La Covid-19 ha sido un revulsivo para los investigadores sanitarios de Canarias que desde que empezó la epidemia han presentado o colaboran en 50 proyectos de investigación sobre la enfermedad. Buscar un mejor método diagnóstico, entender cómo evolucionan pacientes con enfermedades previas con esta patología o avanzar en el tratamiento son algunas de las líneas de investigación a las que más se ha recurrido.

Pero no son las únicas, los investigadores del Servicio Canario de la Salud (SCS) también plantean estudiar las creencias y actitudes de los sanitarios durante la pandemia, el impacto del confinamiento en los servicios de matrona o el propio impacto social de la infección de la Covid-19 en el sistema sanitario. También se han presentado muchos de los estudios dedicados a recoger datos o a comprobar la evolución epidemiológica tras el contagio del virus. La mayoría de estudios son multicéntricos pues una situación como la que está atravesando el mundo requiere soluciones que se puedan trasladar a otros entornos hospitalarios o de investigación y que mejoren el conocimiento que se tiene de este nuevo virus.

Mar Mato

Los coronavirus no son algo nuevo. Llevan miles o incluso millones de años entre la humanidad. La gran mayoría, actualmente, no afecta a las personas pero exactamente siete sí son capaces de dañar nuestra salud y alguno incluso, en determinadas condiciones, llega a matar a su huésped. Desde la revista Nature han realizado un recorrido sobre la historia de estos virus y tras consultar la bibliografía científica han concluido que las raíces del linaje del nuevo coronavirus Sars-CoV-2 se remonta a más de 140 años. En Profile of a killer (Perfil de un asesino), de David Cyranoski, se explica que la familia de los coronavirus nació en un periodo amplio, que abarca desde hace 10.000 a 300 millones de años.

En tan extenso tiempo, tuvieron tiempo para ir desarrollando diferentes razas que han afectado solo a animales o a animales y humanos. Curiosamente, los tres últimos coronavirus detectados que pueden infectarnos proceden de murciélagos. No obstante, los científicos, según cita el artículo, aclaran que estos virus 'saltan' de los murciélagos a las personas apoyándose en un animal intermediario. Por eso, el texto cita al biólogo Rasmus Nielsen recomendando que continúe la investigación y aumente la vigilancia hacia el surgimiento de nuevas razas de coronavirus por transferencia animal.

La evolución ha convertido a los coronavirus en unos virus de gran tamaño en espacio al medir 125 nanómetros, una medida parecida al del VIH, que puede abarcar de los 100 a los 140 dependiendo de su madurez, según un estudio del Hospital Universitario de Canarias y la Facultad de Medicina Universidad de La Laguna. Pero la diferencia realmente reside en el genoma. "Con 30.000 bases genéticas, los coronavirus son los virus con ácido ribonucleico que tienen el mayor genoma. Este es tres veces más grande que el de VIH y la Hepatitis C y dos veces más que el de la gripe", recoge el texto de Nature. El Sars-Cov-2, además, presenta un mecanismo de corrección de su genoma que lo mantiene alejado de la acumulación de mutaciones que lo puedan debilitar. Esto explica que antivirales (medicinas) como ribavirin -para la Hepatitis C- basados en debilitar virus induciendo mutaciones en ellos no funcionen con el nuevo coronavirus.

Tendencia a recombinarse

Lo que sí presenta el Sars-Cov-2 al igual que el resto de su linaje de coronavirus es su tendencia a recombinarse. Para entender esto último, tenemos que imaginar a dos coronavirus distintos que coinciden de visita en una misma célula de un huésped. En dicha célula, ambos coronavirus intercambian su ácido ribonucleico generando una nueva versión que infectará al resto de células de ese cuerpo y estará lista para probar en otras especies. Esa recombinación es la que explica el salto continuo de este coronavirus, en un primer momento, de los murciélagos a otro animal hospedador intermedio y de este al hombre, para quizás pasar luego a su mascota.