Tras solo unas semanas de cuarentena y de drástica reducción de la actividad económica comenzaron a difundirse a través de los medios de comunicación y las redes sociales imágenes de océanos de un azul brillante sin rastro de contaminación, de cielos límpidos y de animales que aprovechaban el vacío dejado por los seres humanos para adentrarse en las ciudades. Estas estampas fueron pronto celebradas -de manera, quizás, un tanto ingenua- por quienes parecían creer que la naturaleza había empezado a recuperar el espacio que hombres y mujeres le habíamos robado. Pero las cosas no son tan sencillas: el equilibrio entre la actividad humana y el medio ambiente ha sido siempre difícil de mantener y seguirá siéndolo. De hecho, en los últimos días han empezado apreciarse retrocesos en uno de los desafíos que más esfuerzos habían reunido: la lucha contra el plástico, fuente de contaminación en la tierra y, sobre todo, en el mar.

Esas imágenes casi idílicas se han visto sustituidas ahora por otras mucho menos agradables, las de guantes y mascarillas tiradas en la calle y en espacios naturales. Estos materiales -que se han convertido en cotidianos desde que la Covid-19 irrumpió en nuestras vidas- han comenzado a ser detectados también en el océano. En paralelo a su uso generalizado se ha producido un incremento notable de otros objetos plásticos, muchos de ellos de usar y tirar, que algunos negocios, sobre todo de restauración, utilizan para dar garantías sanitarias a sus clientes en esta fase en que aún no existe vacuna o tratamiento médico eficaz para el virus. Se multiplica también el recurso a las bolsas de plástico desechables ante el temor de no ser capaces de desinfectar adecuadamente las reutilizables.

"No podemos salir de esta crisis sacrificando el medio ambiente", advierte Jaime Coello, director La organización que lleva el nombre del geólogo y naturalista tinerfeño expresa su preocupación ante el riesgo de dar pasos atrás en la estrategia de reducir el consumo de plástico y erradicar totalmente desde el próximo año los de un solo uso, entre otras cosas por la "confusión" bajo el término biodegradable de productos que realmente no lo son o que tardan "muchísimo" en degradarse.

El viceconsejero de Lucha contra el Cambio Climático del Gobierno de Canarias, confirma que el Ejecutivo no ha variado sus planes de prohibir a partir del 1 de enero los plásticos de un solo uso. El decreto que regulará esta medida se encuentra actualmente en fase de borrador -"prácticamente terminado"- y será trasladado al sector para que haga sus aportaciones. "No vamos a imponer nada sin previamente negociarlo, y más en la situación actual", dice Pérez. Aclara, eso sí, que los materiales sanitarios han estado excluidos de esta prohibición "desde el principio". No obstante, insiste en la necesidad de que los guantes y mascarillas -los llamados equipos de protección individual (EPI)- no sean arrojados al suelo y recuerda que deben ser depositados en el contenedor que les corresponde, que es el de restos (el gris, al que van también los restos orgánicos).

Alternativas

Tanto en el caso de los utensilios de carácter sanitario como en otros, la Administración y las asociaciones confían en una pronta evolución de la industria. Jaime Coello recuerda que hay empresas, alguna de ellas canaria, que fabrica mascarillas reutilizables. Por su parte, Miguel Ángel Pérez pone sus esperanzas en materiales "alternativos" que "cada vez se están imponiendo más". Es el caso de los envases elaborados a partir de fibras vegetales, como coco, palmera u hojas de platanera. "Hay muchos trabajos que ya se estaban haciendo y que con esta situación se están acelerando. Vamos a intentar que se puedan adquirir en el mercado y que sean competitivos económicamente, porque el medio ambiente cuesta, pero la gente está como está", expone el viceconsejero, que insiste en que luego esos materiales deberán ser reciclados.

Al representante de la Fundación Telesforo Bravo, sin embargo, no acaban de convencerle opciones que, aunque considera "un mal menor", siguen dando lugar a residuos. Los niveles de reciclaje en el Archipiélago son "bajísimos", lo que explica que "la mayor parte lo que generamos termine en el vertedero". Estos complejos ambientales "no están sobrados de espacio", un problema aún mayor tratándose de territorios insulares, destaca Coello, quien propone "explorar" soluciones como empezar a llevar el envase de casa.

En el caso concreto de los guantes y las mascarillas, el colectivo dedicado a la divulgación científica y la preservación del patrimonio natural de Canarias recuerda que cuando todavía no se había decretado el confinamiento ya empezaban a aparecer estos materiales en algunas zonas. Su ligereza y el clima ventoso de las Islas provocan que lleguen al mar, algo que ya han constatado las administraciones. "En el mar nos bañamos todos y puede ser peligroso", alerta el viceconsejero regional de Lucha contra el Cambio Climático. El problema en el caso de los utensilios sanitarios es doble: medioambiental y de seguridad. "Un guante puede estar contaminado, y el que lo recoge puede infectarse y contagiar a otros", señala Pérez, que pide "responsabilidad" con los trabajadores de la limpieza y también con la salud pública, dado que estos comportamientos pueden ser "focos generalizados de contagio importantes".

Attenya Campos, doctora en Arquitectura Sostenible y colaboradora e investigadora en la Universidad Europea de Canarias (UEC), aboga, en primer lugar, por la información como vía para atacar el "grave problema medioambiental" que representa este imprevisto auge del plástico. En concreto, sobre la multiplicación del uso de equipos de protección individual, aconseja informar para tratar de "ser conscientes de cómo se tienen que tratar", cuánto tiempo deben permanecer en casa y dónde tirarlos. "No es solo por nosotros -dice Campos-, sino por las personas que están trabajando con todos esos residuos, de manera que el que lo recoja tampoco se vea contaminado".

Al mismo tiempo, la arquitecta e investigadora universitaria se inclina por promover la utilización de materiales reciclables como envases -"ya estamos acostumbrados a ello", opina-, aunque advierte de la dificultad de hacer lo propio con otros elementos, caso de las mamparas, que contienen retardantes químicos que persisten en el medio y que pueden tener efectos nocivos para la salud.

Desde su especialidad, y más allá del problema concreto de los plásticos, Attenya Campos explica que la arquitectura ofrece algunas soluciones para frenar el consumo de recursos a través de una edificación más sostenible en la que la reutilización desempeña una función clave. Hay varios ejemplos, desde el material lítico de las tuberías, que puede usarse como cal para la construcción, hasta los vidrios de las fachadas, que se pueden reciclar "al 100%". "Todo está pensado ya, lo que hay que hacer es ponerlo en práctica, pasar a la acción directa y rápida", afirma la colaboradora de la UEC. Este objetivo se topa con las limitaciones que suponen las dificultades industriales o administrativas. Puede que el extraño paréntesis que ha abierto la pandemia de Covid-19 en la vida social y económica suponga una oportunidad para reflexionar sobre cómo afrontar un mundo poscoronavirus en el que primen la sostenibilidad y la racionalidad ambiental.