España es uno de los pocos países de Europa en el que el uso de la mascarilla es obligatorio, al igual que la distancia social. Pese a ello los rebrotes se disparan y los datos nos sitúan entre los países europeos con mayor tasa de contagios por coronavirus. Un aumento de casos, en su mayoría leves de momento, que pueden agudizarse con la llegada del otoño y colapsar la sanidad. Durante meses se especuló con que la denominada inmunidad de rebaño era buena, pero ahora que crecen los casos saltan todas las alarmas. ¿Cómo se explica que España tenga la mayor incidencia de coronavirus en la UE? ¿Estamos aplicando bien los controles? ¿Nos estamos equivocando en algo? Los epidemiólogos lo tiene claro, las amplias relaciones familiares y sociales de los españoles facilitan que se lidere el número de brotes, aunque también faltan datos al carecer de un sistema único de información epidemiológica. Reuniones, cumpleaños y comidas familiares, son caldo de cultivo para el virus.

Qué ocurre con España

"Saber por qué somos uno de los países con mayor número de contagios de la Unión Europea (UE) es complicado y puede obedecer a varios factores. Entre ellos destaca que tenemos un problema claro con la socialización, somos mediterráneos, muchos locales de ocio y un clima benigno, la gente está en la calle", apunta el profesor universitario y epidemiólogo Francisco Caamaño.

Otro elemento, apunta, "es nuestra estructura familiar. Tenemos mucha relación no solo con nuestros padres, sino con abuelos, tíos, primos. Nos reunimos, hacemos fiestas. Existe mucha intercomunicación familiar que, en este caso, puede ser malo". En opinión de Caamaño, otro elemento importante es el modelo de vivienda español: "Frente a lo que ocurre en otros países, nosotros vivimos muy juntos en pisos, hacinados en barrios, y nos marchamos más tarde de casa". Finalmente, la "cuarta pata" serían los brotes asociados a problemas sociales: "Como pasó en Alemania, hay brotes asociados a los colectivos laborales más desfavorecidos, como trabajadores de empresas cárnicas o temporeros. Grupos humanos con circunstancias sociales complicadas que no pueden dejar el trabajo porque deben comer y viven en condiciones difíciles. También influye la temporalidad del empleo que tenemos. Una parte de nuestra estructura laboral está vinculada al turismo y la hostelería, o coges el trabajo de temporada o no tienes nada".

El responsable de Alertas Epidemiológicas Miguel Álvarez Deza apostilla que los españoles "somos más mediterráneos que los italianos" y de ahí el elevado número de contagios:"Tenemos muchas reuniones familiares y de amigos sin demasiadas precauciones. Veo estos días en la playa grupos de chicos con la mascarilla en la barbilla, jugando a las cartas sobre las toallas o esperando la guagua sin mascarilla o mal puesta".

Álvarez Deza también lamenta que faltan datos a nivel nacional: "No hay un sistema único de información epidemiológica. Cada comunidad tiene su servicio de salud pública y cada uno utiliza sus programas informáticos. Seguimos mandando datos diariamente al Ministerio de Sanidad tanto de casos nuevos como de brotes. Unas regiones los envían diariamente, otras comunidades, caso de Madrid, va bastante retrasada y Cataluña también porque están desbordados por el número de casos. Los datos no son ni todo lo buenos ni rápidos que deberían de ser porque no hay ni un sistema de vigilancia único ni estamos interconectados entre autonomías". De ahí que haya recibido como una buena noticia el anuncio de que Sanidad creará un Centro de Salud Pública Nacional.

La especulación del rebaño

La inmunidad de rebaño, con cuyos beneficios se especuló al principio de la pandemia "no es una buena estrategia para combatir una enfermedad", advierte Francisco Caamaño. "Cuando la alcanzamos puede tener consecuencias positivas, pero nunca es una estrategia para conseguir la inmunidad de la población. Aunque la proporción de jóvenes que tiene inmunidad fuera muy baja, solo con que el 1% presentara problemas graves, conduciría a un colapso del sistema sanitario y antes del colapso, esos jóvenes contagiarían a padres y abuelos". Caamaño y Álvarez Deza coinciden en la necesidad de utilizar la mascarilla. "Nos recuerda la presencia de la enfermedad y ayuda a cambiar nuestros comportamientos. Nos hace un poco monjes a todos", dice el profesor universitario. "La mascarilla, junto con la distancia es la mejor medida de protección", añade Deza.