Lucía Galán Bertrand, asturiana de origen y afincada en Alicante, ha alcanzado una gran repercusión en redes sociales con su blog Lucía, mi pediatra, como lo demuestran las 306.000 personas que la siguen en Facebook, las 67.000 de Twitter o las 301.000 de Instagram, con cerca de un millón de visitas al mes. Siendo aún una joven médico residente, fue madre de su primer hijo y, año y medio después, con su título de pediatra recién estrenado, tuvo su segunda hija. Ambos cambiaron su manera de vivir y sentir su profesión. Desde entonces trabaja en la capital alicantina, donde es socia fundadora y directora del Centro Creciendo. Ha publicado cinco libros a través de Planeta con más de 27 ediciones en total. Su última obra, El gran libro de Lucía, mi pediatra, ya se está convirtiendo en un éxito de ventas en España.

¿Cuáles son los contenidos del libro que acaba de publicar?

Se trata de una guía completa y actualizada sobre la salud de los hijos desde su nacimiento a la adolescencia. El problema con el que nos encontramos los padres y madres de hoy en día es que tenemos más información que nunca, lo que también propicia que estemos más perdidos que nunca. Tanta sobreinformación hace que muchas veces tomemos caminos incorrectos respecto a la salud de nuestros hijos. Por eso pensé que sería adecuado confeccionar una guía, seleccionando aquellas cuestiones que más puedan preocupar a los padres. Desde la alimentación a la sexualidad, pasando por las enfermedades y los motivos más frecuentes de consulta. Todo ello sin olvidar otros asuntos como la escuela, las vacunas, los accidentes infantiles o incluso las nuevas tecnologías y redes sociales.

¿Y por qué hasta la adolescencia?

Los niños viven etapas muy diferentes durante este período. Está la primera, cuando especialmente las madres tienen la sensibilidad a flor de piel y experimentan un cambio radical en sus vidas. Después, a los 2 o 3 años empiezan las rabietas, y más adelante, entre los 4 y 8 años, esa especie de luna de miel en que se convierte la relación con los hijos. Finalmente llega otro pico en la adolescencia, cuando nos encontramos con que tenemos en casa unos personajes que a veces nos ponen contra las cuerdas.

¿De dónde surge el desconcierto que atenaza a los padres?

Los padres de hoy en día somos mucho más autoexigentes que los de antes. Ahora, como digo, hay mucha información que se convierte en presión, y eso hace que nos pongamos el listón tan alto que resulte inalcanzable. Nos tenemos que concienciar que no somos superhéroes con capa y que si no llegamos a todo no pasa nada.

Y por si faltaba algo, ahora ha llegado la pandemia por coronavirus, lo que ha aumentado las preocupaciones...

Al principio había mucho miedo ante la posibilidad de que los niños fuesen un colectivo sensible. A día de hoy sabemos mucho más, en el sentido de que los niños se infectan menos que los mayores, son asintomáticos o con síntomas muy leves y tampoco son los grandes transmisores que se pensaba y que los había convertido en unos apestaditos. De todas formas, eso no quita que debamos continuar siendo precavidos, porque como digo, pueden ser asintomáticos y provocar contagios.

¿Cómo se han comportado los niños en el confinamiento?

Los niños nos han dado a los adultos una lección en el cumplimiento de las normas de prevención del coronavirus. Se han tomado tan en serio las medidas que algunos de ellos ahora no quieren salir a la calle, lo que tenemos que reconducir, porque no pueden seguir encerrados.

¿Ha sido muy complicado el confinamiento en las casas?

Al principio todos los padres nos lo tomamos con mucha energía, pero a medida que pasaban las semanas bajaban los ánimos hasta convertirse en un foco de tensiones. El teletrabajo, además, lo ha complicado todo y ha puesto a muchas familias al límite.

¿Demasiadas pantallas estos meses?

La tecnología nos ha sacado del atolladero a todos, con niños que han abusado de las pantallas. Ahora toca ir reduciendo horarios y hacer vida al aire libre.