Tenerife está preparada para bajar a semáforo verde y empezar, tras más de dos meses, a vivir sin toque de queda. La mayoría de sus indicadores epidemiológicos se encuentran en un umbral de riesgo bajo o mínimo, y los que aún se encuentran en riesgo medio –esencialmente los de incidencia acumulada en la población en general– se encuadran en el límite más bajo, por lo que un pequeño descenso bastaría para reducir el riesgo de coronavirus en Tenerife. Todo depende de lo que ocurra estos próximos tres días, pues la decisión se tomará el jueves en Consejo de Gobierno, pero la Dirección de Salud Pública ve brotes verdes en la isla, suficientes como para decidir bajarla a nivel 1 de alerta si la tendencia continúa siendo favorable.

De ser así, aparte de poder circular en libertad por las noches, los tinerfeños podrán, por primera vez en tres meses reunirse en grupos de más de 10 personas, acudir a un restaurante o un bar hasta la 01:00 horas, hacer actividades deportivas con un límite de diez personas en interior y exterior, y utilizar el transporte público sin ningún tipo de limitación de aforo. En este sentido, el presidente del Gobierno, Ángel Víctor Torres, en declaraciones recogidas por Efe, consideró que el Archipiélago “está mejorando con respecto a la pandemia” y adelantó que en el Consejo de Gobierno de este jueves “actualizaremos las medidas”, dando a entender que estas podrían rebajarse de nivel si se confirman los indicios de mejora de la situación.

Los buenos datos acompañan. La incidencia acumulada a siete días vista en la isla es hoy cuatro veces menor que en el pico máximo de la segunda ola extendida de Tenerife (136,6 casos por 100.000 habitantes entonces; 28,1 casos hoy). El porcentaje de pruebas cuyo diagnóstico es positivo en coronavirus en relación al total de pruebas realizadas es también hoy menos de la mitad que entonces (12% frente a menos de un 4%), los nuevos casos notificados diariamente no pasan del medio centenar y hay hasta cuatro municipios en el que no queda ni un caso activo y 12 tienen menos de una decena. Sin embargo, cabe recordar que Tenerife permaneció tres meses sin poder acabar de acotar sus contagios. Desde principios de septiembre y hasta mediados de diciembre el virus se expandió por la isla sin coto. Los brotes ocurrían en pequeñas reuniones familiares donde la población pecaba de relajar las normas higiénicas y recomendaciones sanitarias. A finales de septiembre, los indicadores de Tenerife superaban ya los umbrales máximos por el que se regían las decisiones de Salud Pública en aquel entonces. De esta manera, se procedió a poner en marcha en semáforo en la isla, que en aquel momento solo tenía dos opciones de dos color: verde o rojo.

Desde el 25 de septiembre los tinerfeños estaban obligados a reunirse con un máximo de 10 personas, a postergar sus bodas, bautizos y comuniones, y a tener que cerrar las puertas de sus restaurantes como muy tarde, a medianoche. La situación, que se postergó durante un mes y medio en Tenerife, demostró que las mismas imposiciones pueden no funcionar igual en todo el territorio. “Teníamos focos de baja magnitud”, Eva Álvarez, coordinadora de Covid-19 de la Dirección General de Salud Pública del Gobierno. En aquel momento, la mayor parte de los nuevos brotes se daban en el ámbito familiar. Pero algo cambió a principios de noviembre. El virus entró, sin avisar, por primera vez desde el confinamiento, en una residencia de ancianos. Y arrasó.

El virus se coló en el centro de la tercera edad San Pancracio, en la que dejó 39 positivos: 26 residentes y 13 trabajadores. De los usuarios afectados, 10 fueron hospitalizados en distintos centros sanitarios de la Isla, de los cuales uno falleció, mientras que los 16 restantes permanecieron residiendo en el centro sociosanitario que fue atendido por personal del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria, ya que la mayor parte de su plantilla se vio afectada por el brote y tuvo que cumplir la cuarentena correspondiente.​ A ese primer fallecido se unieron otros tres, el último falleció el pasado 5 de enero.

El Gobierno de Canarias decidió entonces empezar a tomar nuevas medidas. El 12 de noviembre, Torres anunció que las reuniones quedarían limitadas a 6 personas, que los aforos interiores en espacios públicos, de ocio y culturales, quedaban reducidos a un tercio en interiores y un 50% en exteriores , y el cierre de los restaurantes se adelantaba a las 23:00 horas. Estas nuevas restricciones entraron en vigor el 14 de noviembre. De inmediato se empezaron a ver mejorías en la situación de Tenerife, pero pronto volvieron a ser insuficientes. El 4 de diciembre, el Gobierno de Canarias endureció las restricciones. Así, el sábado 5 de diciembre, Tenerife impuso por primera vez un toque de queda, convirtiéndose así en la primera isla canaria en adoptar esta medida que ya había sido puesta en marcha en el resto del país. Los tinerfeños estaban obligados a volver a casa a las 23:00 horas. A su vez, se redujeron los encuentros sociales a 4 personas.

Los contagios siguieron creciendo en parte porque el virus entró de nuevo una residencia. El Hogar Santa Rita II, ubicado en el Puerto de la Cruz, fue la mayor víctima de la expansión del coronavirus en Tenerife. 215 personas dieron positivo en coronavirus y los fallecimientos superaron la veintena. “La incidencia crece cuando el brote se da en el ámbito sociosanitario”, explica Álvarez, que indica que es justamente la entrada del virus en los centros de mayores una de las principales preocupaciones en la isla. “Aparte de la incidencia, estos brotes son los que más aumentan la presión asistencial y los que dejan más fallecidos”, concluye. En el mes de diciembre fallecieron las mismas personas que en abril; y en enero, los coletazos de la extensa segunda ola de Tenerife, sumaron más de un centenar de fallecimientos en todas las Islas.

El 17 de noviembre, dado el crecimiento de la pandemia en la isla, una vez más, el Gobierno decidió restringir la vida en la misma. Esta vez, la cerró a cal y canto, obligó a restringir las reuniones a tan solo los convivientes y adelantó el toque de queda a las 22:00 horas. “Desde entonces hemos visto el efecto de las medidas”, señala Álvarez, que explica que muchos estudios de investigación avalan que el toque de queda y la limitación de grupos tienen un efecto claro porque modifican el comportamiento social de la población. Ahora bien, como señala, “el riesgo siempre está ahí”, por tanto, aunque se rebaje el nivel de alerta, Álvarez remarca que “ninguna decisión será permanente”.