El viaje que el explorador Perseverance de la NASA comenzó hace siete meses por el espacio hacia Marte, culminó hace dos días al llegar al cráter Jezero, a una zona intermedia entre Timanfaya y Teide, como se ha denominado esta zona desde la agen cia del Gobierno estadounidense responsable del programa espacial. El Perseverance ha comenzado ya a enviar señales a la Tierra y a calibrar sus instrumentos tras un exitoso amartizaje que desató el júbilo en muchos lugares del mundo y que ha avivado la esperanza de enviar naves tripuladas al planeta rojo en un futuro cada vez menos lejano; cada vez más parecido a la ficción.

Como todos sus predecesores -el Sojourner (1997), el Spirit y Opportunity (2004) y el Curiosity (2012)- el explorador ha cubierto los 470 millones de kilómetros que separan la Tierra de Marte con el objetivo de escudriñar si el planeta oculta restos que puedan desvelar que alguna vez albergó alguna forma de vida.

Pero sobre todo, las misiones han proporcionado a la ciencia y a la tecnología mucha de la información que van a necesitar para programar los viajes tripulados, aunque nadie apuesta por la presencia humana en el planeta hasta finales de la década de los treinta o los cuarenta. El rover de la NASA trabaja ya “junto” a otros aparatos enviados desde la Tierra para desentrañar los misterios del planeta, y entre ellos el ExoMars-TGO que pusieron en la órbita marciana la Agencia Espacial Europea y la rusa Roscosmos para conocer su atmósfera y detectar gases que pudieran estar de alguna manera vinculados a una actividad biológica. El interés por Marte, hoy un planeta gélido, radica en el parecido que tuvo hace solo 3.500 millones de años con la Tierra, porque entonces tenía océanos profundos, agua líquida, una temperatura por encima de cero y una atmósfera densa, y porque el conocimiento profundo de esa evolución puede desvelar cómo lo hará también la Tierra.

Encontrar vida o restos de ella en otros mundos; pero también conocer cómo evolucionará la Tierra. Y para ello el Perseverance va a tratar de recoger muestras de la superficie marciana y de enviarlas a la Tierra, aunque será otra misión, en este caso conjunta de la NASA y de la Agencia Espacial Europea, la que se encargará de ir a recoger esos paquetes en 2026. El nuevo rover, el más avanzado y sofisticado de los que han aterrizado en Marte, está dotado de complejos instrumentos, muchos de los cuales han sido diseñados y desarrollados en España antes de su ensamble en el robot, precisamente para recabar información que será vital para las naves tripuladas del futuro. Entre ellos destaca el MEDA (Analizador de la dinámica ambiental de Marte), que ha sido desarrollado por el Centro de Astrobiología español, un centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas del Ministerio de Ciencia y del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial del Ministerio de Defensa que se ha convertido en uno de los referentes mundiales de la astrobiología y que desde hace más de veinte años está asociado a la NASA.

Marte como objetivo principal de la exploración y en el foco siempre de las principales agencias espaciales del mundo, pero ni mucho menos el único objetivo, porque en el horizonte de esa aventura vuelven a cobrar protagonismo el retorno a la Luna, con misiones tanto robóticas como tripuladas, y la construcción en el satélite natural de la Tierra de una base permanente que pudiera servir como trampolín para la exploración de otros lugares del Sistema Solar. Si un complejo de esas características -que requería la implicación de todas las grandes agencias espaciales del mundo- iría o no en detrimento de la Estación Espacial Internacional es otro de los grandes debates que se deberán sustanciar en los próximos meses, cuando este laboratorio científico y tecnológico -considerado el mayor ejemplo de cooperación y colaboración internacional- se acerca ya a los 25 años orbitando la Tierra.

Por otra parte, un grupo de investigadores de la Universidad de Málaga participa en la actual misión de la NASA en Marte, que tiene como objetivo hallar allí restos de vida (biofirmas) y en la que la intervención malagueña se centra en el desarrollo y uso de una cámara simuladora de condiciones de este planeta a través del sonido recogido por un micrófono. La cámara, de 12 metros de longitud y dos de diámetro, es un cilindro que, según el profesor que ha dirigido la investigación, Javier Laserna, tiene en su interior condiciones “idénticas” a las de Marte en “términos de presión, temperatura y composición de los gases de la atmósfera”.

El objetivo de estos investigadores del Laboratorio láser de la Universidad de Málaga (UMA Laserlab) es, al simular las condiciones de aquel planeta, efectuar el análisis de rocas que “permitan comprobar y contrastar los datos que vengan de Marte”. Supercam es un instrumento que compone el explorador. Se prevé que la misión esté en marcha dos años, pero “se extenderá lo que dure el instrumento funcionando bien”.

Larga espera hasta encontrar vida en el planeta rojo

La certeza sobre la existencia de vida en Marte llegará después de “mucho tiempo y debate”, de “largas y durísimas discusiones” que incluso pueden durar años, afirmó ayer en Valladolid el profesor Fernando Rull, responsable del sistema de calibración de la sonda espacial Perseverance. Un día después de la llegada con éxito al planeta rojo del Perseverance, tras un viaje de siete meses, Rull ha explicado la participación del grupo de investigación que dirige en la Universidad de Valladolid dentro de esa misión espacial de la Nasa. “Llevará mucho tiempo saber si una muestra recogida es fruto o no de una actividad biológica. No habrá una noticia científica en mucho tiempo, incluso durará años”, manifestó sobre la complejidad que entraña el análisis de un compuesto surgido hace millones de años. Cuando un ser vivo, una bacteria o un hongo produce determinados compuestos químicos, “ésto por sí solo no es fehaciente de una actividad biológica” que sí sería inequívoca en el caso de “pillar in situ al bicho” en esa labor, pero después de millones de años “es muy difícil saber si el compuesto viene de un proceso físico-químico o de una actividad biológica”, insistió. El Perseverance, un rover se seis ruedas y tres metros de largo, lleva sujeto en un mástil un instrumento denominado Supercam que consta de varios espectómetros (emisores de la luz que aportará información) diseñados por la Nasa. La óptica y el láser de esa Supercam han sido proyectados en Toulouse (Francia), mientras que la calibración, tanto la técnica como la cruzada, ha sido responsabilidad del equipo de investigación que dirige el profesor Fernando Rull. Una vez en Marte, el Perseverance desarrollará una intensa labor durante los primeros tres meses, con especial énfasis en las tres primeras semanas en que se comprobará el estado y eficacia de instrumental antes de comenzar los trabajos de movimiento en superficie, a mediados de marzo.