Suena el despertador. Las 6:20. Un día más que se asemeja a los últimos 60, ¿o quizás 80? Ya hace tiempo que la vorágine pandémica le obligó a dejar de llevar la cuenta. A Amós García Rojas se le reconoce por su impertérrita calma y prudencia, pero últimamente está cansado aunque no deja que se le note. A pesar de dormir "demasiado poco", cada día lo afronta con energía y desde muy temprano intenta sacar su mejor sonrisa para afrontar un día más de esta pesadilla conocida como Covid-19.

Antes de salir, este fan acérrimo de Rolling Stone y el rock más clásico, se despide de su mujer, que, según él mismo describe, le "aguanta lo que no está escrito". Ella ya está jubilada, y a él le tocaba este año, pero la pandemia ha puesto la vida de toda la sociedad patas arriba. También al jefe de la sección de epidemiología de la Dirección de Salud Pública. Uno de sus planes era poner punto y final a su larga y fructuosa carrera en este departamento. "No va a poder ser", señala, aunque no se muestra tan disgustado con la noticia, pues considera que es un momento crucial de la historia donde puede aportar sus conocimientos.

Las mañanas siempre son caóticas. A las 7:45 cruza todos los días el umbral de la puerta de su despacho. "Apenas estoy entrando por la puerta y ya está el teléfono sonando", narra. El epidemiólogo es consciente del reto al que se enfrenta la sociedad, por eso no escatima en sus atenciones diarias a los medios de comunicación. Son decenas las llamadas que atiende al día, pero nunca se desanima. "Me lo paso muy bien atendiendo a los medios", sentencia y, así lo manifiesta con sus actos , pues la voluntad de ayudar a la población es mayor que el cansancio que arrastra desde hace meses. "Si al menos pudiera tener cuatro horitas de sueño", desea con cierta ilusión el epidemiólogo. Pero el agotamiento no es físico, sino mental. Es lo que tiene estar las 24 horas del día con la cabeza puesta en la Covid-19.

Tras concatenar varias llamadas de radios matutinas o algún telediario vespertino para explicar la evolución de la epidemia, recordar las medidas de seguridad que han de tomar los canarios y tratar de disuadir los comportamientos incívicos, García Rojas se toma un pequeño momento libre. A veces es a las 9:00, otras a las 11:00 de la mañana, pero ese ratito se ha convertido en su pequeño nirvana.

Delante de su ordenador, abre su Twitter y empieza a teclear: "Calma y paciencia". Estas dos palabras se han convertido ya en un mantra que el epidemiólogo repite a sus seguidores en la red social cada día. Los mensajes son diversos y van actualizando su sentir frente al avance de la Covid-19 en las Islas. Si tiene que regañar, lo hace, pues su preocupación es mayúscula ante la posibilidad de un rebrote y más cuando es evitable. Las últimas semanas, aprovechando la relajación de las medidas de contención, ha añadido una nueva frase con la que acabar sus comunicaciones virtuales: "Él sigue ahí".

Entre 100 y 150 me gustas al día. Su mensaje llega y eso también le anima a seguir haciéndolo. "Recibo muchas muestras de cariño, aunque a veces alguno me haya tildado de aguafiestas", recuerda entre risas. Ahora bien, a pesar del cariño y la tranquilidad de su tono de voz, nunca esconde su preocupación. Tampoco deja de trabajar para que todos entiendan la gravedad del asunto que Canarias tiene entre manos. Las videoconferencias suelen ser la tarea estrella de las tardes. No son tan comunes, pero tampoco son escasas, como afirma el epidemiólogo. En ellas García Rojas cambia el chip y su discurso divulgativo se torna un poco más científico. "Estoy en un webinar de la Asociación Española de Vacunología, donde hablamos sobre la pandemia y también hago píldoras informativas", explica García Rojas.

Echa de menos muchas cosas de la era precovid, pero si tuviera que enumerarlas primero estarían sus dos hijos, luego el rock. A sus dos hijos les ha pillado la Covid-19 fuera de Canarias: uno está en Baleares y otro en Madrid. De este último, se declara directamente fan. Su grupo musical, Cupido, es uno de sus mayores orgullos. "Lo escucho mucho" y "lo hacen muy bien", señala Amos García que indica que, siempre que puede, lo publicita. Al fin y al cabo, "es el deber de un padre". Quizás sea porque el estilo es muy similar al rock clásico que tanto le "entusiasma" al epidemiólogo que se califica a sí mismo como "un viejo rockero". Su grupo por excelencia son los Rolling Stones , pero hay mucho más. "Escucho a los clásicos como los Beatles y los Kinks pero también me gustan algunos más nuevos como Oasis o Nirvana", señala. Le falta tiempo, pero está seguro de que cuando llegue la calma a Canarias, uno de sus primeros decretos será volverá a escuchar toda esa música que le alegra la vida.