Las circunstancias profesionales han permitido que Juan Luis y Raúl hayan patrullado juntos y coincidan en algunos servicios mixtos o en las más diversas intervenciones, aunque están en cuerpos de seguridad distintos. Pero ambos disfrutan de esos momentos en que, además de proteger a los ciudadanos, también cuidan el uno del otro. Se definen como “compañeros y amigos”, aunque también comparten la afición de cultivar viñas en la comarca Norte de la Isla. Estos profesionales coinciden en que la pandemia ha hecho que una inmensa minoría de los ciudadanos sea más irascible y agresiva.

Una tarde, un oficial del Grupo Operativo de Respuesta (GOR) le dijo al agente Raúl (nombre ficticio): “Te voy a hacer un regalo”. En ese turno tocaba efectuar un servicio conjunto de vigilancia de la Policía Nacional y la Policía Local en un centro comercial de La Laguna. Y el mando le comentó al joven que podía trabajar en ese turno con su padre, Juan Luis, un oficial de la Policía Local lagunera. Ese gesto les permitió patrullar con orgullo, el uno junto al otro, conscientes ambos de que no es fácil que se produzca una coincidencia de ese tipo.

Accedieron a sus respectivos cuerpos de seguridad con casi dos décadas de diferencia y en unas circunstancias que no tienen nada que ver, como resultado de los cambios producidos en la sociedad y en la profesionalización de este ámbito laboral. Juan Luis recuerda que entró en la Policía Local en 1990. Contaba con 25 años y hasta ese momento ejerció como empleado en una empresa de fabricación de aluminio. Su exsuegro se había jubilado pocos años antes como guardia municipal y había plazas vacantes en su municipio. Empezó como agente interino, antes de que esa figura fuera eliminada por la actual Ley de Coordinación de cuerpos de seguridad de Canarias. Pasado el tiempo, Juan Luis se preparó las oposiciones y se presentó en tres municipios: el Puerto de la Cruz, La Orotava y La Matanza. Y, al final, aprobó y eligió quedarse en el último. Y, pasados los años, obtuvo una plaza en la primera capital que tuvo el Archipiélago.

¿Influye en un policía que antes de serlo se haya ganado la vida en otra actividad? El citado oficial de la Policía Local lagunera afirma, con rotundidad, que sí: “ayuda a actuar mejor en la calle y a entender mejor a los ciudadanos”. “Después te gusta la profesión y te desvives por ella, sobre todo cuando ayudas al vecino y sabes que has hecho el bien; esta es una de las mejores sensaciones”.

El caso de Raúl es diferente. Comenta que siempre le había gustado y que lo había visto en su familia. Y es que, además de su abuelo y su padre, tiene un tío materno que también es agente municipal y otro que fue subinspector de la Policía Nacional. Pero también advierte de que los atentados del 11 de marzo del 2004 cometido por terroristas yihadistas en Madrid fue otro aliciente. Empezó a estudiar Derecho, pero, casi a la par, inició la preparación de las oposiciones para policía nacional. Lo consiguió a la primera oportunidad, en el 2007 y al año siguiente accedió a la Academia. Hizo las prácticas en el Sur de Tenerife y en La Laguna. Y su primer destino como funcionario estuvo en la capital española.

El oficial Juan Luis admite que existe una gran diferencia entre la teoría que se enseña y la práctica de la labor cotidiana. Tiene claro que este último bagaje es “lo que te hace llevar las actuaciones de diferente forma; la veteranía es un grado”. Su hijo opina, tras más de una década de trayectoria como agente, que “la experiencia aporta la posibilidad, en la medida de lo posible, de anticipar lo que va a ocurrir y afrontarlo con mayor madurez”.

Ambos tuvieron su primera coincidencia en un servicio en el 2012, en el transcurso de un caso de violencia de género. En otra ocasión, durante una intervención de los dos cuerpos de seguridad por un asunto de maltrato familiar en Finca España, relata Juan Luis, el agresor “me faltó al respeto”. Se sorprendió cuando, a su espalda, escuchó la voz de su hijo, que le respondió al arrestado: “Al compañero lo respetas”. Y, como es obvio, además de sorpresa, sintió orgullo. A lo largo de estos nueve años, han sido decenas las intervenciones en que han coincidido, a veces en riñas tumultuarias. El oficial lagunero admite que, “procuro estar pendiente de lo que pasa” cuando tiene el mismo turno que Raúl.

Es consciente de que “se tienen que dar muchas circunstancias para que, en cuerpos diferentes, se pueda llegar a realizar una patrulla conjunta” y muchos de sus compañeros, cuando lo cuenta, se sorprenden de que así haya sido.

Aclara Juan Luis que está “orgulloso de la educación que, junto a la madre, inculcó a Raúl y a su hermana; en el caso del primero, porque llegó a ser policía, con sus riesgos, pero, sobre todo, de que sea una buena persona, sensato, justo y respetuoso”. Insiste en la importancia de inculcar valores, con independencia del camino que elijan los hijos”.

Frente a la sensación que pueda existir ante algunas noticias, ambos profesionales perciben que el 98 por ciento de la población respeta las normas para evitar los contagios del covid-19, “pero es ese dos por ciento que no cumple el que genera los problemas serios”. Al igual que otros agentes de seguridad ciudadana, estiman que, en los últimos meses, muchos ciudadanos están más irascibles y agresivos, lo que provoca que cualquier hecho simple derive en un delito grave.

Ambos valoran de forma positiva la actual coordinación que existe entre la Policía Local y la Policía Nacional en el municipio de La Laguna. Señalan que “ha variado mucho, cada vez hay más acercamiento y profesionalidad”. Frente a la separación de los cuerpos y los recelos, “ahora nos mezclamos y hablamos más en los operativos conjuntos; cada vez se pide más colaboración, aunque cada uno tenga sus funciones; pero hay una complementariedad de medios; estamos en el mismo barco”.

Lamentan que las autoridades consideren que los agentes sí deben estar disponibles para perseguir a quienes incumplen la normativa sobre la pandemia y cometen delitos, pero que no se les haya dado prioridad a la hora de vacunarlos. Las imágenes más impactantes de los últimos meses son las calles y plazas vacías cuando llega la noche.