La hora de la comida para algunas ballenas se convierte en su momento de soledad y contemplación. Desde que descienden a 1.000 metros de profundidad, ese espacio oscuro y frío se convierte en un templo de culto para el alimento, en el que estos mamíferos deciden separarse del resto de su manada, con la que suelen tener una relación muy estrecha, para cazar totalmente en soledad. Como si estuvieran programados para ello, estos zifios se despiden por el rato en el que deben enfocar todos sus esfuerzos para capturar a sus presas.

Así lo han descrito un equipo de investigadores de la Universidad de La Laguna (ULL) que han estudiado el comportamiento de dos especies de zifios: los Cuvier (Ziphius cavirostris), cuya manada se estudió en el Mar de Liguria (Mediterráneo; y los Blainville (Mesoplodon densirostris), que están aficandos en las inmediaciones de El Hierro.

“Son especies difíciles de estudiar en otros lugares del mundo porque solo se dejan ver en zonas profundas”, explica el primer responsable de este estudio de investigación, Jesús Alcázar, que señala que, por esta razón Canarias es un lugar único para estudiarlos. “Muy cerca de la costa ya contamos con aguas profundas, con lo que resulta mucho más sencillo verlas nadando en la superficie”, explica el investigador. El estudio, publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B, ha estado liderado por el grupo de investigación de la ULL, pero también ha obtenido la colaboración de científicos de Dinamarca, Reino Unido y Nueva Zelanda.

Unos zifios bien organizados

Estas manadas de ballenas ya se habían hecho famosas anteriormente en el Archipiélago pues su curiosa estructura social había llamado la atención de la también investigadora de la ULL, Natacha Aguilar. En investigaciones previas, la experta en cetáceos había observado cómo estos animales se coordinaban durante sus salidas a la superficie, zambulléndose a unísono en perfecta armonía. En aquel entonces descubrieron que la manada iba siempre junta, coordinándose a través de los sonidos que emiten. Este comportamiento es muy beneficioso para evitar a sus mayores predadores, las orcas.

Sin embargo, el andar todo el tiempo unidas puede no ser demasiado beneficioso, e incluso llegar a resultar un impedimento a la hora de cazar. Por un lado, actuar en una caza grupal podría provocar que los zifios se entorpecieran unos a los otros durante la caza y, por otro, era probable que el estar tan cerca provocara interferencias en la propia ecolocalización.

“Este es el recurso que las ballenas usan para cazar”, explica Alcázar, que recuerda que estas ondas sonoras, que usan para determinar la ubicación de objetos en el espacio, llegan a ser determinantes en espacios tan oscuros como la de las profundidades marinas. “Si estuvieran juntos se podrían solapar los sonidos, y también corren el riesgo de que dos miembros de la misma manada vayan a cazar a la misma presa”, señala el investigador.

Para desentrañar el misterio que rodeaba a los zifios Blainville y Cuvier, los científicos les instalaron un aparato, que se adhiere con ventosas a sus lomos, y que es capaz de registrar el movimiento de estos animales, sobreviviendo incluso a las altas presiones de las aguas profundas. Esta técnica se denomina marcaje o bio-logging Así llegaron a la conclusión de que las ballenas habían desarrollado durante años una fórmula mucho más factible para su supervivencia, que les permite a parte iguales evadir a los predadores y comer con la paz y tranquilidad necesaria.

Separación por la comida

“Cuando llegan al fondo se separan y cada una se va a una dirección, aunque se sigan escuchando gracias a sus sistemas de localización”, afirma Alcázar. Una vez han pasado el suficiente tiempo escrutando el fondo marino en busca de alimento, “se reúnen rápidamente y de forma coordinada gracias a sus sonidos” a pesar de la falta de luz, como si alguien hubiera tocado el timbre del recreo y tuvieran que volver a clase. Una vez ahí vuelven a emerger a la superficie unidas para respirar, sin que nada hubiera pasado y permitiéndoles evadir a sus terribles enemigas, las orcas. Para los científicos, este comportamiento cooperativo de las ballenas se asemeja mucho al que muestras algunos herbívoros y frugívoros, como los ungulados o los primates, que suelen coordinar sus movimientos grupales, pero que a la hora de buscar alimento prefieren hacerlo de manera independiente para no competir con otros miembros de su propia manada. Este comportamiento es de hecho, el que más reduce la competencia dentro del grupo por alimento, y permite establecer una armonía en todo el grupo.

Los zifios estudiados tampoco varían su comportamiento acústico en respuesta al tamaño del grupo o la cercanía de otros congéneres mientras se están alimentando, mostrando que ese momento es todo un rito inquebrantable para los animales. Todo ello sugiere que estos animales viven en armonía: alimentándose sin tener que entrar en continua competición pero al mismo tiempo , viviendo en grupos coordinados el resto del tiempo pueden seguir beneficiándose de las ventajas reproductivas o la reducción del riesgo de depredación.

Continúa la búsqueda

Los investigadores continúan buscando al bebé de ballena franca que apareció nadando solo a finales de diciembre en las intermediaciones de La Restinga, El Hierro. Los investigadores, a tenor de la circunstancia en la que han encontrado al bebé, creen que se ha perdido. “Cuando lo divisaron no estaba con su madre, lo que puede significar que ella se haya separado para buscar comida o bien haya muerto, y lo primero es poco probable”, señaló la bióloga de la ULL, Natacha Aguilar. El tiempo corre en contra de la cría y cualquier ayuda es bienvenida. Por ello, estos investigadores y avistadores voluntarios solicitan que la ciudadanía participe en la búsqueda de la cría.