Canarias puede sufrir una erupción volcánica en cualquier momento. Diez o quizás cien años podrían ser suficientes como para poder ser partícipes una experiencia similar a la que vivieron los vecinos de La Restinga, en El Hierro. Sin embargo, ni Canarias ni otras regiones del mundo cuentan con un modelo de vigilancia volcánica que, a día de hoy, permita conocer con mayor precisión cuándo un volcán podría entrar en erupción. Para conseguirlo, los investigadores abogan por desarrollar un método común y general que permitiera predecir los fenómenos vulcanológicos con una precisión similar a la que logra la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) con la probabilidad de lluvia, los huracanes y otros fenómenos.

En eso justamente es en lo que está trabajando el investigador Pablo González Méndez, del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC) que quiere poner su granito de arena en este futuro método de vigilancia vulcanológica, poniendo a punto una tecnología que permita conocer el comportamiento del volcán a partir de los datos que proporcionan los satélites espaciales. El investigador acaba de recibir una beca Leonardo BBVA a Investigadores y Creadores Culturales, lo que le permitirá desarrollar un sistema novedoso que combina observaciones por satélite y simulaciones geofísicas capaz de caracterizar de forma más realista la dinámica del magma. Su objetivo es "observar los cambios en la elevación del terreno". Como explica el investigador, "los satélites con sensores radar permiten percibir los pulsos de radiación electromagnética , de modo que cada vez que un satélite sobrevuela un volcán, se puede percibir si ha habido un cambio en la elevación del terreno", explica el investigador. Con este método es posible medir cuánto ha cambiado la longitud de onda entre uno de los pasos del satélite por ese lugar específico de la Tierra y el siguiente así como tener un "mapa continuo de la presión magmática en las zonas volcánicas". Esta herramienta además, "permite determinar los cambios en la distancia con una precisión de pocos centímetros e incluso milímetros", alega el investigador.

La situación de la vigilancia volcánica en todo el mundo actualmente es mejorable. Los métodos de observación y vigilancia volcánica en Canarias, que normalmente llevan a cabo el Instituto Volcanológio de Canarias (Involcan) y el Instituto Geográfico Nacional (IGN), que cuentan con una red de instrumentación muy amplia e importante, mide distintos indicios que podrían predecir una erupción volcánica.

Sin embargo, la deformación del terreno, los gases expulsados o los movimientos sísmicos, son datos "desagregados" y se "desconoce la interrelación entre ellos". De ahí que, en muchas ocasiones, los investigadores tan solo puedan predecir sin demasiada precisión si va a ocurrir o no un fenómeno de este tipo en un corto periodo de tiempo. "La vigilancia volcánica depende ahora mismo mucho de la sismología, y se ha comprobado que muchos volcanes no emiten señal sísmica antes de entrar en erupción", afirma el vulcanólogo, que recuerda que en los volcanes con más instrumentación solo se acierta un 50% de las veces el momento en el que va a ocurrir una erupción.

El problema real es que los científicos desconocen lo que ocurre con el magma desde que se genera, a 75 kilómetros de profundidad hasta que empieza a dar las primeras señales sísmicas, a unos 25 o 30 kilómetros. "A partir de esa profundidad, la roca es más fría y el cambio de temperatura genera el terremoto", insiste. Sin embargo, el resto del camino que sigue el magma es un misterio para los investigadores. "Se carece de una comprensión completa del ascenso y de los magmas", afirma.

En este sentido, como explica González Méndez, estos sistemas de vigilancia volcánica espaciales podrían aprovecharse de la tecnología que está desarrollando el investigador y "utilizar las imágenes por satélite para mejorar la redes sobre el terreno". "Daría más realismo a la predicción y el modelo final sería más consistente", remarca González. No obstante, como insiste, "no estamos en el punto en el que pueda ser sustitutivo y tampoco es deseable". Un sistema de vigilancia como el que quiere desarrollar el científico del IPNA debe basarse en muchos datos e indicadores, y en este sentido, hace un llamamiento al resto de investigadores para tratar de aunar esfuerzos y conseguir crear un sistema de vigilancia volcánica robusto , no solo para Canarias sino para el resto del mundo. "Es un buen momento en las redes de observación", explica González Méndez, que insiste en que gracias a ello, "le hemos ganado cierto pulso al volcán". Sin embargo, el científico quiere ir más allá y, en este sentido, considera que "la contribución de las imágenes por satélite, que pueden determinar el movimiento del terreno, puede ser inmenso". No es la primera vez que los volcanes canarios se vigilan desde el espacio, ya ocurrió durante la erupción de El Hierro en 2011. Sin embargo, la tecnología llegó tarde para predecir la ocurrencia del fenómeno. "Con las imágenes por satélite pudimos determinar cuánto magma había, dónde se generó y cómo se acumuló antes de convertirse en Tagoro", afirma el investigador, que remarca que, "si lo hubiéramos tenido en tiempo real, habría sido un cambio brutal para la toma de decisiones", afirma. Hoy en día se puede saber, gracias a esta tecnología que el magma levantó la isla de El Hierro casi medio metro durante los cuatro años posteriores a la erupción. Su potencial también se percibió durante la erupción de Fogo, entre 2014 y 2015, en Cabo Verde, donde el uso de imágenes por satélite podría haber ayudado a determinar con mayor rapidez las medidas a tomar. Y en un futuro, la observación desde el espacio podría ayudar a determinar si podremos ser partícipes de una nueva erupción en Canarias.