La evolución de la movilidad sostenible no solo se queda en los coches eléctricos. Las guaguas ya se sumaron hace años a esta carrera en Alemania con vehículos fabricados por la empresa MAN. Su evolución ha sido muy rápida y ya hoy son muchas las empresas municipales o mixtas que han incorporado a sus flotas de guaguas vehículos eléctricos, más económicos y operativos que los propulsados por gasoil, para circular por los casos urbanos.

En España, los buses eléctricos van ganando terreno. El año pasado, la compañía guipuzcoana Irizar ganó el concurso para suministrar una veintena de guaguas de este tipo a la empresa municipal de transportes de Madrid y otros trece a la ciudad de Vitoria.

El grupo Irizar, sin embargo, cosecha éxitos más allá de nuestras fronteras, porque en Francia ha entregado ya numerosos autocares eléctricos en la ciudad de Amiens y está ganando nuevos contratos en Alemania y Suiza, países a los que vende tanto autobuses como cargadores rápidos. Acaba de vender 49 a la ciudad de Estrasburgo. No es el único frabricante español, pues Vectia, con sede en Navarra, está vendiendo también este tipo de vehículos de transporte público en diferentes ciudades del país.

En Barcelona, además, ya se ha puesto en marcha una línea cubierta exclusivamente con guaguas eléctricas, la H16, que enlaza Arc de Triomf con la Zona Franca, aprovechando que el recorrido es enteramente llano. Los expertos consideran que el autobús eléctrico terminará con los tranvías, pues a diferencia de éstos, no requieren obras de ningún tipo.

Por su parte, el gigante aeronáutico Airbus presentó a finales de septiembre tres prototipos de los que serán los primeros aviones comerciales 100% eléctricos, destinados al transporte de corta, media, pero también larga distancia y que tienen como objetivo comenzar sus vuelos comerciales en 2035. Airbus trabaja en tres conceptos de aviones eléctricos (pero en este caso, propulsados por hidrógeno). Este tipo de propulsión es «un eje estratégico prioritario» para la empresa. El primer concepto con el que trabaja Airbus es el de un avión de configuración similar a los actuales, con un máximo de 200 pasajeros, y un alcance de 3.500 kilómetros, mientras que el segundo tendría motores de hélice, una capacidad de hasta 100 pasajeros y se destinaría a trayectos más cortos.

En los dos primeros aviones, el hidrógeno iría almacenado en un cilindro en la parte trasera del fuselaje, mientras que para el tercero se trabaja en un concepto completamente innovador de propulsión y almacenamiento del combustible. Según la empresa, para el éxito de esta iniciativa se debe producir hidrógeno en grandes cantidades y de forma no contaminante, además de que se necesitarían profundos cambios en las infraestructuras aeroportuarias. Se trata de retos similares a los que afrontan los vehículos terrestres propulsados por hidrógeno, que no contaminan pero para cuya difusión en masa se requiere de una producción verde y a gran escala del gas.

El avión turbohélice, con capacidad para hasta 100 pasajeros, y también propulsado por combustión de hidrógeno en motores de turbina de gas modificados, sería capaz de viajar más de 1.000 millas náuticas, por lo que es una opción perfecta para viajes regionales y de corta distancia.