La labor de los infectólogos está siendo muy importante en esta pandemia. ¿Cómo es trabajar en primera línea contra el coronavirus?

En los hospitales de tercer nivel donde hay un servicio de enfermedades infecciosas, nosotros somos la primera línea, pero no solo en la atención al paciente, también en todo lo que tiene que ver en la prevención de la enfermedad y en la elaboración de los protocolos de tratamientos. Durante la primera ola del virus nos tocó aprender muy rápido de la infección, adaptarnos a la situación y gestionar los recursos como podíamos. Hablo desde mi experiencia personal, pero creo que es extrapolable a otros hospitales.

¿Qué fue lo más difícil?

Como decía, tuvimos que aprender muy rápido de la enfermedad, estudiarla e intentar adelantarnos todo lo que pudiéramos a la forma en la que se manifestaban los síntomas para decidir cuáles eran las mejores estrategias de tratamiento en un mundo donde no sabíamos nada de la enfermedad. Los médicos estamos acostumbrados a que sea al revés. De repente nos encontramos con una marabunta de pacientes que presentaban síntomas de Covid-19 y cuando se desbordaron los recursos y empezaron a sumarse compañeros de otras especialidades, nosotros, que llevábamos tratando con el virus desde febrero, tuvimos que enseñarles lo que habíamos aprendido. En mi caso, lo que más viví fue el trabajo de trincheras, concretamente, intentando identificar los signos de alarma cardiológicos porque me dedico a infección cardiovascular. Después nos reuníamos y compartíamos lo que habíamos aprendido y se redactaban los protocolos. Era dramático porque cada día cambiaba alguna cosa.

Además, usted se contagió. ¿Cómo lo vivió?

Sí, casi al final de la primera ola. A título personal, no quería que pasara porque sentía que si me contagiaba abandonaba a mis compañeros. Yo soy una de las que más guardias hacía al ser joven y que yo faltara eran ocho guardias menos al mes en las que había que ingeniárselas para poner a otra persona. De hecho, cuando se iban contagiando mis compañeros, llegué a hacer una guardia con equipo de dos personas porque los infectólogos, al final, nos convertimos en los resolutores de cualquier cosa. Trabajábamos una media de 16 horas al día, más las guardias, así que cuando me infecté, en cierto modo fue como un descanso, porque no podía más con el agotamiento.

Sigue investigando sobre el virus con su equipo, ¿qué aspectos destaca de su trabajo?

Creo que hemos aprendido mucho y no tengo la sensación de desbordamiento que vivimos en abril. Ahora sabemos más de la enfermedad, hay más estudios y sabemos leerla. Pero los sanitarios estamos agotados y decepcionados con la población, porque hay mucha gente que cumple con las medidas, pero también las hay que no. Además, tampoco nos han dado los recursos que necesitábamos de personal y de camas. Sabíamos iba a haber otra ola, que la infección está en la calle y, sin embargo, no sientes que te coja lo prevenido que te gustaría que te hubiera cogido. Además seguimos en precariedad laboral. Yo no tengo ni un contrato de 40 horas y, además, mi especialidad no está reconocida en España.

La inmunología es uno de los temas más controvertidos. ¿Qué puede contar sobre esto?

En primer lugar hay que decir que todo lo que sabemos del virus lo estamos continuamente aprendiendo. Todavía no podemos ser absolutamente firmes en nada. Cuando se tiene una infección viral puede desarrollar dos tipos de respuesta: la respuesta humoral, que es la que se encarga de formar los anticuerpos y la respuesta celular. Lo importante para tener inmunidad frente al virus, y ojo que no sabemos cuánto dura, es tener una buena respuesta celular. Hay mucha angustia por si han desarrollado o no anticuerpos y realmente haberlos desarrollado no significa que tengas respuesta celular o que te hayas curado y estés protegido durante un tiempo.

Entonces, en caso de haber superado la enfermedad, ¿puede haber una reinfección?

No lo sabemos. Probablemente sí, porque probablemente la inmunidad que deja este virus no es una inmunidad duradera. El SARS-1 y el MERS, que son primos hermanos del coronavirus, tienen una inmunidad de dos o tres años. A lo mejor el SARS-CoV-2 se parece, pero aún no lo sabemos. La realidad en este momento es que hay 54 millones de personas que han pasado el coronavirus, ¿y cuántas reinfecciones han salido en la prensa? Muy pocas. Así que creo que tenemos que ser muy prudentes con este virus porque no lo conocemos. Lo que sí sabemos es que si has pasado la infección y te has curado, dejas de transmitirlo.

¿Y podría mutar?

Podrían producirse, claro que sí. Pero que el virus sea capaz de mutar no significa que vaya a cambiar completamente sus características como para que si se encuentra una vacuna eficaz deje de serlo. La gripe muta cada año y, sin embargo, seguimos teniendo vacunas que se modifican en base a la gripe de la estación anterior y siguen protegiendo a multitud de personas.

¿Se puede ser optimista con los últimos anuncios de vacunas contra la Covid-19?

Creo que los ensayos de las vacunas han corrido y que las que van a salir al mercado pronto parecen seguras. Todos los pasos que se han dado así lo han demostrado y yo soy optimista en la implantación de la vacuna y en su capacidad para controlar la infección. No considero que vaya a conseguir un milagro, pero creo que vamos a ver el impacto de las vacunas sobre la población.

¿Cree que se podrá erradicar por completo la enfermedad?

Esto es una respuesta difícil de dar porque no puedo responder con asertividad. El MERS se llegó a controlar y no se expandió, pero en este caso me parece difícil porque ya estamos hablando de una pandemia. Creo que es muy improbable que consigamos erradicar al 100% el coronavirus. Ojalá, pero creo que ha venido para quedarse, al menos unos años.