El marfileño Dieu lleva días en Dajla (Sáhara Occidental) a la espera de noticias de su hija. Ya no sabe a quién acudir para encontrar alguna información. No quiere facilitar el nombre de la menor porque la madre, que se quedó en Costa de Marfil, no sabe que su marido la busca. Con solo 9 años, la niña recorrió junto a una vecina más de 3.000 kilómetros para alcanzar las costas del Sáhara Occidental, desde donde poder viajar a Canarias de forma clandestina. A la desesperación de no encontrar a su hija se une el sentimiento de culpa por dejarla marchar. Lo hizo para evitar que sufriera la mutilación genital, una práctica prohibida por las Naciones Unidas al atentar contra los derechos de las mujeres que se practica en muchos países africanos.

Es solo uno de los cientos de nombres que se acumulan en la lista de Hervé Akoun. Este francés de origen marfileño que reside en Niza, al sureste de Francia, ha iniciado una tarea titánica: ayudar a los africanos que buscan de forma desesperada a familiares que se embarcaron en la ruta migratoria hacia Canarias. Algunos al menos saben que sus desaparecidos tocaron tierra pero otros ni siquiera saben si llegaron a las Islas, fracasaron antes de partir o se perdieron en la inmensidad del Atlántico. Incluso hay un caso, el de un joven de Costa de Marfil, al que su familia busca desde noviembre de 2017. “Todos los días recibo alrededor de 40 mensajes y la misma cantidad de llamadas de África y Europa. Contactan preguntando por sus hijos, sobrinos, novios, amigos... Seres queridos con los que no han vuelto a contactar. Imagínese qué sufrimiento”, relata Akoun.

De forma espontánea, Hervé Zogoué Akoun montó hace unas semanas una red de colaboradores para ayudar a estas familias africanas de Senegal, Guinea, Costa de Marfil, Mali y Mauritania. Fue gracias a la página que Akoun abrió en Facebook y en la que desarrolla, junto a un blog del mismo título, parte de su trabajo como activista de los derechos humanos. El perfil se llama Protégeons Les Migrants, Pas Les Frontières (Proteger a los migrantes, no a las fronteras) y el francés ya cuenta con la colaboración de dos canarias, Sara Fresno y María Ouko, ambas también residentes en Francia. “Nos contactamos por la red social y están siendo de gran ayuda para intentar localizar a estos jóvenes africanos que no se sabe dónde están”, asegura Akoun.

Soledad y ansiedad

El activista, voluntario de Amnistía Internacional en Francia, relata que se siente sobrecogido por la soledad y ansiedad de estas familias africanas que contactan con él. “Son personas sin recursos que mueven todo lo que pueden para encontrar a sus seres queridos, de los que no tienen noticias desde hace semanas, meses o años. Recurren sobre todo a las redes sociales”. ¿Dónde están? ¿Por qué no llaman? ¿Llegaron a Canarias? ¿Desaparecieron en el mar? “Estas preguntas se repiten entre quienes nos piden ayuda”, detalla Akoun, quien ha conocido casos de personas que repasan todas las fotos e imágenes de vídeo que llegan de Canarias para ver si pueden localizar a sus desaparecidos. Unos pocos lo lograron de esta manera pero la inmensa mayoría sigue mandando mensajes, repasando noticias y utilizando cualquier resquicio para encontrar al menos un pequeño atisbo de esperanza.

Las enormes dificultades que encuentran en la búsqueda les han impedido lograr el primer contacto. Pero Hervé, María y Sara no desisten. De hecho, empiezan a conseguir los primeros resultados satisfactorios. Porque transmitir a una de estas personas alguna información, por pequeña que sea, de los familiares a los que buscan “ya se puede considerar un avance”. Esto cuenta María Ouko desde Soissons, la ciudad al noreste de París en la que vive esta tinerfeña afincada en Francia desde hace 25 años y casada con un keniata.

Profesora de español y siempre sensibilizada con la defensa de los derechos humanos, María relata una de esas informaciones que al menos ha supuesto un pequeño alivio en medio de este océano de tristeza y angustia. “Hemos recibido noticias de que un cayuco que partió el 24 de septiembre de El Aaiún, en el Sáhara Occidental, pudo llegar a Fuerteventura. Iban 15 mujeres y otros 40 varones. En ella iba una de las personas que configuran nuestra lista de desaparecidos”, concreta al otro lado del teléfono. Hay otras gestiones, sin embargo, que no fructifican. “Un cayuco salió de Dajla con 24 mujeres y otros tantos hombres alrededor del 30 de septiembre. No se ha sabido nada de ellos. ¿Llegaron a salir a Canarias? ¿Se quedaron en el camino? ¿Llegaron a las Islas? No se sabe nada de nada”.

Nunca sabrán qué pasó

Es muy probable que algunas de estas familias africanas no sepan nunca qué pasó con sus seres queridos. Y es que como subraya Hervé Zogoué Akoun, la ruta de Canarias es “muy peligrosa” y “está dejando muchas vidas de jóvenes que partieron cargados de ilusión por el camino”. La Organización Internacional para las Migraciones calcula que uno de cada 20 perece en la travesía, la mayoría por inanición. Solo durante las últimas semanas, unas 480 personas han muerto o desaparecido en el mar cuando trataban de alcanzar la costa de Canarias procedentes de Senegal en embarcaciones precarias que no resistieron los más de 1.300 kilómetros que separan las costas senegalesas de un archipiélago que, para ellos, representa la puerta de entrada a Europa, donde les esperan familiares y amigos, en especial en Francia, España y Alemania. De ahí que el viernes, Senegal celebrase un día de luto en las redes con las etiquetas #SenegalEnDuelo o #Whatshappeninginsenegal.

Sara Fresno colabora desde Amiens, al norte de Francia. La psicóloga grancanaria que vivió muchos años en Tenerife cuenta que cuando se enteró de la tarea que había emprendido Hervé Zogoué Akoun no pudo quedarse de brazos cruzados. Su actitud ha sido siempre la contraria, con múltiples colaboraciones en organizaciones sociales. De hecho, estuvo de cooperante en Guatemala. A Sara le sorprende que los migrantes desaparecidos no hayan contactado con su país. “Las personas con las que hablamos no comprenden que no les llamen. Es muy raro porque los africanos nunca pierden el contacto con sus lugares de origen. Eso incrementa la angustia”, comenta. “¿Cómo es posible que no se les facilite una forma de comunicarse una vez llegan a las Islas? No lo entiende nadie”, insiste Sara.

La Policía y la Cruz Roja

La Policía Nacional y la Cruz Roja tampoco lo entienden. El cuerpo de seguridad señala que les retiran los móviles bajo su custodia pero que, cuando los migrantes pasan a un centro de acogida después de superar los test de Covid-19 y la identificación, se les devuelve. Es lo único que traen todos sin excepción: un teléfono móvil. Los integrantes del programa de atención a los migrantes de Cruz Roja explican que hay dos formas para que estas personas puedan comunicarse a uno y otro lado: “Ponerse en contacto con la sede de Cruz Roja más cercana de Canarias para quienes llegan o hacerlo con la Media Luna Roja más cercana para las familias que quieran contactar con ellos. Les ayudarán a través de un servicio denominado Restablecimiento del contacto entre familiares”.

“También pueden ponerse en contacto con el Programa de Atención a Personas Inmigrantes de Santa Cruz de Tenerife, a través de correo o teléfono, y con los datos de la persona que no encuentran pueden buscar en la base de datos que tenemos de quienes han llegado a nuestras Islas”, explica la organización humanitaria más involucrada en la atención a los migrantes del Archipiélago.

Los jóvenes que vienen de los países africanos más próximos a Canarias –y de algunos bastante alejados– han retomado esta ruta porque “cruzar el Mediterráneo es más complicado tras el acuerdo fronterizo entre Europa y ciertos países como Libia y Túnez”. “Los migrantes que huyen de Libia a veces son interceptados en aguas internacionales y traídos de regreso a este país con la ayuda de Frontex”, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas creada en 2004, manifiesta Akoun, para quien es “escandaloso y vergonzoso” porque “Libia, por ejemplo, no es un país seguro”.

Según el activista de origen marfileño, “algunos inmigrantes llegan a Canarias para escapar de la guerra y la persecución, mientras que otros lo hacen simplemente porque es la única solución para sacar a sus familias de la pobreza”. “La juventud africana pone en peligro la vida en busca de una vida mejor”, resume Akoun, que guarda algunas historias especialmente duras: “Destaco la de una mujer guineana que viajó a África Occidental con su hija de 20 años. Iban a Dajla para de allí partir a Canarias. El convoy de 30 pasajeros partió hace más de un mes. A día de hoy, no hay noticias de este convoy, ni de los pasajeros. La mujer había hecho creer a su marido, que también es padre de su hija, que ambas se iban de vacaciones a Marruecos. Solo que aquí las cosas no salieron según lo planeado. Las dos siguen desaparecidas. ¿Qué le podemos decir a su marido?”.

Detrás de cada uno de ellos

La mayoría de las barcazas salen del Sahara Occidental, Mauritania, Senegal y Marruecos. Adama lo hizo el 8 de agosto, junto con Ibrahim, Fily y Adelifou. Alcanzaron la isla de Gran Canaria pero sus familias no saben qué ha sido de ellos. Ndiaga salió de El Aaiún el 24 de septiembre pero ni siquiera se sabe si le pasó algo al cayuco. Touré partió el 30 de septiembre de Dajla pero tampoco hay noticias sobre su paradero. Mousa, Djenab, Demba, Cheik, Mamadou... 30 años de edad, 17 años, 9 meses, 20 años y con un bebé en camino... Detrás de cada uno de ellos hay familias angustiadas por saber qué les pasó.

“Solo pedimos un trato digno”

El activista de los derechos humanos Hervé Zogoué Akoun asegura desde Francia que lo único que pide es que Canarias trate de forma “digna” a las personas que llegan estos días a sus costas procedentes de África y que facilite la información de que disponga para que las personas que buscan a sus desaparecidos en la ruta canaria sepan al menos si han llegado o no a las Islas y puedan contactar con ellos. “Me gustaría que Canarias diera una bienvenida digna a los migrantes, porque nadie abandona la tierra de sus antepasados sin motivo alguno. El exilio no es un crimen; el asilo es un derecho“, señala, especialmente con respecto a los migrantes que huyen de los conflictos y la persecución y a los que no se está dando una asistencia ni trato adecuado. “No podemos mirar para otro lado”, concluye Akoun.