La carne que consumían mayoritariamente los guanches de Tenerife procedía de cabras, ovejas y cerdos y, al carecer de tabúes dietéticos, también recurrían en ocasiones a aves, lagartos, perros y felinos aunque, eso sí, sólo para la élite de pastores-guerreros, no para el resto de la población.

El consumo de carne entre los guanches ha sido estudiado por el conservador del Museo Arqueológico de Tenerife, José Juan Jiménez, quien explica en la página web de museos de Tenerife que restos arqueológicos de crías y adultos de cabras, ovejas y cerdos han aparecido en cuevas de habitación del norte de la isla como Los Guanches, Los Cabezazos, Quiquirá, Don Gaspar y Las Palomas, así como también en yacimientos del sur. "Además, hay que señalar que en Tenerife las evidencias óseas de perros demostrarían la práctica de la cinofagia o costumbre de comer carne de perro, confirmada en el poblado de Guargacho (San Miguel de Abona) y en la Cueva de los Cabezazos (Tegueste), como sucedía entre algunos grupos bereberes norteafricanos del litoral de las dos Syrtes, los oasis de Trípoli, Tunisia y Argelia, la región de Gabes, el Souf, Djerid, Fezzan, Ghat, Ghadamés, Touat y Mzab", precisa.

También otros animales formaron parte de la dieta de los guanches como complemento nutricional o alternativa, como el consumo de lagartos que confirman evidencias sólidas en el yacimiento arqueológico de la Cueva de las Fuentes (Buenavista del Norte).

Los restos de felino, que aparecen en algunas cuevas de habitación y en la de Don Gaspar (Icod de los Vinos), han sido atribuidos a un presunto tipo robusto similar al gato del desierto o gato de las arenas, si bien José Juan Jiménez ha contrastado que éste resulta ser el más pequeño del género Felis junto con el gato patinegro.

Otros animales identificados han sido el erizo terrestre y la paloma, cuyo consumo habría sido esporádico u ocasional.

Todo esto fue consecuencia de que había disponibilidad de recursos cárnicos y proteínicos que fueron "jerarquizados", pues estaban en manos de una élite de pastores-guerreros.

De hecho, el cronista Alonso de Palencia (1490) señala con claridad que entre los guanches "no es permitido que la plebe coma carne cuando tiene hambre sino en los días de fiesta, con permiso de los amos".

"El ganado aumenta cada día y, a causa de la extensión y abundancia de los pastos, engorda y, ordeñado, produce gran cantidad de leche, también para los pudientes, porque los demás no pueden satisfacer esta necesidad aunque estén al cuidado de los rebaños", continúa el citado cronista.

Precisa José Juan Jiménez, que también es doctor en Prehistoria por la Universidad de La Laguna, que el conocimiento de la dieta guanche combina los datos procedentes de la documentación etnohistórica con la información proporcionada por los restos arqueológicos de cabras, ovejas, cerdos, perros, aves, lagartos, cereales, leguminosas, raíces, frutos silvestres, peces y moluscos.

Además, en los últimos tiempos han comenzado a emplearse técnicas químicas analíticas sobre restos humanos que apuntan a una alimentación constituida por ingredientes cárnicos y lácteos, mientras que los vegetales son escasos y los marinos resultan selectivos.

Entre los vegetales ingeridos destacan la cebada, la raíz de helecho, los frutos del mocán y el bicácaro, entre otros.

Los productos marinos -peces y moluscos- no formaron parte habitual de la dieta y su registro estadístico es muy bajo, continúa el arqueólogo, quien puntualiza que las dos zonas geográficas de Tenerife divergen a nivel dietético, pues el componente vegetal es mayor en el norte que en el sur "indicando una estrategia agrícola y recolectora, especialmente entre Tacoronte y La Orotava, frente al predominio pastoril meridional".

Además, la élite de la sociedad que era momificada consumía más carne y derivados lácteos que quienes sólo eran inhumados.

Entre las fuentes etnohistóricas más relevantes citadas por José Juan Jimenez se encuentra el texto de Alonso de Espinosa quien, en 1594, señaló cómo la cebada, después de limpia, "la tostaban al fuego y la molían en unos molinillos de mano. Esta harina llamaban gofio, la cual cernida era su ordinaria comida, amasándola o desleiéndola con agua o con leche y manteca de ganado, y ésta servía por pan, y es de mucho mantenimiento".