La Asociación de Cáncer de Mama de Tenerife (Ámate) recibió más de ocho mil consultas en 2019 vinculadas con una enfermedad con la que convive desde hace una década y media. Un pequeño cuarto en el Centro de Voluntariado de Santa Cruz con una mesa, una silla y un teléfono eran su único patrimonio cuando María del Carmen Bonfante y otras cuatro mujeres iniciaron esta aventura en 2005.

Bonfante, presidenta de Ámate, tiene la sensación de haber acometido una travesía por el desierto. Le diagnosticaron un cáncer en el año 2000, pero en lugar de rendirse se propuso hacer algo que sirviera de ayuda a otras mujeres con el mismo diagnóstico. "Coincidíamos en las sesiones de quimio y radioterapia y nos dimos cuenta de que no había un lugar pensado para mujeres con nuestra problemática", resume cuando intenta explicar cómo maduró una aventura que hoy tiene una gran implantación en la Isla de Tenerife y está presente en La Palma.

"Queremos saber"

Buscar respuestas, todas las que se puedan, cuando un médico te traslada que estás afectada/o por un cáncer de mama forma parte del ADN de una asociación que a día de hoy cuenta con una veintena de empleados: cuatro psicólogos, cuatro, tres trabajadores sociales, tres estilistas oncológicos (se encargan de reparar las lesiones que se manifiestan en la piel, en las uñas o en el pelo), dos administrativos, dos especialistas en la organización de eventos y preparador físico, que es el responsable de dirigir las sesiones de pilates y marcha nórdica.

Una "gran familia". Esa es la sensación que, según Carmen Bonfante, perciben las personas que acuden por primera vez a Ámate. "Hace unos días vino una chica a vernos. Ella no quería, pero su novio la llevó... Sentía que este no era un espacio para ella y todo cambió al ver que había jóvenes de su edad. No pasó demasiado tiempo antes de que nos confesara: ¡ Esto es lo que yo buscaba!". Así, más o menos, comienza a dar sus primeros pasos un paciente en Ámate. "Necesitan sentirse acompañadas/os; ver con sus ojos que se puede salir de una situación tan difícil", remarca Carmen.

Bonfante pone el acento sobre la fortaleza de las mujeres que acuden a pedir ayuda. "Todas afirman que pueden con el cáncer, que no quieren involucrar a más personas, que lo que necesitan es que alguien hable con su madre, marido, hijo...", enumera una persona que conoce los sufrimientos de cuatro procesos cancerígenos en su propia persona. Y es que Ámate no solo pone su punto de mira en la persona que tiene que pasar por las sesiones de quimioterapia o radioterapia, su radio de acción es cada vez más amplio aunque desde su dirección no se oculta el "daño" que ha causado la crisis sanitaria originada por el coronavirus.

"Hemos perdido presencia en la calle y en los hospitales, que es lugar en el que podemos prestar una valiosa ayuda. El hecho de que una asociada despierte de una operación y haya alguien a su lado es una sensación muy emocionante que hace tiempo que no sentimos", reitera debido a las restricciones marcadas por el Covid-19.

Día de cuestación

Es probable que hoy se encuentre con un socio o un voluntario de la Asociación de Cáncer de Mama de Tenerife en una de las numerosas cuadrillas que saldrán a la calle en busca de un donativo. El color rosa se hará sentir con fuerza en las inmediaciones de la Plaza del Príncipe, la Plaza Weyler, el Ayuntamiento de Santa Cruz, la Plaza de La Candelaria, en la Avenida de los Príncipes, en la Avenida de Venezuela (Santa Cruz), en la Plaza de La Concepción (La Laguna), en el Supermercado Alteza (La Matanza de Acentejo), Los Cristianos, La Guancha, el Ayuntamiento de Icod de Los Vinos y, por último, en el Mercadillo de Alcalá.

"Nos ha costado Dios y ayuda organizar la cuestación de 2020, pero nuestro protocolo sanitario funciona y esperamos contar con la solidaridad de un pueblo que siempre hemos sentido muy cerca de Ámate", agradece Bonfante.

No existe una cita con la presidenta de Ámate, algo que se extediende a toda su comunidad -unos 1.300 socios y 300 voluntarios-, en la que no se pronuncie el término "prevención". Saber y querer anticiparse al remolino de malas noticias que envuelven a los informes con claves oncológicas es uno de los aspectos que más trabaja este equipo de profesionales. "El miedo reaparece cuando alguien te dice: Yo también tengo cáncer". Esa es una de las razones por las que Carmen incide en el hecho de no dejar para mañana una consulta en la que puedes aclarar dudas que son vitales para afrontar el cáncer.

Alexandra, psicóloga de Ámate, está en una segunda línea de acción, justo después de los trabajadores sociales que establecen los primeros contactos con la persona que les reclama ayuda. Ella es una de los cuatro profesionales que se encargan de dar forma al puente que debe existir entre el paciente y la asociación. "Vienen con dudas, ansiedad, rabia; todo lo que cabe en el miedo", desvela en una fase de la conversación en la que otorga una gran importancia a una alianza psicológica, que es la que va a favorecer que el hombre o la mujer vuelvan una segunda vez. Sí. Colocar a los varones a la misma altura de ellas es una labor que en los últimos años ha cobrado un protagonismo que en el pasado no existía. "A ellos todavía les cuesta abrirse a la hora de contar que tienen un cáncer de pecho, pero por fortuna se está dando un cambio en positivo que pone de relieve que esta es una cuestión que afecta a ellos y a ellas... Es verdad que el porcentaje mayor se lo llevan las mujeres, pero eso no significa que no ocurra".

Respecto a los niveles de atención, la psicóloga abrevia su análisis con un juicio camaleónico. "El ritmo de las terapias lo marcan los pacientes".

Alexandra advierte cómo la ansiedad ha ido creciendo entre sus pacientes por el hecho de que en estos momentos tengan que resolver aspectos sanitarios asociados a su enfermedad a través de un teléfono. "Eso les provoca una inseguridad que es muy difícil de rebajar", matiza.

El hecho de perder el control sobre lo que les está pasando, que es algo que ocurre al finalizar el tratamiento, hace que la persona genere una idea de desprotección que en muchos casos se corrige con la agenda que se planifica en Ámate. "No todas vienen a pedir ayuda en el momento en el que conocen un diagnóstico", puntualiza Alexandra sobre las fases de trabajo que realiza. "Cada ser es un mundo y no es nada extraño que acudan en un momento final, cuando ya han completado el protocolo médico, ya que ahí viven una fase de incomunicación grande". El cara a cara entre el psicólogo y el enfermo es un elemento crucial durante la evolución de la enfermedad ya que la mayoría de las veces la información aparece codificada. "Hay médicos que no saben dar malas noticias; y también hay profesionales sanitarios que no tienen la empatía suficiente para acompañar a la persona que recibe un informe negativo sobre su estado de salud", concluye Alexandra.