"No me han dejado gastar ni un céntimo desde septiembre". El investigador Jesús Arrieta es uno de los 40 empleados de la sede canaria del Instituto Español de Oceanografía (IEO) que están sufriendo ahora las consecuencias de una burocracia limitante y una gestión inadecuada en el centro que se ha prolongado durante los últimos diez años. Su proyecto de investigación concluye en diciembre y en este tiempo apenas habrá completado un tercio de los objetivos que se había propuesto hace tres años. La imposibilidad de gastar los fondos del Plan Nacional de I+D -los contratos científicos más competitivos de España- ha tenido consecuencias en su producción científica que corre el riesgo de culminar sin haber resuelto ninguna de sus hipótesis. "Nunca he visto nada igual", insiste.

El proyecto científico de Arrieta trata de dilucidar si el dióxido de carbono que se encuentra almacenado en el océano profundo puede tener alguna consecuencia a corto o largo plazo en el cambio climático. "Se cree que es inocuo porque, en principio, ningún organismo lo degrada", explica Arrieta. Sin embargo, el investigador considera que puede que no sea así, pues no se ha comprobado, y el aumento de la temperatura del mar podría provocar que este remanente de dióxido de carbono se disparara hacia la atmósfera.

El investigador recogió las muestras en la última campaña oceanográfica realizada durante el pasado año. Y desde entonces se han quedado guardadas en una nevera. La incapacidad del Instituto Español de Oceanografía (IEO) para dar luz verde a su presupuesto, ha provocado que no pueda comprar los materiales necesarios para el estudio de estas muestras obtenidas en el fondo del mar. No es la primera vez. Durante el estado de alarma, Arrieta tuvo que comprar un ordenador portátil para trabajar desde casa porque, a pesar de tener el gasto concedido, no se podía ejecutar. Los problemas de Arrieta van más allá, pues también había solicitado un proyecto para montar un laboratorio. "Quedan 105.000 euros sin gastar y la mayor parte del equipo está sin comprar", afirma el investigador que recuerda que en diciembre se acaba el plazo para realizar las compras y este montante corre el riesgo de perderse. "Además de no usarlo, se utiliza mal", insiste Arrieta al tiempo que recuerda que esta infraestructura científica se va a quedar incompleta. Los problemas son tan acuciantes que el centro no tiene ni para renovar el aire acondicionado que lleva un tiempo estropeado. De esta manera, los laboratorios llevan "varias semanas" expuestos a temperaturas mayores de 30 grados, superiores a las que dispone la ley.