¿Hay supernovas en nuestra Galaxia?

Seguro que han oído hablar de supernovas, esas explosiones al final de la vida de algunas estrellas de las que ya hemos hablado en artículos anteriores. En general, las supernovas que estudiamos se encuentran a millones de kilómetros de nosotros en galaxias lejanas. Pero si nuestra Galaxia también tiene estrellas, ¿no debería haber supernovas igualmente en la nuestra? Estadísticamente, se estima que deberían ocurrir entre una y tres supernovas en nuestra Galaxia cada cien años. Por desgracia, la última supernova vista fue en 1604. A este evento se le conoce como la supernova de Kepler, ya que fue el astrónomo alemán Johannes Kepler (1571-1630) quien hizo la observación más completa del mismo. Sus observaciones le llevaron a creer que había detectado una nueva estrella capaz de eclipsar a otras durante la noche y que fue visible durante el día por más de tres semanas. Hoy podemos confirmar que lo que observó Kepler no fue el nacimiento de una estrella, sino la muerte repentina de una mediante una violenta explosión.

Desde entonces no se han observado otras supernovas dentro de nuestra Galaxia. No queremos decir que la estadística sea incorrecta. El caso es que muchas de estas supernovas ocurren en el disco de la Vía Láctea, donde hay una población más densa de estrellas y donde existe mucho polvo estelar que oculta la mayoría de ellas. Este polvo supone un gran problema para los telescopios ópticos, aquellos que captan luz visible. En cambio los radiotelescopios, que trabajan fuera del rango visible, sí pueden detectar las nebulosas o los restos de supernova que resultan de la explosión. Un ejemplo de estas detecciones es el remanente de la supernova Casiopea A, considerada una de las fuentes de radio más brillantes fuera del Sistema Solar. Es el resultado de una explosión que sucedió hace unos 350 años. Aun siendo una fuente muy brillante y próxima, la supernova debió de ser muy débil por lo que no pudo ser observada a simple vista. Más recientemente, hace unos 150 años, pudo haber explotado otra supernova galáctica que dejó atrás G1.9+0.3. Futuras estrellas candidatas a supernova dentro de la Vía Láctea pueden ser la famosa Betelgeuse, la enana blanca IK Pegasi b o la estrella hipermasiva azul Eta Carinae, con una masa cerca de noventa veces la del Sol y cinco millones de veces más luminosa.

Si miramos fuera de nuestra Galaxia, y después de Kepler (SN 1604), nos encontramos con SN 1987A como la más reciente y próxima supernova detectada. SN 1987A explotó en 1987 dentro de la Gran Nube de Magallanes, una de las galaxias más cercanas a la nuestra. Fue tal su magnitud que la colocó dentro de las 300 estrellas más brillantes del firmamento durante su época de máximo brillo. SN 1987A ha proporcionado, desde entonces, una oportunidad única para comprender las supernovas y estudiar en detalle su comportamiento y evolución.

Gracias a esas observaciones detalladas obtenidas durante varias décadas, se ha podido eliminar suposiciones y confirmar teorías sobre las supernovas. Una de ellas fue la posibilidad de analizar el polvo liberado por una supernova. Otra gran oportunidad llegó con la detección de neutrinos. Estas partículas elementales subatómicas tienen una masa muy muy pequeña y sin carga electromagnética. Su descubrimiento confirmó su creación en enormes cantidades justo cuando el núcleo de la estrella masiva explotó como supernova para luego convertirse en una estrella de neutrones.

Por otro lado, SN 1987A presentó también aspectos que obligaron a replantearse muchos de los modelos científicos del momento. Por ejemplo, su curva de luz no se parecía a ninguna de aquellas observadas hasta el momento y se comprobó que su explosión no era simétrica como se pensaba. También se esperaba que la estrella progenitora estuviera en la fase de supergigante roja al explotar pero, en cambio, SN 1987A provenía de una supergigante azul, una estrella que no parecía estar ni siquiera cerca del final de su vida.

El último descubrimiento que nos ha proporcionado SN 1987A llegó el año pasado con las observaciones del radio-interferómetro ALMA, confirmando que en las partes centrales del resto de supernova existe una nube de polvo muy caliente y más brillante que sus alrededores. Esto sugiere que podría encontrarse una estrella de neutrones escondida dentro de la nube de polvo.

Si SN 1987A es uno de los mejores laboratorios para contrastar teorías sobre la explosión de supernovas, ¡imaginaos de lo que seríamos capaces si tuviéramos una supernova en nuestra propia Galaxia!

Esta sería una oportunidad extraordinaria para la ciencia, al poder estudiar estas explosiones con un mayor detalle gracias a los últimos avances tecnológicos de los que disponemos ahora los astrofísicos. Dependiendo de la distancia a la supernova, ¡podríamos incluso ver cambios morfológicos día a día!

Biografía: Nancy Elías de la Rosa es originaria de Güímar, Tenerife. Licenciada en Física por la Universidad de La Laguna, se doctoró en Astrofísica con una tesis cotutelada por la Universidad de La Laguna y la Universidad de Padua, Italia. Su carrera científica prosiguió con estancias en Alemania, Estados Unidos y Barcelona, siempre estudiando explosiones estelares de varios tipos. Ahora trabaja en el INAF-Observatorio Astronómico de Padua (Italia) y es científico visitante en el Instituto de Ciencias del Espacio en Barcelona.

(*) Sección coordinada por Adriana de Lorenzo-Cáceres Rodríguez