El campus de Guajara lucía una estampa desamparada, sin apenas voces, ni corrillos, ni los movimientos nerviosos previos a un examen. Las instalaciones del Aulario acogían en la tarde de ayer la primera fase de las pruebas de acceso a la universidad para los mayores de 25 y 45 años, marcadas por la pandemia del coronavirus.

Alrededor de unos doscientos aspirantes se presentaron para cumplir con la ilusión de convertirse en estudiantes universitarios, esa asignatura pendiente que ha quedado suelta en sus vidas.

Tras cumplir con el control previo de identificación, bajo las mascarillas ya comenzaba a latir cierta inquietud. Siguiendo las instrucciones marcadas se iban cumpliendo los protocolos de seguridad: toma de temperatura; uso de los hidrogeles; acceso a las aulas siguiendo la señalética; ocupación de asientos y distancia.

Varias generaciones, tantas quizá como planes de estudio, se daban cita en el mismo escenario. Para algunos, los menos, el examen sonaría a la antigua reválida de sexto con el añadido de aquel añejo Preuniversitario. Otros, en cambio, eran hijos directos del recordado sistema de la EGB, con los tres cursos de BUP y el COU más la revolucionaria prueba de Selectividad como final de ciclo. Los más jóvenes llegaban con el concepto asimilado y más novedoso de Primaria, ESO y Bachillerato, más el colofón de la EBAU.

La primera sesión, que comenzó puntualmente, a las 15:15, y con una duración máxima de hora y media, consistía en un comentario de texto. Una de las dos opciones era, paradojas, el artículo de Luz Sánchez Mellado, titulado Maltrato digital, una reflexión sobre los inconvenientes que para los ancianos supone el uso de las nuevas tecnologías lo que a menudo provoca que malvivan en un sistema que los ignora.

Tras un breve descanso, con respiro incluido y limpieza a fondo, las siguientes dos sesiones se centraron en la Lengua castellana (ortografía, sintaxis) y el idioma elegido, ya fuera inglés o francés.

Para hoy, las materias son más densas, con una primera sesión que incluye Historia, Física, Biología y Matemáticas aplicadas a las Ciencias Sociales; una segunda con Filosofía, Química, Economía y Empresa, y la tercera y última dedicada a Historia del Arte, Matemáticas, Anatomía y Derecho.

Pero el tormento no termina ahí. Tras publicarse las calificaciones de esta primera fase y atender a las posibles reclamaciones que pudieran presentarse, llegarán las entrevistas personales y las notas definitivas. El final de un camino o el principio de otro.

Estefanía Marrero (36 años). Trabaja como gobernanta y este mismo año sacaba adelante el último curso de la ESO. "Me he dedicado toda la vida a limpiar y es ahora, al cabo del tiempo, cuando me he planteado que existen otras cosas en la vida". Sostiene que no le ha resultado nada fácil conciliar las largas y pesadas jornadas laborales con la atención doméstica y la exigencia del estudio. "Lo más complicado para mí ha sido ponerme en marcha, aplicar una práctica diaria y una metodología de studio", explica. Más aún cuando se ha preparado por su cuenta, aunque advierte que tuvo que recurrir a un profesor de inglés durante veinte días, "porque el idioma me cuesta". La ilusión no hay quien se la quite: la lleva puesta en la sonrisa.

Yurena Moreno (36 años). Esta joven trabaja como tripulante de vuelo y las pruebas de acceso se las plantea como "algo personal: un reto", afirma convencida. La motivación es un impulso que le viene "desde muy adentro", dice con rotundidad, y confiesa que su vida ha planeado siempre entre dos grandes pasiones: el mundo de la aviación y la antropología. La primera ya la tiene cubierta profesionalmente, pero la falta alcanzar la segunda. "Por eso estoy aquí". Quiere despegar y considera que ha llegado el momento de hacer volar sus deseos, de viajar a otros tiempos, de buscar la raíz de la naturaleza humana.

Eliany Pérez (25 años). Sentada en uno de los bancos del campus, móvil en mano, aparenta una cierta distracción que se esfuma al instante. "Ya tengo una carrera, la de Antropología Médica, que cursé en los Estados Unidos", asegura con acento caribeño, pero su objetivo más inmediato es superar los exámenes y lograr la nota necesaria para inscribirse en la Facultad de Medicina. De ascendencia cubana, se encuentra en paro. Residió en Madrid unos meses y vino a la Isla de la mano de su pareja. "Con el inglés no tengo problema", pero en cambio con el español, a pesar de ser su lengua materna, manifiesta que le resulta difícil, "sobre todo escribirlo".

Carlota Caballé (31 años). Dependienta en una tienda, lo de presentarse a los exámenes de acceso a la Universidad es para ella "un objetivo que tenía pendiente ya desde hace muchos años". Y decidida como está a darle otro aire a su vida, se puso a hincar los codos. Admite que al principio le resultó complicado volver a recuperar la práctica del estudio, "porque la verdad es que lo tenía bastante olvidado", pero se fue animando día a día, sin más apoyo que el de su esfuerzo y tesón. Sobre la primera prueba, la del comentario de texto, dice que le sobraron 45 minutos y en el descanso previo al examen de Lengua castellana, sólo pensaba en "quitármelo de encima cuanto antes"

Samuel Plasencia (30 años). Trabajador en el segmento de la seguridad, su presencia en el Aulario de Guajara obedece a "las ganas de prosperar, a contar con otro tipo de opciones", explica. En su momento dejó la enseñanza para prepararse unas oposiciones al cuerpo de Bomberos. "Después viví unos años en Inglaterra", que le han valido para familiarizarse con la lengua de Shakespeare. Ya intentó sacar estas mismas pruebas el año pasado, pero no lo consiguió. Su propósito ahora es ingresar algún día en la Policía Local y como futuro universitario se siente atraído por los estudios de Filología Inglesa.

Raquel Rodríguez (31 años). Se encuentra actualmente en las listas del paro. "Dejé el trabajo para dedicar todo el tiempo a preparar estos exámenes", explica. Y la hoja de ruta que se ha trazado es bastante clara: "entrar por méritos en la universidad y prepararme unas oposiciones para la Función Pública". Es la primera vez que se presenta a este tipo de exámenes, a los que acude después de haber recibido clases específicas. "En principio parece fácil, pero es muy complicado coger el ritmo y, sobre todo, mantenerlo".

José Ramiro (37 años). Este taxista de profesión quiere hacer carrera, pero no de las que suponen bajar la bandera y cubrir el trayecto para un cliente. "Para mí, lo de entrar en la universidad representa una ilusión enorme". Era algo que venía rondando en su cabeza desde hace tiempo, hasta que se decidió a meter la marcha y acelerar. "Me he tenido que organizar para trabajar y estudiar", y no le resultó fácil en tiempos de pandemia. Pero se muestra dispuesto a superarse en la vida. "Estoy dispuesto a sacar algo".