para poder sacar adelante proyectos de investigación, con lo que ello conlleva: horas y una infinita burocracia.

El instituto se ha adelantado a su tiempo y se ha conformado como un oasis en la ladera de Valle Gran Rey que muchos otros centros de investigación envidian desde la distancia. Porque el Instituto Canario de Investigaciones Agrarias ha dado un paso valiente hacia el futuro, sin que nadie se lo pidiera, dejando paso a las mujeres de forma natural. No por el hecho de serlo, ni por cuota, sino porque por su trabajo, esfuerzo y dedicación, siempre lo habían merecido.