"Un pequeño grupo de individuos puede tener una influencia grande y negativa si están organizados, decididos y tienen acceso al poder". Esto es lo que afirma el libro Mercaderes de la duda, de Naomi Oreskes y Erik M. Conway, que narra cómo altos cargos, al servicio directo o indirecto de empresas contaminantes, pueden llegar a anular los esfuerzos de la comunidad científica para demostrar los peligros de una determinada actividad.

El trabajo identifica con nombres y apellidos algunos de esos activistas negacionistas (Fred Singer, Fred Seitz, Robert Jastrow o William Nierenberg, entre otros), reunidos en entidades como el instituto norteamericano George C. Marshall. Su actividad, más que atacar, ha consistido siempre en "sembrar dudas" sobre lo que, con grandes esfuerzos y años de investigación, han logrado establecer los científicos. El objeto es hacer creer que lo que dichas investigaciones han descubierto no está, en realidad, tan claro. Por ello, recuerda el libro, ya empezaron cuestionando que hubiera relación entre el tabaco y el cáncer. Seitz, por ejemplo, participó en una investigación financiada por la industria del tabaco destinada a generar "la impresión de que había debate" sobre este asunto, cuando ya había quedado meridianamente claro.

En 1995 los científicos establecieron que el cambio climático ya empezaba a ser perceptible, pero los negacionistas lograron retrasar una década la aceptación de este fenómeno por parte del público, originando un falso debate. Su objetivo era claro: "Desacreditar toda la ciencia que no les gustaba. No desarrollaron prácticamente ninguna investigación científica original. Sólo esparcieron confusión. Prácticas que continúan hoy en día: negar los hechos y mercantilizar la duda", afirman los autores.

El agujero en la capa de ozono fue, por su puesto, otro de sus objetivos. Se inició una campaña de publicaciones en medios con afirmaciones anticientíficas, como echar la culpa a los volcanes, que perduró hasta bien entrada la década de los años 90.

El peligro del invierno nuclear, los efectos de la lluvia ácida o las consecuencias del proyecto de la Guerra de la Galaxias son otros campos en los que estos grupos han actuado con eficacia.