El pasado 26 de junio, cinco okupas de una vivienda del barrio de A Milagrosa, en Lugo, llamaron a la Policía para que echara a los familiares de los propietarios de la vivienda porque tenían "miedo". Los dueños de la vivienda, un marido y una mujer ancianos, se había trasladado a pasar el confinamiento con uno de sus hijos, padre de la nieta que descubrió que la casa había sido okupada. Según informa La Voz de Galicia, los agentes tuvieron que obligar a la nieta y otros parientes, que habían hecho guardia para impedir que robaran nada, a marcharse de la vivienda.

Los familiares de los ancianos pidieron a los vecinos que les alertaran de cualquier incidencia que se produjera en la vivienda. Una llamada de un conocido les avisó de que había visto gente entrar y salir de la casa por lo que la nieta, acompañada de otras personas se personaron ante el inmueble para vigilar a los okupas y evitar que se llevasen objetos de su interior.

Los agentes detuvieron un día después a los okupas -dos mujeres y tres hombres de entre 18 y 31 años-, y les acusaron de un delito de robo con fuerza. Habían destrozado la casa. En tan solo tres días cambiaron la cerradura, descolgaron los cuadros, rompieron los muebles y los marcos de fotos y habían envuelto muchas de sus pertenencias en mantas.

"Había colillas tiradas por el suelo, cagadas de perros... Además de destrozones, guarros", asegura la nieta de los propietarios, que reconoce que "cuando entré ahí, se me caían las lágrimas". Los okupas se llevaron dinero en efectivo de su abuela, que se siente culpable por lo ocurrido. "Tiene un disgusto muy grande. Le robaron miles de euros en efectivo y cree que la culpa fue suya por tener ese dinero en casa", explica.

Finalmente, los okupas fueron desalojados de la vivienda. Los cinco están acusados de un delito de robo con fue