Vivimos de forma frenética. Consumimos recursos de forma rápida y desechamos toneladas de ellos, incluso con sus envoltorios. Queremos todo al instante, barato, lo mejor. Esto requiere una actividad industrial y comercial global que conlleva la explotación de todos los recursos naturales del planeta, de forma insostenible, lo que nos expone a nuevos microorganismos y vectores de transmisión, presentes en los nichos ecológicos que invadimos y destruimos. Y aquí empieza el problema: no estamos adaptados a estos patógenos, ni desde el punto de vista inmunológico, ni evolutivo, y carecemos de fármacos y vacunas que nos protejan de las enfermedades que acarrean. Sólo entre los años 2011 y 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) actuó frente a 1.483 eventos epidémicos que afectaron a 172 países.

La celeridad a la que nos exponemos a nuevos virus emergentes va en aumento y es casi proporcional al tamaño de nuestra huella sobre el planeta. En promedio, cada 3 años un nuevo virus emerge (como Zika, West Nile, Chikungunya, Keystone, Oropuche o Akhmeta) y cada 6 sufrimos un brote pandémico de un virus respiratorio (como la gripe aviar H5N1, la porcina o gripe A H1N1, el SARS o el MERS).

Un virus emergente respiratorio puede viajar con nosotros, pasando en pocos días de ser local a diseminarse por todo el planeta a la velocidad de un vuelo comercial. Lo estamos viviendo con el nuevo coronavirus SARS-CoV-2; virus respiratorio que se transmite por el aire, predominantemente en forma de aerosol, siendo el propagador por excelencia una persona asintomática, que puede estar infectada por semanas o meses, con una alta carga viral.

Debemos identificar este fenotipo de forma activa, con exploradores y tests, para acotar los brotes y, mediante cuarentenas selectivas, frenar la propagación comunitaria del virus y evitar el colapso social. Una pandemia duradera como la de la Covid-19 socava el sistema sanitario, potencia la morbilidad y mortalidad de otras enfermedades, acrecienta el impacto de otras epidemias/pandemias ya en marcha (como la del VIH, la tuberculosis, la diabetes y otras enfermedades crónicas de nuestro tiempo) y debilita la economía, al cebarse en los sectores económicos más sensibles, agudizando la desigualdad social de los más desprotegidos.

Es necesario reconocer que afrontamos una sindemia

A nivel mundial, ya contabilizamos más de 37 millones de personas infectadas por SARS-CoV-2, sobrepasando el millón de muertes por la enfermedad de la Covid-19. La mayoría de gobiernos han reaccionado centrándose en el seguimiento de curvas epidémicas, con datos casi exclusivamente hospitalarios, y empleando terminología propia de una peste centenaria. Todas nuestras intervenciones son de reacción, rastreando para intentar cortar las líneas de transmisión viral, una vez identificado un infectado. Esto es necesario y urge hacerlo correctamente, pero más urgente es adelantarse al virus con exploradores para identificar a los asintomáticos, transmisores silenciosos y principales responsables de la propagación comunitaria del virus. Acción que incomprensiblemente rechazamos emprender.

Debemos aceptar el hecho de que estamos adoptando un enfoque demasiado estrecho para manejar una epidemia global por un nuevo coronavirus letal, tratándola como una enfermedad infecciosa pasajera, manejable a golpe de acciones expeditivas durante 15-20 días (en auxilio de los hospitales). Sin embargo, tal como estamos experimentando, la pandemia de la COovid-19 no es tan simple de atajar. Nos preguntamos qué falla. Al no querer anticiparnos a este escenario complejo, ahora tendremos que prepararnos para resolver una complejidad aún mayor, afrontando dos categorías de enfermedades que van a interactuar entre ellas: una, la propia infección por SARS-CoV-2/Covid-19, y dos, toda una serie de enfermedades crónicas, de carácter infeccioso o no, que no podemos dejar de atender. La suma de uno y dos, en un contexto de disparidad social y económica, exacerba los efectos adversos de cada enfermedad por separado.

Ante esta realidad de sinergias complejas, el uso del término "epidemia de salud pública" queda rápidamente obsoleto para la Covid-19. Esto ya se constató en los años 80-90, al no afrontar adecuadamente la propagación del VIH/SIDA en los barrios marginales de las grandes ciudades, lo que conllevó la estrecha transmisión del VIH/SIDA junto a otros problemas de salud pública, como la tuberculosis, enfermedades de transmisión sexual, hepatitis, cirrosis, mortalidad infantil, abuso de drogas, o suicidio, entre otras. Factores políticos, económicos y sociales se entrelazaron e influenciaron, y sostuvieron por décadas esta problemática tan compleja de salud pública. Así es como, de la mano de Merrill Singer, nació el concepto de sindemia: sinergia de pandemias.

La Covid-19, por tanto, no debe ser consideraba sólo como una pandemia, sino como una sindemia. Es decir, sinergiza con otras enfermedades y cuestiones sociales, agravándolas y aumentando la dificultad para abordarlas. Este concepto nos enfoca la problemática del SARS-CoV-2/Covid-19 como un reto a abordar de forma integral, actuando en varios frentes a la vez. La estrategia debe analizar las consecuencias que para la salud comportan las interacciones entre las enfermedades y los factores sociales, ambientales y/o económicos que promueven dicha interacción y empeoran la enfermedad. Debemos prestar mucha atención y ayudar en escenarios sociales muy concretos, allá donde aumente la susceptibilidad de estar aquejado de cualquier enfermedad y, por tanto, se favorezcan los focos de infección y propagación del SARS-CoV-2 y de la Covid-19. Reconocer que estamos ante una sindemia de Covid-19 implica que debemos hacer lo siguiente:

1) Hacer inventario de todas las enfermedades y condiciones de salud que se ven afectadas, y de núcleos poblacionales donde más ayuda se necesite.

2) Analizar mecanismos que promueven la interacción entre cualquier enfermedad y la Covid-19, para identificar a los pacientes más sensibles a la Covid-19.

3) Describir, informar de las condiciones socioambientales, biológicas y psicológicas que favorecen el impacto de la Covid-19 sobre la salud en general, y viceversa.

4) Valorar y cuantificar la mayor carga de trabajo que van a afrontar nuestros sanitarios, en hospitales y centros de salud, así como en residencias de mayores, debido a los efectos de la propia infección por SARS-CoV-2, los cuadros de la Covid-19 y por su efecto sindémico. Para afrontar el reto hay que fortalecer nuestros Hospitales y centros de salud, a todos los niveles, desde aumento de plantillas, adquisición de tecnología y medios adecuados, aplicación del conocimiento científico que surge durante el estudio de este virus y enfermedad, formación adecuada del personal, implementación en tratamientos, tests y creación de centros de estudio de virus emergentes (los países que afrontan seriamente estas amenazas disponen de estos centros en sus principales campus hospitalarios, por la importancia y gravedad de los virus emergentes para la salud, y su impacto en la sociedad).

5) Por último, hay que anticipar la gestión y la movilización de fondos, la inversión que será necesaria para afrontar adecuadamente la sindemia de la Covid-19. Una sindemia como la Covid-19 va a reducir la eficacia de los fármacos y de la asistencia sanitaria, aumentando los costes del tratamiento en pacientes afectados por cualquier enfermedad, estén o no infectados por SARS-CoV-2.

Además, tendremos que ofrecer asistencia médica especializada a la cohorte de convalecientes que van a sufrir secuelas de la infección por SARS-CoV-2/Covid-19, independientemente de si han sido o no sintomáticos, y que van a necesitar seguimiento por años. Este presupuesto debe anticiparse ya.

Debido a la gravedad de muchas de las secuelas de la Covid-19, en Reino Unido ya han establecido un plan de acción asistencial y seguimiento para la cohorte de convalecientes (miles de personas en cada ciudad). Lógicamente, los enfrentamientos políticos, la descoordinación social e ignorar a la ciencia en la toma de decisiones, empeoran la sindemia de la Covid-19, y puede prolongarla por años. Es decir, tomando prestado un símil futbolístico, "aún queda partido por jugar". Por tanto, debemos ser activos en identificar las personas asintomáticas infectadas por SARS-CoV-2 en la población, por sectores económicos, estructurando los equipos de trabajo, tanto para explorar y localizar a los infectados silenciosos como para rastrear a los infectados sintomáticos y sus contactos. Tenemos que adelantarnos al virus y evitar que surjan brotes y focos de propagación, como han hecho los países que mejor controlan esta crisis. Compartir información, ciencia, estrategias, medios y cooperar son herramientas necesarias para combatir este coronavirus.

Nos deberíamos plantear seriamente solicitar ayuda a países como Alemania, China, Nueva Zelanda o Corea del Sur, por ejemplo, para atajar eficazmente este problema. Es la forma de evitar que nuestros hospitales y sanitarios estén en una montaña rusa constante (las llamadas oleadas), que va a ir empeorando por el tsunami sindémico de la infección por SARS-CoV-2/Covid-19. Reconocer que debemos afrontar la sindemia de la Covid-19 nos ayudará a comprender la complejidad del reto y a atajarlo con acciones integrales, holísticas de salud pública, urgentes para la reactivación de nuestra economía.

La era de las pandemias: la importancia de estar preparado

La globalización, el comercio internacional, el turismo de masas€ Nuestra forma actual de vivir, nos obliga a trabajar global y localmente de forma coordinada, para afrontar los retos y amenazas asociadas a las pandemias emergentes como la de la Covid-19. Este escenario, nuevo para las Islas Canarias, para el país y Europa, es bien conocido por países de África y del Asia oriental que, en los últimos 15-20 años, han sufrido brotes pandémicos por virus respiratorios, tales como el SARS, MERS y H5N1, entre otros. Estas regiones están concienciadas y preparadas, afrontando con éxito al SARS-CoV-2 y la Covid-19. El esfuerzo conjunto institucional y del sector privado debe ser firme, y financiar la investigación y a la industria especializada, en todas las áreas necesarias. La investigación fundamental es crucial para descifrar cómo son estos virus y las enfermedades que causan, diseñar fármacos, vacunas y estrategias de salud pública para combatirlos. Nuestros hospitales deben ser de primer orden mundial, al igual que la red de atención primaria.

La sociedad global del siglo XXI debe asumir que la Ciencia es ineludible para adaptarse y superar el nuevo reto de los virus emergentes, y tener bien presente la complejidad de las pandemias que causan gran impacto sindémico en los enfermos y la economía; la sociedad en su conjunto. Estamos en la era de las pandemias, debemos estar preparados para convertir el reto en oportunidades de desarrollo para nuestras islas y sociedad.

(*) Virólogo. Director del Grupo de Inmunología Celular y Viral de la Universidad de La Laguna