Durante los primeros años, los niños aprenden mejor mediante la imitación inconsciente de actividades prácticas. Eso es al menos lo que sostiene la teoría pedagógica Waldorf, un sistema educativo originado en las concepciones del fundador de la antroposofía, el educador Rudolf Steiner. Esta práctica cuenta con un espacio en Tenerife, donde el centro de Educación Infantil Finca El Moral anima a los más pequeños a aprender jugando. 

Existen tantas maneras diferentes de aprender como perfiles únicos tienen los niños que acuden al colegio. La pedagogía Waldorf es uno de esos sistemas educativos que precisamente constituye uno de los movimientos escolares independientes más grandes a nivel internacional. Y cuenta con su representación en Tenerife a través del centro de Educación Infantil Finca El Moral, en Santa Cruz de Tenerife. Siete trabajadoras se encargan de los pequeños que acuden a esta escuelita que durante años funcionó en Geneto, en La Laguna, y que desde 2010 acerca a los menores a la naturaleza en su finca santacrucera de Santa María del Mar.

Esta escuela continúa funcionando a pesar de la pandemia puesto que los grupos siempre han sido reducidos en este centro, en el que los padres están totalmente involucrados con la educación de sus hijos. Cathaisa Padrón es la joven directora de esta escuelita que ofrece una atención individualizada a los alumnos que llegan desde todas las partes de la Isla buscando las características de esta pedagogía única en Tenerife.

“Tiempo para jugar”. Eso es exactamente lo que regala este sistema a los niños. Así, los espacios de ocio se combinan con “elementos naturales, verdaderos y bellos”, explica Padrón quien añade que en esta escuelita “los alumnos mayores acompañan a los más pequeños en su aprendizaje”, aunque en los últimos tiempos se han tenido que establecer grupos estables de convivencia para garantizar la seguridad sanitaria de la comunidad.

Precisamente la acción de los padres también se ha visto algo afectada por la actual situación. Las familias cuentan con un papel muy activo en este centro, en el que no es extraño que se organicen talleres y que ellos mismos fabriquen los juguetes con los que luego pueden entretenerse sus pequeños durante las jornadas lectivas. Así, los columpios o las sillas que se pueden ver en las diferentes estancias del centro están fabricadas por las manos artesanales de todos estos padres tinerfeños.

Este centro de Educación Waldorf coexiste en Tenerife con otro en el Valle de Güímar y el segundo ciclo es, además, concertado por la Consejería de Educación. Esta pedagogía fue creada a principios del siglo XX por el filósofo humanista Rudolf Steiner y su movimiento pedagógico actualmente está extendido por todo el mundo y cuenta con el reconocimiento de la Unesco. El centro de Educación Infantil Finca El Moral recibe a menores de entre 1 y 6 años que pueden crecer en un ambiente seguro en el que destacan los juegos y el contacto con la naturaleza. Este sistema cuida además la etapa evolutiva de cada niño con ratios reducidas. Sus inicios se remontan al año 1989, siendo pionero en Canarias como jardín de infancia Waldorf.

Esta pedagogía prima la adquisición de habilidades y conocimiento, que debe estar en función de la evolución de los niños y no al contrario. En estos primeros años de vida, el sistema Waldorf se centra en el juego imaginativo y creativo que constituye el fundamento para la aparición posterior del pensamiento abstracto y de facultades racionales más complejas que han de abordarse en etapas posteriores de la educación. Cathaisa Padrón lo simplifica: “En estos primeros años jugar parece ser la actividad más seria que se puede realizar”.

En la Finca El Moral los sentidos de los más pequeños se nutren a través de una vida sana, de un ambiente hogareño y natural donde se fomenta el desarrollo integral del niño. De este modo, en las clases, entre suelos de madera y olor a pan, los pequeños alumnos juegan e imaginan con este sistema educativo alternativo al convencional. De este modo, no emplean libros ni fichas para el aprendizaje puesto que los menores adquieren conocimientos jugando y experimentando. Para ello, la escuela trabaja con productos completamente naturales, en un entorno rural y rodeado de naturaleza.

Las maestras de este jardín de infancia se encargan de adaptar las actividades prácticas de la vida cotidiana para que los pequeños puedan imitarlas a través de diferentes juegos por lo que el niño se desarrolla respetando sus propios ritmos individuales. Con todo ello, las maestras pretenden que los alumnos vayan desarrollando sus potencialidades hasta alcanzar la madurez escolar necesaria para el conocimiento intelectual que le tocará adquirir posteriormente. “Se trata de dejarles crecer y desarrollarse proporcionando el ambiente adecuado para ello”, resume Padrón.