La investigación canaria del mar ha naufragado definitivamente viéndose abocada a perder un año y medio de ciencia. Falta de combustible, la crisis de la Covid-19 y finalmente una planificación estatal que busca ahorrar en tiempo para conseguir una mayor eficiencia, han relegado la continuidad de la ciencia marina de las Islas a mediados de octubre, momento previsto para que uno de los dos únicos buques oceanográficos de los que dispone Canarias, el Covid-19Ángeles Alvariño

Los problemas se han ido sucediendo sin descanso, por lo que los científicos ya veían sin demasiado optimismo el poder recuperar el año de investigación perdido. Sin embargo, este nuevo revés amenaza con hurtarle seis meses más de medición de los parámetros oceánicos que tan necesarios son para impulsar la economía azul, evaluar el estado de los recursos pesqueros o entender cómo el cambio climático afectará al Archipiélago.

Justamente en el día de ayer el Instituto Español de Oceanografía (IEO) -de quien depende estos buques- en celebración del Día Mundial de los Océanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), realizó una declaración institucional en el que reivindicaba el papel de la ciencia en la conservación de nuestros mares. "La investigación marina es imprescindible para evaluar el estado de los recursos pesqueros, declarar áreas protegidas o monitorizar de forma constante y a largo plazo la salud de los océanos", señaló el recientemente electo director, en un comunicado de prensa. También el Ministerio de Ciencia e Innovación se sumó a este mensaje haciendo hincapié en que organismos como el IEO o el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) son vitales para "ampliar el conocimiento científico de los océanos, mejorar la sostenibilidad de recursos pesqueros y cuidar del ambiente marino".

Hasta la semana pasada, y tras detener todas las investigaciones marinas de España debido a la crisis de la Covid-19, el buque tenía previsto llegar a Canarias en julio. Sin embargo, en reuniones posteriores, la Comisión de Coordinación y Seguimiento de las Actividades de los Buques Oceanográficos (Cocsabo) ha decidido que el Álvarez Alvariño -uno de los dos grandes buques del IEO- llegue a Tenerife el 13 de octubre donde realizará cuatro salidas científicas que culminarán el 20 de diciembre. Las campañas son concretamente Circan20, Raprocan 1118, Vulcana y Canzec1170PH 2020, y a ellas suelen acudir varios grupos de investigación de las Islas para aprovechar un viaje por el Atlántico que suele prolongarse entre 10 y 20 días. En todo caso, este era el tiempo que el Oceanográfico había previsto prestar a los investigadores de Canarias el buque durante el otoño.

Una decena de proyectos

Una decena de grupos de investigación canarios con proyectos nacionales e internacionales sufren ahora las consecuencias de 18 años de dependencia con el exterior. Solo en el Oceanográfico de Tenerife hay cinco grupos de investigación perjudicados con proyectos que van desde la protección del entorno marino, hasta el estudio de las consecuencias del cambio climático y la evaluación de la situación pesquera en las Islas. Otros cuatro son del Instituto de Oceanografía y Cambio Global (Iocag) dependiente de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y también están perjudicados la Plataforma Oceánica de Canarias (Plocan), la Facultad de Ciencias del Mar de la ULPGC y grupos puntuales de investigación de la Universidad de la Laguna (ULL).

A los problemas del Oceanográfico, además, se suman las "dificultades administrativas" que están "comprometiendo" el papel del instituto como "generador de conocimiento para la conservación y gestión de nuestros mares", como admitió el propio director del Instituto. De hecho, la burocracia está enredando la ciencia que se podría generar dentro del Organismo Público de Investigación (OPI), pues muchos proyectos europeos y nacionales, dotados con miles de euros, no se están ejecutando.

Ante esta situación, la única posibilidad factible para los investigadores canarios para evitar situaciones como la actual, es que el Gobierno de Canarias adquiera -o al menos se haga cargo de la gestión- de un buque oceanográfico propio, de al menos 40 metros de eslora. "Deberíamos tener un barco similar al Taliarte que tenía base en Canarias y permitía acudir regularmente a estudiar el mar", explica el biólogo de la Universidad de la Laguna (ULL), Alberto Brito. Brito no está afectado directamente por el parón, pero porque para él solicitar nuevos proyectos de investigación de la fauna marina profunda es una batalla perdida. "No tengo medios para realizar estudios en profundidad", sentencia.

Taliarte era un buque oceanográfico de dimensiones similares al Álvarez Alvariño o al Ramón Margalef (ambos de 46,7 metros) que apoyó a la investigación marina del Archipiélago desde 1997 hasta 2003. Durante ese tiempo, "los estudios se realizaban una vez al mes", como explica Alonso Hernández, director del Iocag. Esto permitía que el muestreo y las series temporales fueran mucho más precisas y, de hecho, gran parte de los estudios sobre concentración de dióxido de carbono y pH que surgieron durante esos años, han sido revisados en foros internacionales.

Sin embargo, el buque naufragó en septiembre de 2003 en Cabo Verde y desde entonces, la investigación del mar en las Islas se ha visto abocada a la dependencia del exterior, lo que, consecuentemente, ha obligado a reducir la toma de muestras y de datos a dos momentos puntuales en el año: febrero y octubre. Esta temporalidad, que emana de las dificultades de trasladar el barco desde la Península hasta Canarias -para lo que se tarda de media una semana de ida y otra de vuelta-, a su vez, convierte a la ciencia canaria del mar en un área manifiestamente vulnerable a los vaivenes nacionales.

Mal tiempo el octubre anterior

"En la campaña de octubre y noviembre de 2019 hubo mal tiempo y no pudimos salir", relata Pedro Vélez, investigador del IEO en Tenerife, que indica que, con este nuevo retraso, van a perder de manera inminente "un año y medio de datos". Y las consecuencias de ese gran agujero temporal solo se podrán conocer a posteriori, pues hay años en los que no ha ocurrido nada relevante en el entorno marino canario, pero en otros se han registrado fenómenos de vital importancia científica como la erupción del Tagoro en El Hierro en 2011 o el bloom de microalgas de 2016. Por esta razón, como señaló, Alonso Hernández, no es de recibo que la medición de un año "esté completamente vacía".

A tenor de la problemática, algunas consejerías del Gobierno de Canarias, como la de Transición Ecológica, Cambio Climático y Planificación Territorial que dirige José Antonio Valbuena, han empezado a dar pasos hacia delante con el objetivo final de conseguir un barco. Según la Consejería, "se está trabajando en ello con el Estado", pues es quien ostenta las competencias, "pero se valorará con la parte científica para buscar una solución" aunque aún no hay ninguna iniciativa concreta.

La necesidad de un buque propio para el Archipiélago es transversal pues no solo afecta a los investigadores, sino que su falta puede influir también en el propio desarrollo de las políticas que el Gobierno regional quiere impulsar, como la economía azul o la próxima Ley de Cambio Climático. "Canarias quiere convertirse en un punto estratégico de desarrollo azul a nivel internacional", señala el oceanógrafo de la ULPGC, Aridane González, que indica que para llevar a cabo esa tarea es necesario tanto un desarrollo tecnológico como formación. "¿Cómo se puede concebir la empleabilidad y la formación en economía azul sin tener un barco?", se pregunta el investigador.

Justamente la docencia es la otra gran perjudicada de la falta de un barco oceanográfico en las Islas. "Desde la facultad siempre lidiamos con problemas para conseguir que los alumnos hagan prácticas en alta mar", explica Miriam Torres, decana de la facultad de Ciencias del Mar de la ULPGC. Sin embargo, este año, entre la falta de buque y la Covid-19, no habrá ningún tipo de práctica externa para los alumnos de Grado y Máster de esta rama.

Un respiro formativo

En este sentido, el buque del IEO que se traslada dos veces al año a Canarias había sido hasta ahora un respiro para los alumnos y sus docentes pues les había ayudado a culminar esta parte de su formación, aunque cada año "los días de uso se han ido reduciendo", como explica Torres. Este año, diractamente, les advirtieron de que no podrían hacerlas allí. Para evitar este problema el año que viene, se está planteando junto al Gobierno de Canarias el uso de una embarcación más pequeña para que al menos los alumnos puedan culminar su formación de manera adecuada.

"El potencial oceanográfico en España es grande, también en Canarias y si se quiere apostar por la investigación es necesario un buque", replica Torres, que es consciente de que un barco es una infraestructura "cara" -valorada en unos 15 millones de euros-, pero señala que "las ventajas serían mucho mayores que los inconvenientes". De hecho, en esta línea también se manifiesta Pablo Brito que sentencia que la investigación sería la punta de lanza para "cubrir el gasto que pudiera generar la embarcación" y que, en cualquier caso, sería más "una inversión, que un gasto".