“El ministro de Medioambiente del gobierno de Bolsonaro dijo que había que aprovechar la crisis de la pandemia Covid para cambiar las reglas y simplificar las normas. Se refería a las políticas medioambientales y a la protección de las comunidades indígenas”, comenta Fernando López. Palmero, jesuita, lleva 36 años en América Latina, la mayoría de ellos en el Equipo Itinerante de la Amazonía. En esta entrevista, López explica cómo afronta con sus compañeros estos tiempos de pandemia del coronavirus en países como Brasil, en estado crítico y necesitado de ayudas que él canaliza a través de la Fundación Entreculturas.

Cada año, cuando viene, suele dejar un mensaje esperanzador y estimulante: “Ninguna selva se salva sin la otra”. ¿Qué quiere decir?

Sin reformas en esta sociedad consumista, es imposible salvar la Amazonía; pero si no salvamos la selva amazónica y a sus gentes, tampoco se salvará esta otra selva, la de aquí, depredadora hasta el extremo.

Hace dos meses que llegó desde Brasil y va a estar hasta los primeros días de marzo por nuestra tierra. Este año, su mirada trae una profunda carga de tristeza.

Sí, es verdad. Traigo mucho dolor. Mucha muerte. La pandemia está siendo terrible para muchísimas personas que no saben cómo defenderse y para las que no sirve el confinamiento, pues si se quedan en casa, mueren de hambre. Son muchas las personas que viven en la economía sumergida y que se buscan la vida cada día, comen de lo que cada día consiguen y no pueden permanecer confinados.

Usted forma parte del Equipo Itinerante de la Amazonia. ¿Puede explicar qué es y a qué se dedica ese equipo?

Se trata de un equipo de personas vinculados o no a instituciones que nos distribuimos por las fronteras de la panamazonia y por sus ríos, para acompañar, defender y servir a los pueblos indígenas.

¿Qué están viviendo este año?

La enfermedad nos ha tocado muy duramente dentro del equipo, hombres y mujeres que, con enorme generosidad, intentan acompañar a las comunidades que menos recursos tienen, pero que no son inmunes a la Covid. Hemos perdido a muchos agentes, a muchos amigos y amigas.

Tengo entendido que la primera parte de la pandemia la pasó confinado

Sí, en Iquitos, en la Amazonía peruana, desde marzo hasta finales de junio, con parte del equipo en unas instalaciones junto a un buen grupo de personas.

¿Puede contar cómo fue ese primer momento?

Allí nos tocó vivir mucho dolor. Muchísimos sanitarios, hombres y mujeres, perdieron la vida. Los hospitales se quedaron sin oxígeno. Una mujer indígena kichuaruna, de nuestro entorno, tuvo que ir al hospital por un problema con su parto y a los pocos días tuvo que volver porque no podía respirar. En seis horas murió, en los pasillos del hospital, en los brazos de su marido, sin que la pudieran atender porque no había oxígeno.

Pero, ¿hay respuesta a la pandemia?

Muchísimas personas de la sociedad civil, también de organizaciones cristianas, han dado un paso adelante. Desde los liderazgos eclesiales hasta los agentes en el terreno, en las aldeas. Se la están jugando y en no pocas ocasiones pierden la vida. Son muchas las amigas, los amigos que ya murieron.

¿En qué consiste la tarea que desarrollan?

Formamos parte de una red de voluntarios y voluntarias, religiosas y religiosos de diferentes congregaciones, que se lanzaron a dar una respuesta humanitaria: colaborar con los puestos de salud de las aldeas más alejadas de los centros.

¿No es eso una responsabilidad de las administraciones públicas?

No es que el gobierno de Bolsonaro sea negacionista. Es que aprovecha la situación para hacer políticas que no podría hacer sin la pandemia. Por eso, nuestra labor humanitaria debe completarse con una actuación de incidencia política: hay que conseguir que el Estado asuma sus funciones: no es razonable que la policía federal desaparezca y los matones de los narcos, que son el gran poder económico, junto con las mafias ilegales de minería o madereras, campen a sus anchas y liquiden a los pueblos de una comarca. En realidad vivimos un momento en que han colapsado los servicios públicos: salud, educación, seguridad.

¿Cómo podemos ayudar desde aquí?

Permítanme que dé gracias por lo mucho que ya se está haciendo. Las nuevas variantes golpean a la población y seguimos sin recursos sanitarios. Necesitamos personas, cooperantes que colaboren con su trabajo, y necesitamos dinero, ayuda económica para comprar oxígeno, mascarillas, material médico, transporte, infraestructura, logística, y para ayudar a las familias más empobrecidas… Una ayuda que canalizamos a través de la Fundación Entreculturas –organización no gubernamental de cooperación para el desarrollo promovida por la Compañía de Jesús–. También necesitamos ayuda para vigilar, para controlar al Estado y para enfrentar a las mafias que hacen negocio de la enfermedad y la muerte.