Mientras el estado de alarma por el Covid-19 ha llevado el esplendor verde a la cima de Tenerife, la realidad en el fondo del mar es completamente opuesta. La explosión primaveral del Parque Nacional del Teide contrasta con la acumulación de residuos en los fondos marinos de la Isla, que empieza a ser preocupante. Hay otra gran diferencia: la regeneración de la vida en la cumbre por el confinamiento se observa a simple vista pero la proliferación de desechos se oculta en el gran azul. Lo explica Sergio Hanquet, fotógrafo y documentalista belga afincado en Tenerife, un hombre comprometido con el medio ambiente, especialemente con el marino: "La basura que se acumula en el fondo del mar no se ve pero todo acaba ahí. Y hay mucha, tanta como para empezar a adoptar medidas drásticas si no queremos que el problema sea irreversible".

Hanquet sabe muy bien de lo que habla. Acaba de volver de una inmersión en un punto a apenas 30-40 metros de la costa de Arona, en el sur de Tenerife. Y asegura que salió del agua "muy preocupado". Tanto que considera que estamos "en un momento crítico" por la generación extra de residuos como consecuencia de la obligatoriedad de llevar mascarillas o el uso masivo de guantes y recipientes desechables de plástico. "Aparte de bolsas o restos de redes y otros utensilios de pesca, habituales en los fondos marinos, nos encontramos con muchas mascarillas, guantes de los que usan en los supermercados y hasta cintas utilizadas por instituciones públicas y comercios para delimitar zonas y garantizar el distanciamiento", asegura, para enfatizar: "No es un problema de Canarias; es un problema mundial. Pero hay que empezar a adoptar medidas". Sus cálculos son demoledores: "Si más de 40 millones de españoles deben llevar mascarillas y pongamos que se usan cinco al mes por persona, estamos hablando 200 millones de mascarillas al mes. Y algunas no acaban en los contenedores grises, sino tirados en la calle o la playa. El viento las arrastra, las lleva al mar y terminan contaminando los fondos".

Hanquet, con más de 30 años de experiencia en la defensa del mar, acudió a fotografiar esta nueva acumulación de desechos después de que lo avisaran tres submarinistas: los argentinos residentes en la Isla Martín González y Ciro Bumge, y la italiana Jessica Greifemberg. "Contactaron conmigo después de hacer una inmersión y ver la cantidad de basura que se estaba acumulando", relata Hanquet. Y para allá se fue con su equipo de fotografía submarina. Martín y Ciro lo llevaron en contreto a un punto frente a la costa de Arona donde las corrientes y las mareas provocan "una especie de embudo" que hace que se acumulen los desechos. "El agua estaba muy turbia por la cantidad de microplástico acumulado, que se juntaba con los desechos más recientes", rememora.

Sergio Hanquet hizo públicas las imágenes y los vídeos como advertencia y como un llamado a la concienciación ciudadana. "¡Sé responsable! No importa el lugar, si no los hechos? Estas imágenes son de actualidad y, desgraciadamente, es lo que está ocuriendo en todos los mares, ríos y océanos del planeta", escribió el fotógrafo en un post de su Facebook que ha tenido una enorme repercusión, no solo en Canarias, sino también en otros países de Europa. "Incluso me han llegado muchos mensajes de países como Alemania o Gran Bretaña", matiza.

"Lo maravilloso son estos tres buceadores, Martín González, Jessica Greifemberg y Ciro Bumge, recogiendo del fondo marino mascarillas, guantes y demás basura", remata Hanquet en su comentario en las redes sociales. Y es que los tres submarinistas no solo llamaron a Hanquet para que retratara este horror submarino y lo denunciara, sino que se pusieron a recoger los desechos. Lo cuenta Martín González, que ayer celebraba su 38 cumpleaños. "Durante el confinamiento tuvimos que susperder las inmersiones, pero desde que pudimos nos tiramos al agua. Lo que encontramos nos preocupó: había zonas de acumulación de residuos que estaban peor, y a las bolsas y restos de redes de pesca se habían unido los guantes y las mascarillas. Nos llamó mucho la atención. Así es que cogimos unas bolsas y limpiamos lo que pudimos", relata este argentino, monitor de buceo, que se ha quedado sin trabajo por la suspensión de la actividad turística. Habrán sacado 10 kilos de basura, cantidad que espera aumentar en próximas inmersiones que ya está organizando ante los numerosos mensajes y llamadas que ha recibido de otros submarinistas para participar como voluntarios en nuevas misiones de limpieza.

Estas y otras fotos de Sergio Hanquet que muestran con toda crudeza los efectos de la contaminación en el mar han dado la vuelta al mundo. Incluso, las ha llevado a exposiciones internacionales, como el London Eco Film Festival. El año pasado, expuso allí 25 imágenes en las que se veían tortugas atrapadas en redes, peces enredados en plásticos o montones de desechos acumulados en las costas canarias. "Hemos avanzado mucho en concienciación medioambiental, eso está claro. De hecho, está de moda. Pero hace muchos años que debimos poner el freno y la concienciación no es suficiente: hay que actuar para detener esta degradación", resalta con la pasión que le caracteriza.

Y mientras el mar empieza a sufrir los efectos de la nueva normalidad que impone la crisis sanitaria, la naturaleza en la superficie se toma un respiro, dejando imágenes insólitas y poniendo sobre la mesa la necesidad de iniciar la era post covid pensando en verde. La cima de Tenerife es un buen ejemplo, con las flores primaverales. La fotografía del Teide durante el confinamiento es similar a cuando se decidió en 1954 declararlo Parque Nacional: un espacio de solitud, donde la naturaleza crece y vive en soledad. Se ven halcones, normalmente esquivos, volando por el lugar; pinzones azules moviéndose más allá de su zona de vuelo, los pinares; y bisbitas camineros, pequeños pájaros endémicos de la Macaronesia al que el confinamiento humano les ha dado confianza para andar a sus anchas por el parque.

El biólogo y responsable de las tareas de conservación del Teide, José Luis Martín Esquivel, asegura a Efe que la ausencia de visitantes en un parque que suele recibir más de cuatro millones al año "nos ha retrotraído a sus orígenes, cuando no tenía tantas personas transitando por él" y deja una postal en la que "la fauna se ha expandido por todo el parque". Cada primavera, los colmeneros suben colmenas con millones de abejas para producir la famosa miel del Teide. La pandemia ha retrasado una actividad que convierte a las abejas comunes en reinas de la zona "desplazando a los insectos nativos, encargados de la polinización", explica el biólogo.

Este retraso, continúa Esquivel, está permitiendo a los insectos polinizadores realizar "una polinización de la flora extraordinaria y eso va a estimular la producción de más semillas para los próximos años". Antes de despedirse, insiste en que en la lucha contra el cambio climático "no tiene trascendencia que el mundo se pare dos meses, pero esto nos permite poner todo en funcionamiento otra vez, de forma respetuosa, es una oportunidad para reiniciar en verde".