El acusado del asesinato de sus padres y su abuelo adoptivos en una vivienda de Guaza, en el municipio de Arona en marzo del 2018, exteriorizó en el suceso todo el odio que tenía guardado hacia sus familiares, sobre todo a su madre adoptiva, con la que se ensañó, puesto que le causó una treintena de puñaladas y cortes. Así se reflejó en la tercera sesión del juicio con Tribunal de Jurado que se desarrolla en la Sección II de la Audiencia Provincial, en la que dos psicólogos del Instituto de Medicina Legal de Santa Cruz de Tenerife explicaron que en las tres entrevistas que le hicieron al procesado apreciaron muchas contradicciones e incoherencias en su testimonio. Según dichos profesionales, hay partes del trágico episodio que no recuerda, pero advirtieron de que Ricardo Ortega fue consciente, de manera plena, de lo que hizo. En esas conversaciones, los psicólogos no detectaron arrepentimiento, ni sentimiento de culpa ni malestar emocional en el joven, que tenía 23 años cuando ocurrió el suceso. Eso sí, al final de la tercera de las entrevistas, reconoció que los hechos fueron una "atrocidad".

Maltrato psicológico

Ante tales especialistas, argumentó que había sufrido maltrato psicológico, sobre todo por parte de su progenitora de adopción. En cualquier caso, los autores del informe psicológico descartaron, de forma tajante, que el acusado sufriera trastorno mental transitorio y, mucho menos, enajenación mental. Y eso a pesar de que el abogado defensor, Tanausú Martín, se esforzó por recordar que un técnico sanitario de una ambulancia aseguró que lo halló en estado de "shock" al llegar a la vivienda la madrugada del parricidio.

En varias ocasiones, Ricardo Ortega les habló de que dudó, a lo largo de una hora, si cometer o no los asesinatos, tal y como relató él mismo en el primer día del juicio. Pero "controlaba perfectamente lo que hacía", según dichos integrantes del Instituto de Medicina Legal de Santa Cruz de Tenerife. Además, en opinión de los expertos en Psicología, el acusado muestra "una tendencia a minimizar, ocultar, justificar, negar o tergiversar la información a su favor, para ofrecer una imagen socialmente aceptable de sí mismo".

A juicio de los citados peritos, uno de sus mecanismos de defensa es "culpar a los demás"; es decir, "siempre establecer el origen de los problemas fuera de él". A los citados funcionarios también les contó que en los tres primeros meses del 2018 se había alejado del consumo de drogas y solo fumaba algún porro de manera puntual. Además, relató que había iniciado un proceso de acercamiento a sus padres, en la medida en que no tenía dinero ni dónde alojarse.

El procesado se ensañó con su madre adoptiva, a la que propinó varias decenas de puñaladas en diversas partes del cuerpo. La mayor fue el corte en el cuello. De esa manera, el único implicado vertió el odio que sintió hacia ella desde que llegó a la mayoría de edad, sobre todo, según Ortega, por haberle dicho que era adoptado a los 18 años durante una discusión familiar, por despreciarlo con expresiones como que era "un inútil" y "un fracasado", así como por no dejarle hacer lo que él quería, como jugar al baloncesto o estudiar Arquitectura. Todas las lesiones incisas y cortes sufridos por dicha mujer se produjeron mientras estaba viva, según una médico forense del Instituto de Medicina Legal que le practicó la autopsia.

Agonía durante minutos

Esta víctima no tuvo opción de defenderse, aunque sí se pudo mover mientras era atacada. Falleció por el conjunto de todas las heridas y agonizó durante varios minutos, a la vez que se desangraba. Dicha especialista advirtió al Tribunal del Jurado y a la fiscal que había tantas lesiones que resulta complicado establecer el orden cronológico de las mismas. El padre adoptivo, Antonio Ortega, tuvo alrededor de la mitad de lesiones que su esposa: cuatro en el tórax y en el abdomen, una en el cuello y ocho en la espalda, así como alguna más en un brazo.

Una herida fue mortal de necesidad, puesto que seccionó la arteria pulmonar y llegó a la aurícula derecha; es decir, le atravesó el corazón. Por ese motivo sufrió una hemorragia muy fuerte y falleció de forma más rápida que su mujer. El abuelo, Luciano Martín, también tuvo otra lesión mortal de necesidad en el pecho, pues le perforó el pulmón y llegó hasta el corazón. Sufrió varias puñaladas más, pero no llegó a tener tantas heridas como las otras dos víctimas.