Víctor Massanet es un veterano inspector de la Policía Nacional, con 44 años de servicio, que ha pasado por diversas unidades. Desde el 2009 ejerce de negociador policial para afrontar determinadas situaciones, desde suicidios a otras realidades críticas; es decir, aquellos casos graves que se prolongan en el tiempo y que pueden generar peligros para la vida y daños muy importantes. Esta herramienta se aplica en los asuntos que superan al agente de servicio, tanto de las patrullas como de las unidades de investigación, pues requiere de una especial capacidad de análisis y planificación.

Hace casi 12 años, la superioridad seleccionó a Massanet para que efectuara el curso de negociador en la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Para quienes lo conocen desde hace muchos años, tiene una gran capacidad para ponerse en el lugar de las víctimas directas o indirectas de graves sucesos, para dialogar y relacionarse con cualquier persona, con independencia de su forma de ser o de pensar. Su “cercanía” y capacidad de persuación coincidía con el perfil que buscaba el cuerpo de seguridad a la hora de seleccionar a sus negociadores.

En su formación aportan conocimientos psicólogos, psiquiatras, expertos en actividades tecnológicas, unidades tácticas policiales (grupos de intervención, como los GEOS o los GOES), médicos, especialistas en Protección Civil, bomberos o profesores de interpretación, entre otros. Y entran en acción en extorsiones, secuestros, atracos que acaban mal y hay rehenes, o personas atrincheradas y armadas, por ejemplo. O cuando existe riesgo de suicidio. En esa labor, tiene el absoluto respaldo de la Comisaría Provincial. Massanet resalta: “Yo no miento nunca a quien está frente a mí o al otro lado del teléfono”. Y la otra máxima que debe quedar clara en un dispositivo es: “Yo, como negociador, no mando y el jefe del incidente, no negocia; cada uno tiene su papel”. Aclara que “el negociador es un equipo, me apoyo en un grupo de policías”. El llamado “segundo negociador es el único que puede hablar conmigo en el servicio y que transmite los mensajes que doy al resto de agentes que colaboran, a las unidades tácticas que se despliegan o la famila”.

En ese diálogo que se establece, por ejemplo, con un suicida, este mando indica que “no podemos reprocharle su acción, ni juzgarle por lo que hace, ni opinar, ni darle consejos, ni intimidarle, ni exigirle, ni aportarle valores morales, mostrarle desconfianza o ofrecerle falsas expectativas”. “Él tiene que confiar en ti; y para eso hay que saber mostrar autoridad y conocimiento”, apunta.

“Se trabaja con mucha tensión, porque está en juego la vida de una persona”, aclara. Pero, de forma paralela, hay que disponer de toda la información posible por parte de terceros, pero estos datos hay que valorarlos muy bien, para no utilizarlos de forma errónea. Así, mientras Massanet habla con la persona implicada, otros funcionarios de Policía Judicial tratan de localizar al psicólogo, al psiquiatra o a su abogado; o bien a un familiar en el que tenga plena confianza y que pueda ayudar. A veces, la presencia de uno de estos profesionales o seres queridos causa la reacción contraria y el protagonista se altera mucho más, por lo que se aborta el intento.

Esas habilidades tuvo que ponerlas en práctica en abril del 2014 en un edificio de la calle Primo de Rivera, en el santacrucero barrio de Salamanca. Un funcionario de 62 años tuvo una discusión con familiares y amenazó con matarlos con la catana (espada japonesa) que portaba. Se atrincheró en el rellano de una escalera. Un policía local que vio peligrar su vida disparó a una pared para frenar la actitud del sexagenario, que sufría problemas de salud mental.

En opinión de Massanet, “él no buscaba matar a nadie, solo que la policía lo matara a él de un disparo; esa es mi versión, claro”. Se trajo a su psiquiatra, “pero fue mucho peor”. El nerviosismo del vecino aumentó al ver el despliegue de los profesionales de la UPR. El inspector lo tranquilizó: “Ellos están ahí fuera solo para protegerme a mí, si llegas a atacarme, porque estoy desarmado”. El mando lo tranquilizó: “aún no has cometido ningún delito, por lo que te prometo que nadie te detendrá”. Más tarde se avisó a su abogado, que le confirmó que, por lo que había hecho, “no lo iban a arrestar ni llevar ante un juez, ni ir a la cárcel”.

El hecho acabó con lo que, de forma técnica, se llama “rendición y entrega del arma”. Ese momento también tuvo su ritual: “el hombre se arrodilló, bajó levemente la cabeza y me entregó la catana con las dos manos”. Tras coger el arma blanca, Massanet lo abrazó y lo acompañó hasta el vehículo que lo llevó a la Unidad de Psiquiatría del Hospital de La Candelaria.

Otro servicio ocurrió en la calle América, en Finca La Multa, también en la capital tinerfeña. Esta vez, un consumidor habitual de drogas tuvo un problema con su pareja y mostraba su intención de quitarse la vida. El negociador aclara que también hay episodios en los que “hay que esperar que se le baje el efecto del alcohol o el estupefaciente”. Matiza que, además, “no tienes que coincidir con la opinión que exprese la persona que amenaza con suicidarse, sino comprenderla”. Esa vez, Massanet también consiguió su objetivo y convenció al vecino de que debía bajar y acompañarlo al vehículo camuflado, donde ambos se subieron en la parte posterior, donde hablaron hasta llegar al hospital. Advierte de que “se debe evitar que adopte una decisión definitiva (matarse) por el dolor que siente en ese momento, ante una situación que puede tener solución en el tiempo”. ¿Hay alguna recompensa por esa labor donde tanto influye el factor humano? El inspector asegura que “el buen policía hace su trabajo sin necesidad de que le estén dando palmaditas en la espalda”.

En Policía Judicial desde 1986

Víctor Massanet entró en la Policía Armada en 1977 y, como casi todos los de su generación, estuvo destinado en el País Vasco, donde murieron varios compañeros por atentados de ETA. Durante años, trabajó en radiopatrullas. En 1986, tras la fusión de la Policía Nacional y el Cuerpo Superior de Policía, ingresó en la Brigada Provincial de Policía Judicial. En ese ámbito, ha estado en varios grupos de investigación. Perteneció al equipo de Delincuencia Económica Internacional. También como inspector fue jefe del Grupo de Homicidios, en la época en que el trabajo de dichos agentes permitió el hallazgo del cadáver de Isabel Canino en una fosa séptica de una vivienda del Camino de La Hornera y la detención de su asesino, Salvador Morales Méndez. También le tocó la investigación del caso en que una vecina de Vistabella asesinó a sus hijos de corta edad, junto a su pareja y padre del niño más pequeño, Jesús Cristo Ponce. Además, el Grupo de Homicidios detuvo al individuo que propinó decenas de martillazos y mató a una vecina de El Chorrillo para robarle. El autor fue el exnovio de la hija de la mujer asesinada.