¿Qué labor realiza el Programa Mundial de Alimentos en África del Sur?

Trabajamos con países que tienen graves problemas de inseguridad alimentaria debido a tres factores principales. Uno de ellos es el cambio climático, con grandes choques como los que tuvimos el año pasado, los ciclones Idai y Kenneth, que afectaron a Mozambique, Malaui, Zimbabue o Comoros, un desastre horrible. Al mismo tiempo, una sequía ha estado afectando durante tres años a muchísima gente en la costa oeste de África del sur, en países como Angola, Namibia, Botsuana y partes de Zimbabue. El segundo trabajo que hacemos es con todos los grupos vulnerables. Por ejemplo, niños en edad escolar que tienen que ir a la escuela y no tienen bastante alimentación. La llamada merienda escolar se da a 2,8 millones de niños en la zona. Otro grupo vulnerable más: tenemos el mayor impacto del sida en el mundo. Hay países en los que hasta el 28% de los habitantes están afectados y con un cuarto de tu población así, la necesidad de una nutrición adecuada para poder tomar la medicación es imprescindible. El tercer punto es trabajar con todos los gobiernos de la zona en resiliencia y preparación de las comunidades para todos estos problemas.

¿De qué forma ha cambiado ese trabajo con la pandemia?

El Covid-19 nos afecta así: este año nuestro plan era atender a 20 millones de personas a través de la distribución de ayuda alimentaria en especie y en un mes hemos tenido que cambiar todos los sistemas de distribución. Hemos parado una o dos semanas en algunos países y distribuciones que antes se hacían con 1.000 o 2.000 personas presentes ahora se hacen con solo 150. Hemos tenido que proteger a nuestro personal y a las ONG, así como a los beneficiarios y participantes de los proyectos, con máscaras y guantes para que continúen en el terreno, para que el virus no les llegue. Otro efecto grave es que estamos viendo ya un incremento increíble de las necesidades. Con los cierres o las cuarentenas en las zonas urbanas la gente está desesperada.

¿Cómo se llevan a cabo esos confinamientos?

Ha sido un reto gigantesco para África, y para el África austral más. Tenemos urbes como Kinshasa -donde la mitad de la población o más, el 70%- vive en zonas pobres. Eso por no hablar de Zimbabue, Mozambique o también de Sudáfrica, que está más desarrollado pero tiene muchísimos problemas. Cuando dejas a la gente en casa y les dices que no pueden salir, la mitad de la población de estas zonas pobres no tienen nada que comer. Primero, porque no tienen ahorros; segundo, porque no tienen ningún medio para recibir un salario que antes ganaban cada día con un trabajo temporero o si conseguían vender algo, pero al cerrar todo ha sido increíble. Los gobiernos han tenido que tomar soluciones. Han mirado a nosotros y les estamos apoyando para aumentar los subsidios sociales y con paquetes de distribución, pero en las zonas urbanas no lo recomendamos, es mejor que dejen de funcionar los mercados locales. Es importantísimo, porque dan la vida a muchas mujeres que producen los vegetales en el campo, los llevan a las ciudades y se venden ahí. Es una cadena de valor que se ha visto interrumpida y que crea un problema de pobreza y hambre impresionante.

¿Cuál es la situación de la pandemia en el África austral?

Va bastante despacio, porque aquí se ha hecho al contrario que en Europa. Allí ustedes vieron subir los números y luego cerraron; aquí hemos cerrado antes de que los números subieran porque se vio venir y era imprescindible, porque los sistemas de salud son muy pobres. De hecho, no sabemos lo que va a pasar aquí. No hay bastantes camas de hospital, y qué hablar de UCI y de respiradores. Hay poquísimos. Hay países que no tienen ni uno. Los gobiernos tomaron la decisión de cerrar, que puede haber sido un poco catastrófica para el hambre, pero de alguna manera han evitado que el número de casos sea muy elevado inmediatamente. Ahora, debido a la situación socioeconómica, tienen que empezar a abrir poco a poco y es cuando vamos a ver cómo aumentan los números. El pico aquí no ha llegado, pero lo hará y hay un poco más de preparación. La Organización Mundial de la Salud (OMS) está pidiendo a todo el mundo que apoye a los países más vulnerables. Es un momento crítico para apoyar.

El director ejecutivo del PMA ha advertido sobre múltiples hambrunas "de proporciones bíblicas" a raíz de la pandemia.

En 2019, 821 millones de personas en todo el mundo se iban a la cama sin comer cada día. De ellos, 135 millones tienen problemas bastante agudos y están en zonas de conflicto, de grandes problemas climáticos y choques u otros problemas. Ahora, con la Covid-19, se piensa que se van a sumar aproximadamente 265 millones más. Nos vamos a poner en 1.100 millones de personas afectadas. La situación se vuelve muy trágica en lugares como la República Democrática del Congo, Madagascar, Somalia, Yemen, Nigeria, Sudán del Sur... En estos lugares donde ya hay un conflicto es donde realmente la gente ya está sufriendo y si el virus llega, el número aumentará enormemente. Tenemos un problema en nuestras manos enorme y por eso tenemos que seguir trabajando. Nosotros como PMA tenemos en este momento un pedido económico de 1.900 millones de dólares a tres meses para continuar nuestro trabajo.