Estos días la calima convierte de nuevo a las Islas en una estampa marciana o que evoca a un futuro distópico. El aire sahariano tiñe de amarillo los cielos de las ciudades y apenas permite ver más allá de un par de metros de distancia. En estas jornadas, cada bocanada de aire que tomamos está repleta de pequeñas partículas de polvo del desierto que, sin darnos cuenta, provoca graves daños a nuestra salud y en ocasiones, un efecto devastador. La calima, sin embargo, no solo ha estado empeorando la salud de los canarios; todos y cada uno de los habitantes del planeta que sufren la llegada de intensas calimas tienen la posibilidad de sufrir un evento cardiovascular que acabe con su vida antes de lo que debería.

Así lo advierten un grupo de científicos del varios centros de investigación de España, entre ellos tres de Canarias, el Hospital Universitario de Canarias (HUC), la Universidad de La Laguna (ULL) y el Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC), en un reciente artículo publicado en la revista científica Journal of Clinical Medicine. En el estudio concluyen que, por cada 10 microgramos de polvo en suspensión que se concentran en la atmósfera, se incrementa un 2% el riesgo de sufrir un evento cardiovascular mortal. Los investigadores, tras comprobar que esta situación ocurría ampliamente entre los canarios, decidieron conocer si también era extrapolable a otros lugares del mundo en los que las intrusiones de calima son recurrentes. “Hemos realizado una revisión sistemática de varios estudios previos realizados en Asia, Oriente Medio, el Norte de África y Europa, donde se producen episodios de intrusión de polvo sahariano”, asegura el investigador Sergio Rodríguez, del IPNA, adscrito instituto de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El objetivo era evaluar cómo impactó el polvo en la mortalidad cardiovascular, el síndrome coronario agudo y en la insuficiencia cardiaca de la población y para ello se basaron en más de 700.000 eventos cardiovasculares que han ocurrido alrededor del mundo. A diferencia de otros estudios, “esta metodología de meta análisis, de reprocesamiento de estudios anteriores, es la primera vez que se realiza sobre el impacto del polvo en la salud cardiovascular”, destaca Rodríguez. Los estudios acerca de la influencia del polvo desértico sobre efectos de la salud son poco habituales y están infravalorados, algo que llamó la atención a los científicos y por lo que decidieron aunar los datos actuales en un solo lugar.

Los investigadores llegaron a la conclusión de que el riesgo de mortalidad cardiovascular aumentaba durante “el primer y el segundo día de la exposición al polvo desértico”, como señala Alberto Domínguez, cardiólogo del Hospital Universitario de Canarias (HUC) e investigador principal de este artículo. No es la primera vez que se llega a esta conclusión. El mismo grupo de investigación comprobó, con datos referentes a 2014 y 2017, que la exposición intensa al polvo del Sáhara empeoró el pronóstico de 829 pacientes ingresados por insuficiencia cardiaca durante ese tiempo en el HUC. Además, concluyeron que la calima es un factor predictor independiente de mortalidad intrahospitalaria en ellos.

Los eventos de calima son habituales en las zonas cercanas a África, de hecho, los países norteafricanos son responsables de entre el 50 y el 70% de las emisiones mundiales de calima. Canarias lo sufre a menudo por su cercanía y por la influencia de los Alisios –lo que en el continente se conoce como Harmattan–. Lo normal es que, durante estas ocasiones, la concentración de partículas de menos de 10 micras (PM10) aumenten hasta los 500 microgramos por metro cúbico como consecuencia de la entrada de aire sahariano al Archipiélago. Sin embargo, en ocasiones, como en febrero de 2020, el aire sopla a tal velocidad que arrastra mucho más polvo desde África dando lugar a lo que se conoció como una “supercalima”, el episodio más intenso de este fenómeno en los últimos 30 años. La calima tiñó a Canarias de un naranja similar al del revelado de una foto antigua, obligó a cerrar durante dos días el espacio aéreo y a los canarios a confinarse antes incluso de que estallara la pandemia. “Las concentraciones de polvo sahariano marcaron cifras récord de hasta las 3.000 microgramos por metro cúbico”, recuerda Rodríguez. Y todo ello con el consecuente perjuicio a la salud de quienes lo inhalaron.

Pero no es la única. En junio de 2020 el Caribe, Centroamérica y el Sur de los Estados Unidos sufrieron el episodio de polvo del Sahara más intenso de las últimas décadas. Y más recientemente, el pasado 6 y 7 de febrero, Europa sufrió una intensa oleada de polvo Sahariano, que cubrió la nieve de los Pirineos de los Alpes de naranja. “Esto no es un problema local, es global”, indica el investigador, que señala que este tipo de estudios son fundamentales para poder tomar medidas preventivas. Porque, además, la calima no se puede evitar. “Sabemos, por estudios previos, que el daño al corazón puede producirse tanto por la exposición a la contaminación del hollín y otras partículas nocivas como por el polvo del desierto”, señala Rodríguez. “Sobre los coches, los barcos y la industria podemos actuar para reducir sus emisiones y mejorar la calidad del aire”, indica el investigador, al tiempo que incide en que “con el polvo del desierto no se pueden tomar acciones de este tipo; hay que aprender a convivir con ello”.