Síguenos en redes sociales:

Gaveta de Astrofísica

Allí donde la Tierra se funde con los cielos

Allí donde la Tierra se funde con los cielosESO

El viento sacude los árboles y, mientras la lluvia golpea el ventanal, las nubes adquieren el color anaranjado de las farolas. En esta áspera noche de Edimburgo resulta imposible saber si la Luna está llena o menguante, cuál es la inclinación de los anillos de Saturno o si algún cometa atraviesa el firmamento. Algo similar debió sentir en numerosas ocasiones Piazzi Smyth, Astrónomo Real de Escocia durante la segunda mitad del siglo XIX, que, hastiado de las penosas condiciones para la observación nocturna en la capital escocesa, lideró una expedición a Tenerife en el verano de 1856 que marcaría el devenir de la astronomía moderna. Sus observaciones de la bóveda celeste desde los altos de Guajara y Alta Vista pusieron de manifiesto la superioridad de las cimas montañosas para el desarrollo de la práctica astronómica. Hoy en día los telescopios más potentes salpican cumbres a lo largo y ancho del globo, desde Canarias a Hawái, pasando por Chile. Pero, ¿por qué precisamente estos emplazamientos? ¿Qué características deben reunir para que hayamos optado por ubicar allí nuestros observatorios?

Para responder estas cuestiones debemos fijar nuestra atención en la atmósfera terrestre. Esta fina capa gaseosa, de apenas unas decenas de kilómetros de grosor, desempeña un rol trascendental para la astronomía. Por un lado, absorbe y dispersa fotones, determinando así la cantidad de radiación que alcanza la superficie terrestre. La forma en que lo hace depende de la energía de esos fotones y es por ello que los enclaves más elevados y áridos son esenciales para el estudio de la luz, especialmente la ultravioleta (que es bloqueada eficientemente por el ozono) y la infrarroja (que es absorbida por las moléculas de agua y CO2). Otra enemiga acérrima de la astronomía es la turbulencia atmosférica, causada principalmente por variaciones verticales de temperatura y responsable de que “titilen, azules, los astros a lo lejos”, como diría Neruda. La turbulencia es menor en regiones costeras cercanas a los trópicos, donde las masas de aire descienden gradualmente. Los observatorios situados tierra adentro presentan el inconveniente de que los obstáculos topográficos favorecen movimientos verticales de aire, al contrario que los océanos.

La atmósfera además es, junto a las grandes masas de agua, el principal agente de transferencia de energía en el planeta y, por tanto, gobierna en gran medida el clima terrestre. Resulta evidente que un observatorio será más competitivo cuanto menor sea la nubosidad a lo largo del año, lo que de inmediato inclina la balanza hacia regiones con condiciones climáticas estables y zonas elevadas, preferentemente por encima de la capa de inversión térmica—nuestro famoso mar de nubes. A esto se añade el requisito de que la ventosidad sea moderada, de forma que no afecte al telescopio; que la humedad relativa del aire nocturno sea baja, para minimizar el riesgo de condensación o escarcha sobre espejos e instrumentos; y que las temperaturas diurnas y nocturnas no sean extremas, ya que favorecería el desarrollo de turbulencia entre el interior y el exterior de la cúpula. Finalmente, los aerosoles (calima, cenizas volcánicas y de incendios) contribuyen a la absorción y dispersión de los preciados fotones procedentes del espacio.

El componente humano es igualmente relevante para la localización de un observatorio. La contaminación lumínica procedente de los núcleos urbanos e industriales resulta tan nociva para la astronomía como lo es para la fauna nocturna. Por otro lado, alejarse de la civilización conlleva numerosos problemas de coste y logísticos, desde el suministro de energía y a la habitabilidad de los observatorios (pensemos en la Antártida). Por último, no podemos desdeñar la importancia de los conflictos culturales, políticos y legales, como estamos viendo en el caso de la disputada construcción del telescopio de 30 metros TMT en Hawái.

Solo unas pocas regiones en todo el planeta satisfacen este delicado balance de condiciones, y nada queda al azar en su elección. Son aquellas donde existen montes próximos a aguas frescas en zonas de clima estable dominado por un anticiclón subtropical: las costas del norte de Chile, el archipiélago hawaiano y, por supuesto, Canarias. Así que no dejen pasar la oportunidad. Suban a nuestras cumbres y toquen las estrellas. 

Rubén Sánchez Janssen es un astrofísico lagunero que se licenció y doctoró por la Universidad de La Laguna, con un proyecto de tesis desarrollado en el Instituto de Astrofísica de Canarias. Tras estancias postdoctorales en el Observatorio Europeo Austral (ESO, Chile) y el Instituto de Astrofísica Herzberg (Canadá), actualmente forma parte de la plantilla del Observatorio Real de Edimburgo, en Escocia. Allí divide su tiempo entre el desarrollo de nueva instrumentación astronómica para grandes telescopios, como el ELT, y el estudio de galaxias, sus satélites y sus cúmulos estelares.

Rubén Sánchez Janssen es un astrofísico lagunero que se licenció y doctoró por la Universidad de La Laguna, con un proyecto de tesis desarrollado en el Instituto de Astrofísica de Canarias. Tras estancias postdoctorales en el Observatorio Europeo Austral (ESO, Chile) y el Instituto de Astrofísica Herzberg (Canadá), actualmente forma parte de la plantilla del Observatorio Real de Edimburgo, en Escocia. Allí divide su tiempo entre el desarrollo de nueva instrumentación astronómica para grandes telescopios, como el ELT, y el estudio de galaxias, sus satélites y sus cúmulos estelares.

Rubén Sánchez Janssen

Sección coordinada por Adriana de Lorenzo Cáceres-Rodríguez

Pulsa para ver más contenido para ti