Doctores de Reino Unido e Israel han defendido la necesidad de orientar las políticas de estado sobre el tabaco hacia la reducción del daño que provoca, usando de palanca las nuevas alternativas electrónicas para evitar situar al consumidor ante la encrucijada de "lo dejas o mueres". Para estos médicos, no permitir a los fumadores cambiar a una opción que les exponga a menos tóxicos -como ocurre en al menos 14 países que han prohibido los cigarrillos electrónicos- lo único que consigue es evitar que logren un estilo de vida más saludable. El que fuera responsable de oncología de los hospitales londinenses Guy's, King's y St Thomas y actualmente asesor del Gobierno francés en su estrategia sobre cáncer, Peter Harper, recordó que "la mayoría de fumadores no lo dejan" pese a saber que es perjudicial para la salud, incidiendo en que hasta el "64 por ciento de los diagnosticados con cáncer de pulmón sigue fumando".

"Y ¿por qué?", se preguntaba en voz alta el médico durante unas jornadas sobre reducción de daño organizadas por Philip Morris: "porque el ser humano es irracional y a veces no toman las mejores decisiones sobre su salud, ni en lo que se refiere a la comida, la actividad física o fumar". Harper fue tajante defendiendo "que lo mejor es dejar de fumar; nunca diré nada diferente", pero tampoco "firmaré nunca por abogar hacia el o lo dejas o mueres como única opción". Por ello, defendió que prohibir productos de reducción del daño del tabaco convencional "va contra el sentido común" y "contra la evidencia científica". Harper como el responsable del Instituto de medicina e hipertensión de Israel, el cardiólogo Reuven Zimlichman, reconocen que no hay datos a largo plazo sobre el impacto en reducir la mortalidad de estos nuevos productos pero inciden en que la experiencia médica ha sido consistente en encontrar correlación entre estar menos expuesto a un tóxico y su influencia positiva en la salud.