¿Cuándo tuvo conocimiento de la existencia del virus que ha originado la actual pandemia?

A primeros de enero. Una revista científica de Boston empezó a informar de la neumonía misteriosa de Wuhan. A finales de enero, tuvimos el primer caso en Boston, pero pasaban los días y aquí la vida transcurría como si nada sucediera. No fue hasta tener noticia de un virus con más cercanía a nuestra familia en España, y ver lo que estaba pasando allí, que yo empecé a avisar a todos de lo que se nos venía encima. No obstante, las noticias, igual que un virus, vistas a distancia no tienen el mismo impacto...

¿Cuándo y por qué el equipo de investigadores que dirige orientó su trabajo al Covid-19?

Fue por un estudio en Cell [revista científica] publicado la última semana de febrero. Cuando el receptor corporal que utiliza el virus SARS-CoV-2, responsable del Covid-19, se confirmó bioquímica y molecularmente, comenzamos a mirar en nuestra colección de tejidos aquellos donde se habían descrito síntomas en los pacientes afectados. Al conocer el receptor, pudimos investigar qué células del sistema respiratorio y digestivo lo expresan y presentan una diana para el virus. Estas células son las primeras barreras internas entre el ser humano y el mundo externo. Es importante reconocer aquí las contribuciones de los científicos que estudiaron al primer SARS-CoV hace casi dos décadas, ya que con sus esfuerzos nos ahorraron muchísimo tiempo. El virus SARS-CoV-2 está relacionado con el primero; pero claro, con algunos cambios claves que le dieron su capacidad tan elevada de contagio.

Hablemos de ese receptor que usa el virus, a modo de puerta, para infectar un cuerpo...

Cuando miramos dónde estaba el receptor de este virus, conocido como ACE2, nos dimos cuenta de que no estaba en todas las células del epitelio (el tejido que recubre la superficie externa del cuerpo y de ciertos órganos interiores), sino solo en algunas de ellas. Por ejemplo, en la nariz, en un tipo de célula que ayuda a formar la mucosidad y que juega un papel crítico en las infecciones como primera barrera de defensa. También en los pulmones notamos que, de entre todas las células que estudiábamos, lo veíamos solo en las que apoyan la función de intercambio de oxígeno. Eso significa que cualquier ataque a esas células podría tener ramificaciones para todo el organismo. También en el intestino, donde se encuentra en un tipo de célula que facilita la absorción de nutrientes.

Según las conclusiones preliminares publicadas, se ha determinado la existencia de una relación entre unas moléculas llamadas interferones y la infección por Covid-19. ¿Qué son los interferones y cuál es su interacción con el coronavirus?

La mayor parte de estos hallazgos se han llevado a cabo utilizando la bioinformática y la capacidad masiva de procesamiento de datos con la que afortunadamente contamos hoy en día. Pero estos hallazgos, ahora, hay que comprobarlos experimentalmente en el laboratorio utilizando células. En efecto, hay una molécula que se llama el interferón debido a su poder para interferir con la replicación de la mayoría de los virus. Pero claro, como en toda carrera de armamentos, ha habido una evolución de los ataques de los virus y las defensas de los humanos. Tratando las células con interferón nos dimos cuenta de que la expresión del ACE2, el gen del receptor, aumenta en cantidad. Esto normalmente sería una buena cosa, ya que este gen nos ayuda a tolerar agresiones externas en los pulmones de otros virus. Pero aún no tenemos ni idea de cuál es el balance apropiado aquí, ya que el nuevo coronavirus parece que se puede aprovechar de este sistema para aumentar su penetración. La importancia de la investigación con las células apropiadas, las que sirven de modelo para lo que puede estar pasando dentro del cuerpo humano, es lo que resaltamos en nuestro artículo.

¿Cómo se pueden usar los interferones para evitar infecciones o tratar a infectados?

Para responder con rigor a esta pregunta hace falta más investigación. Es posible que en algunos pacientes, a cierta dosis y en el momento apropiado, sea beneficioso. Tenemos algo más de entendimiento, pero lo tenemos que aplicar a este virus en concreto y a la manera en que actúa dentro de los tejidos humanos. Es precisamente en lo que estamos ahora centrando nuestros esfuerzos.

No estamos hablando de una vacuna, sino de un antiviral.

Sí, esta molécula, el interferón, actúa sobre el individuo estimulando el sistema antiviral natural. No es un antiviral directo contra el virus como otras moléculas de las que se están hablando, el remdesivir por ejemplo. Una vacuna sería, sin duda, la mejor cosa en estos momentos, pero resulta que el mundo no puede esperar en estos momentos meses a que se desarrolle y produzca; hay que actuar ya. El mundo está a la búsqueda de si hay algún antiviral que realmente pueda funcionar ya.

¿Qué líneas de trabajo han trazado ustedes?

Somos grupos principiantes en el tema del Covid. Muy pocos investigadores estaban trabajando sobre este tipo de virus en la actualidad, así que la mayor parte de la investigación viene de científicos convertidos. Después de esta fase aguda, seguiremos explorando las nuevas rutas que nuestra investigación va abriendo. Ejemplos son el aumento de nuestro conocimiento acerca de cómo el virus selecciona las células diana. Otro tema candente y esencial es entender por qué alguna gente puede tolerar la infección sin mayores problemas -es decir, son asintomáticos- y finalmente cuál es el tipo de defensa antiviral montada por las células que ayuda a que la célula se defienda sin llgar a ser destruida. También ayudamos a otros grupos de investigación en busca de fármacos antivirales y para desarrollar vacunas, pero esto llevará tiempo.

¿La clave podría estar en determinar por qué unas personas son más resistentes que otras?

Eso es, efectivamente, muy relevante. Estamos poniendo en marcha estudios en el Boston Children's Hospital, en colaboración con Alex K. Shalek, del MIT; Broad Institute y Ragon Institute con el objetivo de confirmar y ampliar nuestros estudios que sirvieron de base al artículo de Cell, porque aún no entendemos qué células son las verdaderas infectadas en la primera fase de la infección, su progreso y lo que distingue -lo que hace diferente- a la gente que controla bien la infección de aquellos que desarrollan complicaciones. De aquí esperamos poder aprender de los niños, ya que tienen una respuesta en general más efectiva para controlar el virus que la que vemos en los adultos. Es importante también resaltar, no obstante, que este virus puede causar enfermedad grave en personas de todas las edades.

¿A qué distancia está la comunidad científica de soluciones eficaces contra el Covid-19?

En estos momentos estamos a la espera de cualquier tipo de ensayo clínico bien controlado. Hay cientos de ellos en marcha. Lamentablemente, todo lo que se ha publicado hasta ahora es pura especulación. Algunos estudios han refinado las hipótesis o puesto en contexto un medicamento que ya existe, pero ninguno que dé con el remedio. Por eso lo más importante en este momento es respetar el distanciamiento, hasta que tengamos una vacuna o fármacos para intervenir en casos más graves.

¿Cómo se prueba en humanos la eficacia de cualquier pretendido avance?

Normalmente, antes de que cualquier avance llegue a un ser humano, un nuevo compuesto o fármaco es comprobado en células humanas in vitro, en ratones o monos y, después, con ensayos controlados clínicos ya en humanos para estudiar si no tiene mayores problemas de efectos secundarios. Desde ahí, se mueve adelante con fases más avanzadas que consisten en comprobar si es eficaz en estudios controlados aleatorios con un placebo. Todo este proceso normalmente suele tardar diez años, como mínimo. Ahora, como no tenemos tiempo, la mayoría de los fármacos con alguna actividad contra el virus o para reducir la inflamación en los casos del cytokine storm son compuestos ya aprobados por las autoridades. Lo que hemos encontrado nosotros es que, con respecto a la regulación del receptor ACE2 por el interferón, el gen humano sí que responde de manera positiva, pero el ACE2 de los ratones no. Claro que, si uno intenta comprobar hipótesis sobre los interferones contra un virus que utiliza el receptor, puede ser que el ratón no siga las mismas reglas que el humano.

Existe una creencia popular de que no existe una medicina específica contra los virus a diferencia de lo que sería la penicilina para las bacterias. ¿Esto es realmente así?

Hay ejemplos extraordinarios, después de años de esfuerzo e inversión de fondos. Este es el caso de los fármacos contra el VIH/AIDS. Para el VIH sí que hay antivirales específicos, que en algunos casos se prescriben hasta de manera profiláctica dada la eficacia y que los síntomas secundarios son mínimos y tolerables.

¿Qué es lo que más le llama la atención de este coronavirus?

La estrategia que utiliza. La gripe ataca a más células y parece que el SARS-CoV-2 se concentra en unas pocas. Igual, y esto es pura especulación, explica por qué existe un periodo tan largo sin síntomas: porque simplemente nuestras defensas no se dan cuenta de que tienen el enemigo en casa hasta cierto punto avanzado de la infección. Hay algunos coronavirus que causan el resfriado común. También hay otros, como el SARS original de 2003, que mató rápidamente a un mayor porcentaje de gente que este virus. En este caso, uno podría pensar que el SARS original era peor que el virus actual. Esto es así para cada persona que infectó, ya que había más probabilidad de que muriese. Pero claro, lo que quiere un virus es reproducir sus genes. Lo que significa esto es que un virus como el SARS-CoV-2, que puede moverse sigilosamente a través de muchas personas, pero que solo en unos pocos causa una enfermedad grave, le da un balance ideal para reproducir su materia genética y dar lugar a lo que está ocurriendo. Esa lotería a la que estamos jugando es lo aterrorizante de esta pandemia. No sabemos cómo vamos a responder hasta que nos toca. Claro, hay tendencias y factores de riesgo como la edad y el sobrepeso, pero no hay garantías ya que vemos ejemplos de todo tipo en la gente que el virus ha capturado.

¿Qué expectativa tiene al respecto del logro de una vacuna?

Es difícil saberlo. Tengo confianza en que los anticuerpos, que conforman un sistema ingenioso que tenemos dentro de todos nosotros, puedan lograr ganar al virus. Como inmunólogo, lo de los anticuerpos es alucinante. Contamos que tenemos unos 20.000 genes en total para hacer que funcione todo el cuerpo. Con esos tenemos que pensar, comer, beber, andar, dormir... Y entre toda esa colección de genes tenemos una minoría que se pueden dedicar exclusivamente al sistema antiviral o antibacterial del cuerpo. Entonces, dentro de todos nosotros tenemos un sistema que puede reconocer cosas que nunca ha visto, que mejora su respuesta con mayor potencia y que encima se acuerde del virus al que venció después de que hayan pasado años. Es casi como un cerebro, ¿no? En breve: hay un sistema de selección natural que ayuda a que los mejores anticuerpos queden dentro de nuestra memoria inmunológica. De vuelta al tema del SARS-CoV-2... De modo natural, hay gente que puede generar anticuerpos; esto ya se ha comprobado estudiando los anticuerpos de los que han adquirido el SARS-CoV-2 y sobrevivido. Mirando en muestras de sangre, podemos ver que hay gente que antes de que circulase el SARS-CoV-2 no tenía anticuerpos. Pero después de una o dos semanas, mientras se recuperaban de la infección, vemos una producción y especificidad mayor de los anticuerpos contra el SARS-CoV-2 en esos individuos que han superado con éxito el ataque viral. El truco es que una vacuna tiene que ser eficaz y que los efectos no sean igual de malos que pillar el virus verdadero. Una vacuna ideal tiene que entrenar el cuerpo de manera que esté listo para el Tour de Francia, pero con un plan de entrenamiento que consiste en salir de paseo en bici de vez en cuando en vez de escalando montañas.

¿Qué arsenal científico debería de armar la comunidad internacional para estar preparados, si es que tal cosa es posible?

Esperemos aprender muchas lecciones de esta situación tan catastrófica. Personalmente, la lección que he aprendido es la de investigar y hacer progresar la ciencia en equipo. Este ha sido un estilo de ciencia que yo nunca había visto, con grupos en Boston, en Estados unidos, y por todo el mundo, que se han olvidado de la competición que normalmente existe, y abiertamente están compartiendo datos y ideas.