Yo, la oficial comandante Picard , hace casi diecisiete años que comencé mi viaje. En aquellos comienzos me enrolé en la nave espacial Enterprise-C, donde la oficial comandante Kirk disfrutó enseñándome el conocimiento adquirido por generaciones acerca de los centros de las galaxias. Pasados los años sigo compartiendo la bitácora de vuelo con la oficial comandante, donde cada anotación debe ser irrefutable.

En estos viajes hemos aprendido que todos los núcleos de galaxias, incluso los que parecen aburridos, tienen un monstruo (que llamamos agujero negro) cuyo peso es el de millones de veces la masa de nuestro Sol. Es mejor no acercarse demasiado si no queremos quedar atrapados en ellos. Nuestra Galaxia, por ejemplo, tiene un monstruo que hace muchos años propició una violenta fuente de energía. Lo sabemos porque hemos viajado a los vientos que se quedaron congelados en el tiempo en los polos de nuestra Galaxia.

Otra nave de la alianza consiguió llegar recientemente cerca del monstruo de la galaxia M87, fotografiando el último anillo luminoso antes de caer en las fauces del mismo. Sabíamos que este anillo debía existir pero había que ser intrépidos para fotografiarlo. Yo leía la bitácora de esa nave y no podía sino sonreír porque me hablaban de una galaxia amiga que visité hace unos años. En esa ocasión visité el disco que alimenta al monstruo al que caen grandes cantidades de estrellas, gas y polvo. Se trata de un sumidero gigantesco. En ese viaje íbamos nave-gando por el disco de M87 cuando de pronto se acabó y todo fue caos. Los objetos viajaban en todas direcciones. Pasamos miedo pero con los propulsores puestos nos dirigimos hacia el punto de salida. En realidad habíamos planeado concienzudamente esa misión y sabíamos que en uno de los polos del disco había un chorro de luz que nos expulsaría lejos de la galaxia. En segundos, sujetos a lo que llamamos campo magnético helicoidal, salimos de M87 haciendo espirales.

Este viaje lo hemos repetido en otras galaxias. Los discos dejan paso al caos y el caos debe dejar paso al anillo luminoso. Sin embargo, hemos aprendido que no todas las galaxias tienen estos chorros luminosos. En otros casos hemos usado vientos como el que hubo en el centro de nuestra Galaxia. Estos vientos a veces nos golpean sin remedio expulsándonos a miles de kilómetros por segundo. En uno de esos viajes, una nave de la alianza visitó la galaxia NGC1365. Al llegar al disco, rápidamente el gas que les rodeaba salió lanzado. Creyeron que serían expulsados de la galaxia dentro de una nube pero esta volvió a caer lentamente como si se tratara una gran fuente donde la nube es una gota de agua. Yo personalmente he comprobado cómo estas nubes en órbitas a velocidades endiabladas son muy comunes, especialmente cuando los discos son brillantes.

Con el tiempo aprendí que las razas, creencias y culturas enriquecen estos viajes. Es por ello que cambié de nave en varias ocasiones. En una topé con Míster Spock, nativo de Vulcano y que se rige estrictamente por la lógica sin involucrar sentimientos. Él me invitó a explorar monstruos de distinta gordura: anoréxicos, delgados y obesos. Los primeros se encuentran en los sistemas binarios de nuestra Galaxia, los segundos en las fuentes ultraluminosas de otras galaxias y los terceros en sus núcleos. La diferencia entre ellos es que, si los delgados tienen un índice de masa corporal normal, los anoréxicos tienen un peso mil veces menor mientras que los obesos pueden pesar hasta un millón de veces más. Tras un largo viaje pudimos comprobar que todos los discos que hay en el Universo se parecen siempre que haya un monstruo hambriento en su centro. Esto nos hace pensar que el monstruo crea el disco y que los más obesos puede influir en toda la galaxia.

El monstruo es el rey que habita en la galaxia, dictando normas que se cumplen hasta los confines de su reinado. Aunque los reinados puedan no ser de nuestro agrado, la flota estelar sigue su propósito de exploración de estos desconocidos rincones del Universo. Esto lo hacemos sin imponer nuestras ideas o formas de vida, tal y como lo exigen las directrices de la flota estelar. Conociéndoles a ellos, nos conocemos mejor a nosotros mismos porque todos formamos parte de un mismo Universo.

Biografía: Omaira González Martín nació en Lanzarote en 1981. Estudió la Licenciatura en Física en la Universidad de La Laguna y realizó su tesis doctoral en el Instituto de Astrofísica de Andalucía (Granada) sobre núcleos activos de galaxias de baja luminosidad. Después trabajó un año en la Universidad de Leicester (Reino Unido), dos años en la Universidad de Creta (Grecia) y cuatro años en el Instituto de Astrofísica de Canarias. Desde 2014 es personal en plantilla del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Sección coordinada por Adriana de Lorenzo-Cáceres Rodríguez