Trabajar en algunos de los lugares más complicados del mundo genera perspectiva, enseña a mirar más allá de lo que tenemos enfrente, también en medio de una pandemia. Y esto aunque el puesto exija una alta dosis de diplomacia, como en el caso del suizo Peter Maurer, presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), una organización que hoy debe hacer frente a crisis humanitarias más desatendidas que nunca por la emergencia sanitaria, como confiesa en esta entrevista. Peter Maurer (Suiza, 1956) defiende la urgencia de poner el sector sanitario en el centro de la agenda humanitaria. 

Las vacunas no llegarán a todas las zonas del mundo en 2021, y quizá tampoco en los años siguientes. ¿Cómo piensa actuar la Cruz Roja?

Habrá visto que públicamente hemos defendido que las vacunas contra la SARS-CoV-2 deberían ser para todos. La distribución de las vacunas que están llegando al mercado es una especie de carrera que pone un signo de interrogación sobre el compromiso que han expresado los gobiernos a propósito de una distribución equitativa. Sin embargo, tenemos que reconocer que muchos de los países particularmente ansiosos por recibir estas vacunas también son los que han sido más afectados por la pandemia. No deberíamos perder la esperanza.

¿No es muy optimista?

No digo que el problema no exista, y seguiremos trabajando muy duro para dirigir estas vacunas hacia los contextos más frágiles, pero, cuando pregunto a algunos de los actores de África sobre ello me dicen que esa vacuna no es su máxima prioridad.

¿Perdón?

Tenemos que asegurarnos de que se mantenga el flujo de otras vacunas hacia esas áreas. La poliomielitis, la malaria y la tuberculosis, también son un problema.

¿Quiere decir que hay países que tienen dificultades para abastecerse de otras vacunas que necesitan, a causa del Covid-19?

Sí. Es algo sobre lo que hemos alertado bastante a la comunidad internacional porque, con la priorización del covid-19, desafortunadamente hemos visto lugares donde de repente ha habido dificultades, básicamente a causa de que todos los trabajadores sanitarios habían sido destinados a atender la pandemia, y se han relegado otras respuestas. Hay algunos de los contextos muy frágiles en África donde se ha visto escasez de vacunas prioritarias, como malaria, polio y tuberculosis. Esa es una situación muy peligrosa.

¿Eso está sucediendo ahora?

Sí, está ocurriendo ahora, en particular en África occidental y oriental, y debemos prestar mucha atención para que estas situaciones no se transformen en emergencias. De momento no es una situación dramática, pero existe, y está en nuestra agenda.

No he acabado de entender si esta situación se debe a que la producción ahora está enfocada a las vacunas contra la SARS-CoV-2.

Nuestra evaluación es que es un problema de entrega, un problema financiero y un problema de producción en ciertos lugares.

Y más allá del contexto estrictamente relacionado con la pandemia, ¿qué le preocupa?

La complejidad de muchas situaciones, y la guerras que continúan, el impacto del cambio climático que sigue, la fragilidad de las sociedades..., todo ello combinado con la ausencia de reconocimiento por parte de los gobiernos y de la opinión pública de que estos problemas persisten. Hay desplazamientos masivos de personas en Yemen, en el Sahel, en el lago Chad, hay crisis en la República Centroafricana, está el conflicto en Etiopía que desde octubre se ha acentuado, Nagorno Karabaj está ahí...

Han vuelto a denunciar ataques contra médicos y sanitarios.

Es una realidad que existe desde hace años. Hemos emprendido campañas y movilizaciones por esta terrible tendencia. Pero el elemento nuevo es que, por la alta visibilidad y la importancia de los operadores del sector de la salud en la respuesta contra la SARS-CoV-2, esta violencia ocurre ahora también en los países industrializados, además de los que están en guerra. Las tensiones en torno a los hospitales han aumentado globalmente.

¿Cómo de graves están siendo los ciberataques a hospitales?

Desde el punto de vista de su potencialidad y de la novedad, estos ataques son muy graves, mientras que, desde el punto de vista de su difusión, afortunadamente aún no lo son. Los cambios tecnológicos acelerados por la pandemia nos ponen delante de desafíos de seguridad para [proteger] nuestros datos y nuestras infraestructuras digitales.

El pasado mayo, después de una serie de ciberataques denunciados en España, la República Checa y Tailandia, firmó una carta pidiendo a los gobiernos acciones. ¿Le han respondido?

Hoy, en muchos círculos, tanto formales como informales, existe el reconocimiento de que la seguridad cibernética es un asunto prioritario. En este momento hay dos importantes grupos de trabajo de Naciones Unidas que se están ocupando del asunto. También nosotros nos hemos involucrado en iniciativas para generar consenso sobre la importancia de que se protejan las instituciones sanitarias [de este tipo de ataques].

En síntesis, los gobiernos entendieron la importancia del asunto, pero no han actuado.

Usted ya sabe cómo van las cosas, el policy making es muy a menudo un negocio lento.

Hablaba antes de Nagorno Karabaj, un conflicto entre Azerbayán y Armenia que ha estallado en medio de esta pandemia. ¿Cómo está ahora la situación allí?

Observamos que hay cierta estabilidad, el cese del fuego se está manteniendo, no completamente, pero sí en general.

¿Qué opina de las tensiones en el Sahara occidental?

Es una situación muy delicada que está en nuestros radares. Pero consideramos que la acción política aún puede evitar una escalada mayor, y consideramos que son otros los actores que deben intervenir, empezando por la ONU, que tiene un papel importante que desempeñar en ese tema.

Miles de solicitantes de asilo se encuentran en Bosnia hacinados en campos a temperaturas bajo cero.

En el momento actual en las fronteras exteriores de la Unión Europea, el bloqueo político, las diferencias de estrategia [de los países de la UE] han dejado a muchas personas en el limbo, sin perspectivas de tránsito o condiciones satisfactorias en los campamentos. Lo hemos visto en Grecia, en el Mediterráneo, en la ruta de los Balcanes, en Libia…

En Canarias...

Correcto. En Canarias. En el origen está la enorme dificultad del sistema político europeo para dar respuestas adecuadas y eficaces a esas situaciones, unas divergencias políticas que impiden una estrategia bien definida que ponga la preocupación humanitaria en primer lugar.

Una buena noticia es que, el pasado 22 de enero, entró en vigor el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares, ¿todo solucionado?

No, pero es una señal importante. Es un acuerdo político que ha sido ratificado por medio centenar de países, y ahora entra en vigor. Un gran grupo de países ha declarado que estas armas son moralmente y humanamente imposibles de usar e ilegales, pero al mismo tiempo también sabemos que aún hay 13.000 ojivas [nucleares] en el mundo. Será necesario tiempo para desactivarlas, y esfuerzos diplomáticos para convencer a los países que no han firmado.

¿La pandemia cambiará el derecho internacional?

Creo que sí habrá un impacto. Hablábamos antes de la necesitad de proteger a los trabajadores sanitarios también en el espacio virtual. Creo que todo el sector sanitario se convertirá en un tema de mayor relieve para la agenda humanitaria.