La pasada primavera, Manaos, ciudad brasileña de 2,2 millones de habitantes, hizo añicos una de las esperanzas del mundo ante la pandemia. Mucha gente, incluidos no pocos científicos, esperaba que la transmisión del SARS-CoV-2 cayese drásticamente con la llegada del calor. Hasta Trump dijo que el virus se iría en abril, pero precisamente ese mes la capital brasileña del Amazonas, con temperaturas medias que oscilan entre los 22 y los 33 grados todo el año, comenzó a sufrir una primera ola de Covid-19 devastadora, con imágenes de hospitales colapsados y entierros improvisados que dieron la vuelta al mundo. Después, hacia agosto, el tsunami se detuvo en seco, pasándose de un exceso de mortalidad de 120 defunciones al día a casi cero. Dos tercios de la población se habían contagiado, por lo que parecía que el virus se había quedado sin huéspedes que infectar. “No sabemos la cifra exacta de la inmunidad de grupo, pero como hemos superado la marca del 50 por ciento no esperamos una segunda ola”, declaró entonces a The Telegraph el médico de Manaos Thales Schincariol. Por desgracia, se equivocó en su pronóstico.

Manaos revive ahora la pesadilla. Los hospitales han vuelto a colapsarse y la gente hace cola para conseguir botellas de oxígeno, tan escasas que el Gobierno de Venezuela envió la semana pasada 136.000 litros de este gas vital para aliviar la situación. El desastre es tan absoluto que la Corte Suprema de Brasil autorizó el pasado lunes la apertura de una investigación contra el ministro de Salud, el general del Ejército Eduardo Pazuello, por su posible responsabilidad en el colapso sanitario.

¿Cómo es posible que la ciudad brasileña sufra una segunda ola tan atroz? ¿Acaso se está contagiando el tercio restante que no se infectó en la primera ola? Un patólogo que prefiere mantenerse en el anonimato, al no considerarse una autoridad en este asunto, apunta que no se está secuenciando tanto como se debía, que se está diciendo que las reinfecciones son escasas porque no se registran y que la segunda ola de Manaos se debe a la nueva variante brasileña P.1. Este nuevo tipo del coronavirus, detectado a principios de enero en Japón a viajeros procedentes de Manaos, tiene dos mutaciones ya conocidas por los científicos: la N501Y, común a la británica y a la sudafricana, que la hace más contagiosa; y la E484K, que tiene también la sudafricana y elude los anticuerpos. Se estima que alrededor de la mitad de los nuevos casos de Manaos corresponden a esta nueva variante con las mutaciones Nelly y Erik, como las han bautizado coloquialmente los investigadores.

“Estoy siguiendo de cerca lo que pasa en Brasil, porque puede tener consecuencias graves”, señala Daniel Scott Algara, virólogo e inmunólogo del Instituto Pasteur en París. “Estoy en contacto con colegas brasileños, esperando datos epidemiológicos más seguros, secuencias y anticuerpos. Estamos viendo si anticuerpos de convalecientes de Río de Janeiro neutralizan el E484K. Y veremos en los vacunados”, adelanta el investigador, que considera “crítica” la situación en Manaos y añade que el Gobierno de Bolsonaro no ayuda en ello.

ARN mensajero

De momento se cree que las vacunas, que confieren una inmunidad más sólida que la producida por la infección, son eficaces ante esta y otras variantes de preocupación, como la británica, la sudafricana y otro segundo tipo brasileño. Además, las vacunas basadas en ARN mensajero, como las de Pfizer y Moderna, aprobadas en España, son fáciles de modificar para que sean efectivas frente a las mutaciones. Pero, aunque la reprogramación sería relativamente sencilla, otra cosa sería el problema logístico, que ya estamos viendo. En Brasil, con 209 millones de habitantes, solo se ha administrado un millón de vacunas, lo que supone menos del 0,5 por ciento de la población.

Aunque relativamente aislada por tierra y principalmente accesible por vía fluvial y aérea, Manaos está bien conectada. Por su aeropuerto internacional pasan 250.000 pasajeros al mes. Por ello no extraña que ya hayan aparecido casos de la variante brasileña P.1 en países como Reino Unido, Alemania, Japón, Estados Unidos e Italia. Precisamente el primer caso en el país transalpino se detectó en un hombre que llegó hace días al aeropuerto de Milán en un vuelo de Brasil con escala en Madrid. Portugal, con estrechos lazos con Brasil, prohibió todos los vuelos con su país hermano hasta el 14 de febrero por temor a la variante. Reino Unido los canceló ya hace varios días.

Sao Paulo, la ciudad más poblada de Brasil (12 millones de habitantes), detectó el martes los tres primeros casos de esta variante originaria del estado de Amazonas. La Alcaldía de Porto Velho, otra ciudad brasileña, admitió el pasado sábado que su sistema de salud entró en colapso total por la falta de camas para atender a los pacientes con Covid-19, y advirtió sobre una inminente “tragedia humanitaria”. “Esta variante de Brasil se propaga muy rápido y hay muchas indicaciones de que burla el sistema inmunológico –afirmaba el lunes en O Globo la epidemióloga brasileña Ethel Maciel–. ¡Necesitamos medidas restrictivas de circulación urgentes! ¿Dónde está el Gobierno?”, clamaba.

Cuadros más graves

El médico e investigador Marcio Bittencourt, del Hospital Universitário da Universidade de São Paulo, declaró en el mismo medio que esta variante brasileña presenta una mayor transmisibilidad y, aparentemente, cuadros más graves. “La curva de mortalidad es impresionante, mucho más alta que el año pasado –destacó–. Personas de 40, 50, 60 años muriendo”. Hay que apuntar que Manaos presenta una población relativamente joven: solo el 6 por ciento son mayores de 60 años. El impacto de esta variante en la población europea, más envejecida, podría ser mucho mayor.

Para la doctora Sandra López León, con doctorados en Epidemiología y Genética Molecular, “existe evidencia de que las variantes son más contagiosas y se está evaluando si son más mortales”. Matiza que “aún no está claro cómo estas nuevas variantes están afectando el curso de la pandemia; pero es posible que personas que han tenido Covid-19 sigan siendo susceptibles a la reinfección”. Para esta científica de origen leonés y afincada en Nueva York, la reinfección es “poco común, aunque no se descarta que pueda aumentar”. La epidemióloga destaca el “esfuerzo global” para secuenciar y compartir más genomas de SARS-CoV-2, rastrear mutaciones y aclarar incógnitas sobre mutaciones y variantes específicas, y enfatiza que es necesario que la población se vacune “lo más rápido posible”.

En España, expertos en genómica como Antonio Salas, de la Universidad de Santiago, y Fernando González Candelas, del proyecto SeqCOVID, se han mostrado cautos ante la posibilidad de que las nuevas variantes sean más peligrosas, virulentas o letales, como dijo el primer ministro Boris Johnson de la británica. Que se imponga una variante sobre otras puede deberse al llamado “efecto fundador”, que estuviese en el lugar adecuado en el momento correcto, cuando se inicia una cadena de transmisión importante, o en un evento de superpropagación. Así ocurrió con la variante surgida de un brote entre temporeros de Huesca y Lleida el pasado verano.

Más entierros que en 2020

Las cifras que deja la epidemia de coronavirus en Manaos son escalofriantes. El pasado 21 de enero, la CNN informaba de que el número de entierros realizados para víctimas de la Covid-19 en esa ciudad brasileña, en esos 21 días de enero de este año, había superado los registros de todo el año 2020. Solamente ese 21 de enero se realizaron 179 entierros en Manaos, 89 de ellos de fallecidos a causa del coronavirus.