Durante estos días de una lenta cuesta de enero, a pesar del toque de queda, la distancia social y las mascarillas, se puede disfrutar de un sencillo pero evocador espectáculo para todos los públicos y sensibilidades. La luna, pocos minutos después de anochecer, surge leve, pero intensamente amarilla, con fuerza, para inspirar emociones y una inevitable esperanza sobre la línea del horizonte. La observación del satélite a medida que va surcando el firmamento permite a los espíritus inquietos aguantar un día más las restricciones y soñar con el deseado abrazo al ser querido. Desde el muelle de Santa Cruz de Tenerife pasando por las azoteas de Candelaria y los balcones de El Médano, se extiende el reflejo de una luz de confianza sobre el mar cercano que anuncia una pronta vuelta a la libertad donde las risas infantiles suenen de nuevo nítidas y felices.