El mundo espera con ilusión el día en que, por fin, lleguen las primeras vacunas contra el covid-19. Las previsiones más optimistas sitúan la llegada de las primeras dosis para principios del año que viene. El aterrizaje de estos medicamentos marcará un antes y un después en la crisis sanitaria. Pero su efecto no será inmediato. Los expertos apelan al optimismo y a la paciencia porque las vacunas salvarán vidas, pero la pandemia no desaparecerá de un día para otro.

Actualmente hay una decena de vacunas experimentales que se enfilan en la fase final de los ensayos clínicos. Si se logra demostrar la seguridad y la efectividad de estas fórmulas, autoridades sanitarias y organismos reguladores podrían otorgarles una “autorización de emergencia” para que empiecen a repartirse entre la población. Es posible que el año que viene no haya una, sino varias vacunas en circulación. Eso sí, al principio las dosis llegarán con cuentagotas. Y ahí empezará el siguiente reto.

El reto logístico

España ya ha empezado a diseñar su plan de distribución de la vacuna. “Estamos trabajando con los representantes de salud pública de las comunidades autónomas, el Ministerio de Sanidad y las filiales españolas de las farmacéuticas para asegurarnos de que la vacunas lleguen en la cantidad necesaria y en los puntos concretos de uso para que no se necesite de infraestructuras excepcionales de las que no dispongamos en estos momentos”, explica María Jesús Lamas, directora de la Agencia Española del Medicamento.

La logística tendrá que adaptarse, por ejemplo, a las peculiaridades de cada vacuna. Habrá fórmulas que requieran estar a temperatura de nevera, entre dos y ocho grados. Otras, necesitan congelación. Y otras más exigen cadena de ultrafrío. Como la de Pfizer y BioNTech, que tiene que conservarse a unos 70 grados bajo cero. En España, esta solo se podría dispensar a través de hospitales. Mientras que en muchos puntos de África, Sudamérica y Asia esta traba logística descarta del todo su distribución.

Reparto y prioridades

Al principio, las vacunas serán un bien escaso. Cuando empiecen a llegar está claro que habrá pocas. Y será tarea de cada país delimitar sus prioridades. La Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere empezar por los colectivos de riesgo; los mayores de 65 años y los sanitarios de primera línea. Pero todo dependerá de las peculiaridades de cada vacuna.

Hay fórmulas que están diseñadas para reducir los efectos graves de la enfermedad y otras que evitan la transmisión del virus. Así que unas estarían más indicadas para grupos de riesgo y otras para colectivos más propensos a contagiar. Los expertos hablan de diseñar un mapa de prioridades y otro de vacunas. Y a partir de ahí ir uniendo puntos.

Futuro de las restricciones

El anhelo por la primera vacuna contra el covid-19 refleja, en realidad, el deseo generalizado de volver a la normalidad. Al día a día de un mundo prepandémico de gentío en la calle, bares a rebosar y vida sin mascarilla. Las inmunizaciones contra el virus ayudarán a que este escenario esté cada vez más cerca. Pero la vuelta a la normalidad no será inmediata. Los epidemiólogos Antoni Trilla y Magda Campins, cuyas voces han resonado en esta pandemia como las de unas estrellas del rock, vislumbran que a corto plazo las restricciones se mantendrán. Al menos en parte.

“A corto plazo, habrá que mantener las mascarillas y la distancia. Porque el virus seguirá circulando. Y al principio seguirán habiendo casos”, argumenta Trilla, experto del Hospital Clínic. Además, hay que tener en cuenta que las vacunas no serán eficaces al 100% y que no está claro cuánto durará la inmunidad generada (por lo que tampoco se podría descartar un escenario de revacunación, como con la gripe). “Aunque los sanitarios seamos los primeros en vacunarnos, al día siguiente ninguno se quitará el EPI para ir trabajar”, recalca Trilla.

La buena noticia es que el futuro de la pandemia no está solo en manos de la vacuna. Las autoridades sanitarias hablan de reanudar la vida en términos más o menos normales en cuanto disminuyan los casos. Por ejemplo, cuando estemos en unos 25 casos por 10.000 habitantes. O cuando la velocidad de transmisión se estanque por debajo de 1. Entonces podrán volver los encuentros sociales, aunque al aire libre. Y las quedadas con amigos, con mascarilla y distancia. Y todos los atisbos de esta nueva normalidad.

Inmunidad de grupo

La “antigua normalidad” irá volviendo conforme se forje la inmunidad de grupo. “Cuando el 60% de la población esté inmunizada ya tendremos mejor pronóstico”, recalca Campins, especialista del Hospital Vall d’Hebron. El horizonte, pues, no está en la llegada de las vacunas, sino en construir una protección de grupo frente al virus. En Alemania, por ejemplo, Angela Merkel ha afirmado que mantendrá parte de las restricciones hasta que un elevado porcentaje de la población esté totalmente inmunizada.

Ponerle fecha a este objetivo es arriesgado. Sobre todo durante una pandemia que, si algo nos ha enseñado, es que los planes a largo plazo pueden desmoronarse en cualquier momento. “Hacer calendarios y pronósticos sobre la futura vacuna no es conveniente. Todavía no sabemos ni qué vacunas llegarán ni en qué cantidad», ilustra Daniel López Codina, experto en análisis de datos sobre covid-19 del Grupo de Biología Computacional y Sistemas Complejos (UPC).

No bajar la guardia

Con la mirada puesta en el presente, los expertos llaman a no relajar las medidas de prevención ante las expectativas creadas por la vacuna. Primero, porque en España seguimos arrastrando el azote de la segunda ola de la pandemia. Y segundo, porque con o sin inmunizaciones contra el virus no podemos descartar la llegada de una tercera, cuarta y quinta oleada de casos. “Ahora hay que ser muy pacientes. Todos queremos salir de esta, pero tenemos que darnos cuenta que la situación es muy grave”, señala el biofísico, apelando a una fórmula de optimismo y serenidad.

Las vacunas contra el covid-19 añadirán un arma más a la lucha contra la pandemia. Rafael Vilasanjuan, consejero de la Alianza Mundial de la Vacunación (GAVI), lo explica a través del siguiente símil. La protección frente al virus se construye como “lonchas de queso suizo”. La mascarilla, por ejemplo, supone una primera capa de seguridad. Eficaz, pero con un agujero. La distancia de seguridad añade una loncha más. Y la higiene de manos otra. La vacuna, cuando llegue, añadirá una ración clave. Pero si de golpe quitamos todas las demás, el esfuerzo hecho hasta entonces no habrá servido de nada.

Optimismo y cautela

Las sociólogas Marta Cerezo y Alba Navalón piden abordar la conversación sobre vacunas con honradez y rigor; trasladando el optimismo de los avances, pero siempre con la cautela que se desprende de la incertidumbre. “Especular con las fechas de aplicación de las vacunas, hacer pensar a la población que se erradicará completamente el virus y trasladar el mensaje de que volveremos en seguida a la antigua normalidad puede ser contraproducente”, argumenta Cerezo, desde la Universidad de Salamanca.

“Esta vacuna no va a ser obligatoria. Y justo por eso hay que fomentar la confianza de la gente, porque sino todo el esfuerzo no habrá servido de nada”, añade Navalón, enfermera y socióloga de la Universidad de Alicante. En este sentido, las expertas apuestan por trasladar mensajes claros y concisos sobre las inyecciones; si estas fórmulas pasan por un proceso de ensayos clínicos, revisión y autorización es porque son seguras.

Porque sí, en algún momento el mundo volverá a la normalidad. Volverán las fiestas, los conciertos y los gritos en los estadios. Llegarán los reencuentros con los amigos, las comilonas con toda la familia y los abrazos sin mascarilla. La futura vacuna contra el coronavirus logrará que este horizonte esté cada vez más cerca. Pero para alcanzarlo, todavía habrá que esperar.