Una red cristalina infinitesimal adosada a una fibra de nitinol –una aleación de níquel y titanio– es la nueva apuesta científica de la Universidad de La Laguna (ULL) para mejorar los procesos de detección de contaminantes en aguas, alimentos e incluso en el aire de las Islas. Se trata del resultado final de varios proyectos realizados por un grupo de investigación asociado al Laboratorio de Materiales para Análisis Químicos de la ULL, que lleva siete años diseñando y adaptando a distintas aplicaciones esta red de cristales.

Más de lustro de estudios continuados han derivado en esta nueva invención que los investigadores decidieron registrar en junio de 2019 en la Oficina Española de Patentes y Marcas (Oepm) con el objetivo de protegerla y conseguir que su comercialización pueda revertir en la propia universidad. Un año después, los investigadores solicitaron su extensión internacional incluyendo el desarrollo de esta tecnología en el sistema internacional de patentes, y hoy ya tiene detrás una empresa que se encargará de comercializarlo.

Se están valorando nuevas aplicación de la tecnología para ampliar sus clientes potenciales

El resultado de esta investigación promueve un mejorado método para identificar los contaminantes en distintos compuestos, ya sea en estado líquido, sólido o incluso gas. “Las redes cristalinas son capaces de captar ciertos compuestos con mayor control que los métodos actuales”, explica la química Verónica Pino, una de las precursoras de esta nueva tecnología. Así, la pequeña red de cristales, que se encuentra adosada a una fibra de nitinol en la punta de una jeringuilla, tiene la capacidad de captar los hidrocarburos en el agua, los compuestos cancerígenos de los alimentos o determinar qué productos químicos forman el aroma del vino.

El equipo de investigación se ha ayudado de la revolución que supuso el invención de la fibra de nitinol –hace ya veinte años– para poder desarrollar un método mucho más eficiente, barato y ecológico que el que existe actualmente para la recogida y detección de sustancias contaminantes.

“Hasta ahora solo se estaban utilizando cuatro o cinco polímeros distintos para realizar estos estudios, y eran los que copaban todo el mercado”, afirma Pino. Esta red de cristales viene a revolucionar la funcionalidad de esos recogedores de contaminantes, pues es capaz de “atrapar justo lo que vas a buscar”. Los polímeros, como insiste Pino, son muy poco específicos y “atrapan de todo”, con lo que se deben hacer estudios complementarios para poder discriminar las sustancias que se están buscando.

También actúan rápido y son fáciles de usar. “La persona que lo vaya a utilizar solo debe dejar la jeringuilla en el compuesto elegido un máximo de 40 o 45 minutos”, asegura Verónica Pino. Una vez recogida la muestra, habrá que trasladarla hasta el laboratorio en el que se analizará, normalmente aumentando su temperatura hasta obtener la molécula. “Con el calor se hará más grande, se dilatará y liberará de la red”, explica Pino, que recuerda que luego se podrá estudiar con los recursos con los que ya cuentan muchas empresas dedicadas a este tipo de estudios, como un equipo de detector de masa o uno que funcione en base a la espectrometría de flourescencia.

El invento ha llamado la atención de la compañía especializada en cromatografía asentada en Cataluña, Teknokroma Analítica S.A, que firmó un contrato de licencia de la patente este pasado 27 de octubre. Para el equipo de investigación, esta rúbrica supone un avance muy positivo en la comercialización de la patente, ya que se podrá dar más salida a los productos a la vez que servirá de impulso para propiciar futuras colaboraciones. Además, el grupo de investigación, compuesto por seis científicos, no descarta poder montar su propia empresa spin-off a raíz de este trabajo. Rafael Nadal, uno de los responsables de Teknokroma, considera que aún se puede ampliar más el ámbito de aplicación de esta fibra, a pesar de ser un proyecto “en una fase de desarrollo muy avanzado”. Como señaló, el laborioso trabajo que los investigadores de la ULL han realizado hasta el momento “no va en detrimento de que se siga investigando en la elaboración de diferentes fibras que permitan ampliar, aún más, su ámbito de aplicación”. De hecho, se están valorando opciones de producción que garanticen la uniformidad en la calidad y se ha comenzado un estudio de mercado internacional para priorizar aplicaciones y usuarios potenciales para su promoción inicial. Las posibilidades que abre esta nueva tecnología son tan amplias que entre los posibles clientes potenciales que se podrían beneficiar de ella están laboratorios medioambientales, de control de alimentos y bebidas hasta la gigantesca industria farmacéutica. No obstante, y de manera generalizada, este nuevo producto podría interesar a todos aquellos laboratorios que necesiten extraer compuestos químicos de una determinada matriz para identificarlo y cuantificarlo posteriormente. “El nicho puede ser mucho mayor, solo tenemos que probar distintas aplicaciones”, remarcó la química de la ULL. La Universidad de La Laguna no destaca especialmente en registro de patentes. Desde el 2007 y hasta 2019, según la base de datos de la Oemp, se han registrado un total de 78 patentes presentadas o en las que ha participado la ULL, lo que la sitúa en la media nacional.

En 2019 tan solo se registraron cuatro y la media de esta última década ha estado en 6 patentes al año. El total solo es ligeramente superior al de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (70) y muy inferior a la de las universidades que coronan el ranking, como la Universidad de Valencia (133) o la Universidad de Barcelona (121). “No solo es importante la patente, también la transferencia”, insiste la química. Como recalca, es necesario que los organismos públicos y, más concretamente, los investigadores puedan transferir sus resultados para que repercuta en la sociedad.

Tanto para hacer valer el trabajo remunerado con fondos públicos que realizan estos funcionarios como para poder revertir parte del dinero conseguido en la universidad. Según las estimaciones realizadas por el grupo de investigación, tan solo haciéndose con un 2% de los beneficios que logre la venta del producto, podrían obtener unos 100.000 euros en un año. Las previsiones estiman que pueda empezar a comercializarse a mediados del próximo año. La entrega de muestras, así como su distribución podría comenzar en el último trimestre de 2021.