Este mes ha impartido una charla en el Museo de Naturaleza y Antropología sobre comunicación en tiempos de pandemia ¿por qué cree que, especialmente al principio de la pandemia, se generaron tantos bulos y mentiras respecto al coronavirus?

Una de las cosas que influyó es que había mucho tiempo libre. La gente estaba confinada y tenía tiempo para hacer memes y fake news. En este sentido, hay dos tipos de bulos. Por un lado los que se hacen con la esperanza de que la creación se haga viral y vuelva a la persona que lo creó, como una forma de cerrar ese círculo. Un comportamiento se sustenta en la vanidad absoluta. Por otro lado está el bulo mal intencionado que se utiliza para apoyar una idea y perjudicar al enemigo. El odio a un sector de la población suele derivar en tratar de engañar al resto con una noticia que respalde tu opinión o incluso en inventar cualquier información para convencer de que existe una conspiración. Al final, no hay mayor mentira que contar la verdad a medias. Si a tu mentira le añades un poco de verdad, el resto del bulo entrará. Con el coronavirus hemos visto esto en muchas ocasiones esta forma de actuar, habiendo relacionado esta pandemia con el 5G, los preceptos antivacunas o la conspiración de que el virus está generado en un laboratorio. Y todos tienen parte de verdad, pero una muy pequeña. .

Parece que ahora ahora nos lo creemos más.

Tiene sentido, porque casi todos los bulos nos llegan a través de gente que conocemos y a las que damos credibilidad, ya sea nuestra madre, hermano o cuñado. Solemos confiar más en ellos que en los medios de comunicación y, además, es una noticia que nos llega al bolsillo directamente, que está escrita con un lenguaje cercano y acompañada de vídeos que simulan ser espontáneos. Su constructo es muy razonable pero desde que escarbas te das cuenta de que no lo es.

¿Cree que puede haber influido la crisis de credibilidad de los medios de comunicación o el auge de las redes sociales?

Creo que las redes sociales han amplificado todo esto. Curiosamente los datos ponen de relieve un aumento de consumo de los medios de comunicación desde marzo, casi un 50% más. Además, los medios de comunicación han dado información correcta pero han tenido que luchar contra gente que solo se informa en redes sociales o leyendo un titular.

¿Qué hacemos cuando una persona famosa, como Miguel Bosé, nos cuenta un bulo?

En primer lugar, cuando una persona famosa nos habla de algo en particular, no sabemos si es un bulo. Para discernir tendremos que pensar si esa persona que nos está hablando es una autoridad en el tema. Por ejemplo, si Rafa Nadal opina sobre el tenis, podemos concluir que es una opinión válida. Sin embargo, si Rafa Nadal habla sobre cómo debo alimentar a mi gato o el coronavirus, no debería hacerle mucho caso. Lo mismo ha ocurrido con Miguel Bosé. Si Miguel Bosé hablara de historia del pop en español de los años 80 sería una voz autorizada. No obstante, si habla de la Covid-19, no lo es. Por eso siempre tenemos que pensar si esa persona famosa sabe de lo que está hablando o no.

Durante esta pandemia también se ha dado el caso que personas con, a priori, autoridad, han transmitido información falsa.

Las personas con autoridad siempre se han usado para transmitir información porque confiamos en ellos y crean una opinión que es muy valorada por la ciudadanía. Esta situación ha ocurrido históricamente con los médicos y facultativos. Los medios de comunicación han tendido a utilizar a cualquier médico como experto generalista en medicina, y nos olvidamos de que no todos valen, puesto que cada uno es experto en una materia concreta. Aquí a veces se aplica lo que se denomina falsa balanza, que es darle la misma relevancia a opiniones que tienen el mismo peso.

¿Cree que existe una falta de cultura científica en la sociedad que enaltece todo esto?

Obviamente sí. Se desconocen muchas cosas de la ciencia. Hasta ahora, los comunicadores nos hemos centrado en divulgar los resultados y avances científicos que se daban porque por algún lado había que empezar. Y eso está bien, pero mientras no se ha hecho ningún esfuerzo en explicar cómo funciona la ciencia. La ciencia funciona de una manera totalmente diferente a cómo se desarrollan otras partes de nuestra vida. La ciencia tiene un método que no se entiende, un lenguaje a menudo incomprensible y se desarrolla a unos tiempos diferentes. Por eso, nada de ello es extrapolable a la vida cotidiana. Los comunicadores, en este sentido, hemos sido muy finalistas a la hora de explicar la ciencia porque no hemos llegado a explicar el camino que se debe recorrer para llegar hasta ahí.

¿Diría que la pandemia ha ayudado a los medios de comunicación españoles a darse cuenta de la importancia de contar con profesionales especializados en ciencia?

Creo que sí. Los medios de comunicación medianos y grandes han visto que las noticias de corte científico han tenido mucho tirón con una repercusión enorme en cuanto a visitas y espectadores. Está claro que existe un interés por conocer lo que está ocurriendo y el público ha sabido seleccionar la buena información y discriminar aquella menos elaborada. Eso solo lo puede conseguir un periodista que sepa y tenga interés por la ciencia, que conozca esos procesos, domine esos lenguajes y tenga una agenda adecuada, además, de saber discernir sobre la información relevante y lo que es una chorrada.

¿Hay suficiente potencial en Canarias como para mejorar la comunicación científica y evitar que la población sea susceptible de este tipo de mentiras y fake news

Hay potencial tanto en lo que se refiere a la producción de información científica como en lo referente a los profesionales. Por un lado, en las Islas se genera mucha información científica que está completamente desatendida. Por otro, contamos con unos profesionales de periodismo que están más que capacitados para comenzar a formarse en este mundo. Lo que pasa es que para conseguirlo hace falta perseverancia y especialización. De la misma manera que un periodista de deportes tiene que tener bagaje para ser experto y saber de lo que está hablando, un periodista que hable de ciencia también lo requiere. No puede estar saltando de sección en sección.

A finales de septiembre organizó un evento en el que reunió a varias personas interesadas en la comunicación de la ciencia en Canarias, ¿cuál era el objetivo?

Esto es una idea que se iba a fraguar a principios de año. Queríamos reunir a todas esas personas que sentían un interés por la comunicación y la divulgación científica en esta evento que llamamos Comunicación Científica de Canarias (Cocican). Sin embargo, y por motivos obvios, tuvimos que retrasarlo hasta este septiembre además de adaptarlo al online. Lo cierto es que fue todo un éxito. Durante el evento, que duró más de cuatro horas tuvimos la oportunidad de debatir con perfiles muy variopintos, desde gente de la administración pública, universidades hasta periodistas y divulgadores. Hay mucho interés por la comunicación y la divulgación y todos sabemos que es muy necesaria. A partir de ahí, vamos a formar un núcleo de personas para configurar una serie de actividades que vayan desde la formación hasta incluso conseguir un peso social que nos permita exigir más inversión en I+D para las Islas.