Amante de un sistema de salud que genere beneficios a la comunidad, de la vida familiar y del buen rock and rock, Amós García Rojas, jefe de la sección de Epidemiología y Prevención de la Dirección General de Salud Pública del Gobierno de Canarias y presidente de la Asociación Española de Vacunología, sigue reclamando “prudencia” para salvar los efectos de una pandemia que lo colocó en una posición estratégica. “Saldremos de esta, pero quedan días duros”, alerta.

¿Le hemos dado mucho la lata los medios de comunicación?

En el contexto de una pandemia tan importante es la mascarilla, lavarse las manos, mantener la distancia física, ventilar bien una habitación como transmitir una información veraz... Tantos ustedes como la parte que me toca hemos desarrollado una misión, es decir, que debo ser yo quien dé las gracias a los medios por cómo han trabajado en un momento tan terrible.

Perdone si la pregunta le resulta algo frívola, pero en 2020 un epidemiólogo fue tan necesario como un ginecólogo, un urólogo o un dentista, ¿no?

Hasta hace poco los epidemiólogos estábamos en una cueva (ríe...). Ëramos dos o tres y teníamos muy poca capacidad de trasladar nuestro discurso a la estructura del sistema sanitario pero, de repente, la realidad puso sobre la mesa que el papel de un epidemiólogo es clave para la sociedad.

Clave no, lo siguiente...

Los resultados de la salud pública no se perciben de inmediato. La epidemiología es el gran esqueleto del sistema sanitario... Últimamente suelo repetir mucho, que no más de la cuenta, que invertir en salud no ayuda a ganar unas elecciones, pero seguro que no hacerlo te ayuda a perderlas. Las listas de espera, que son bastante incómodas para todos, no hacen crujir al sistema sanitario de un país, pero un brote de legionelosis o una pandemia de esta magnitud sí que lo coloca contra la espada y la pared.

¿Cuándo empezó a ser consciente de que esto iba en serio?

Las primeras informaciones que llegaban de China no iban en otra dirección distinta a la de un proceso gripal, pero nos empezamos a mosquear cuando decidieron confinar a 11 millones de personas en Wuhan y, mucho más, en el instante en el que empezaron a construir hospitales a toda mecha... En febrero fue cuando ya dijimos: “uf, aquí hay más que una simple gripe”.

¿Por su trayectoria académica y profesional, seguro que sí, pero usted creía estar preparado para enfrentarse a una pandemia tan voraz?

Los pocos que trabajamos en este campo teníamos claro que en un futuro impredecible íbamos a tener que convivir con una pandemia. Eso lo sabíamos todos. Pero honestamente creíamos que estaría vinculada al virus de la gripe... Lo que nadie esperaba era una explosión de esta magnitud y, encima, nos cogió con la guardia baja...

¿En qué sentido?

Porque la estructura del sistema sanitario de este país estaba extremadamente debilitada por los recortes derivados de la crisis económica de 2008, sobre todo, en salud pública y atención primaria. Contra las enfermedades transmisibles no se puede bajar la guardia.

¿... y se bajó?

Digamos que pecamos de cierto eurocentrismo... Hubo países desarrollados que se miraron en exceso el ombligo y actuaron con petulancia porque estaban convencidos de que algo con esta gravedad no les iba a estallar en casa. Pues claro que les iba a llegar; este tipo de enfermedades no entienden de fronteras, de razas, de estatus sociales...

¿Se ha callado muchas cosas?

A nivel personal sí, pero profesionalmente no tantas... No he tenido cortapisas para decir lo que pensaba. De hecho, en alguna ocasión declaré que a mí me hubiera gustado que las medidas de intervención fueran más contundentes. Soy un hombre prudente y nunca cuento más de lo que debo, aunque por dentro esté jodido...

¿Saldremos de esta?

Sí, con conciencia social saldremos de esta... Ahora le voy a contar una cosa, en las últimas fechas he escuchado que “esto es el principio del fin”, yo prefiero decir que estamos en el principio del adiós... El fin es algo muy rotundo y tenemos que ser conscientes de que fenómenos como este seguirán llegando en los próximos años... Que quede claro que entre el principio, que empezó hace una semana, y el adiós, que llegará cuando el 70% de la población esté vacunada, habrá unos cuantos meses. Prudencia, prudencia y más prudencia...

¿Ha llegado a llorar?

Sí, muchas veces... Cuando ves a la gente fastidiada y faltan manos para salvarlas sientes impotencia. Vuelves a casa con el Covid, duermes poco y descansas lo justo. No me voy a justificar, pero el año pasado no cogí vacaciones. Era lo más justo con la que estaba cayendo.

¿Esta entrevista ha “dolido” tanto como la vacuna?

Lo mismo ( vuelve a sonreír)... Ha sido indolora... Esta entrevista no ha dolido y el pinchazo de la vacuna menos. La vacuna hay que ponérsela y yo me la pondré cuando toque, no me colaré por estar donde estoy...

¿Hará la cola?

Como cualquier hijo de vecino... Me la pondré, que nadie tenga duda de que me la pondré. Estos días no paran de preguntarme si aún no me he vacunado... Es que no me toca. Ahora tenemos que proteger a los más vulnerables. Prudencia.