¿Esperaba estar en el comité de expertos del plan de desescalada en su comunidad autónoma?

No, fue una sorpresa. No solo por mí, sino porque la psicología es un área con la que normalmente no se cuenta en muchos aspectos. Así que estoy supercontenta de que el Gobierno haya recurrido a nosotros. Es necesario, ya que estamos tratando con el factor humano en todas sus dimensiones, y ahí la psicología tiene mucho que decir.

Desde el punto de vista psicológico, ¿cómo nos está afectando el confinamiento?

Tengo datos a nivel nacional. Han aumentado los niveles de ansiedad, de depresión, de soledad, de duelo complicado porque no se ha podido despedir a los fallecidos... Y hay otra cosa que se cataloga como síndrome post-UCI, que son todos aquellos infectados que han estado en las unidades de cuidados intensivos y se han salvado. Estos pacientes suelen tener sentimientos de angustia o depresión. Pero hasta que no avancemos hacia la seminormalidad no vamos a poder elaborar estudios más concluyentes sobre la salud mental.

¿Arrastraremos esos niveles de angustia mucho tiempo?

No tenemos ningún antecedente de una situación de estas características. Las experiencias más semejantes han sido cuarentenas mucho más leves. Y en estos procesos sí que ha habido problemáticas depresivas o de ansiedad. Lo que pasa es que no es extrapolable a lo actual. Hay una cosa que sí que tenemos que tener en cuenta: que el ser humano tiene mayor capacidad para afrontar la adversidad de la que nos parece. No obstante, sí creemos que va a haber una pandemia psicológica.

¿Cómo será el postconfinamiento?

Podrá haber mayor número de patologías relacionadas con la ansiedad, la depresión, las obsesiones y el trastorno de estrés pos- traumático. Este último podrá ser más común entre el personal que haya estado trabajando durante el confinamiento. Por otro lado, existe evidencia que relaciona crisis económicas y desempleo con un incremento de la tasa de suicidio. Aplicando este mismo modelo, podemos predecir un aumento de la tasa de suicidio en función del incremento de la tasa de desempleo relacionada con la crisis económica derivada del Covid-19. Desde la pasada semana está habiendo un repunte de la demanda de consultas psicológicas.

¿De qué tipo?

Las consultas online son complicadas, porque con el confinamiento no hay intimidad en algunos hogares. Muchas consultas son demandas por WhatsApp de pacientes o expacientes, que nos cuentan la situación que están viviendo y cuáles son sus síntomas. Hacemos cosas más inmediatas: Me siento así hoy, ¿en qué me puedes ayudar?.

¿La pandemia psicológica que se avecina afectará de forma especial a algún sector de la población?

Un reciente estudio de la Universidad Complutense de Madrid sobre el impacto psicológico derivado del Covid-19, en el que se contó con participantes de nuestra comunidad, arrojó datos interesantes. La mitad de los entrevistados indican tener sintomatología depresiva, ansiedad, alteraciones del sueño y déficit en la regulación emocional. La franja de edad más afectada son los jóvenes de entre 18 y 39 años, solteros y que estén en el paro, entre otros factores. Además, las mujeres presentan síntomas mas relacionados con el estado de ánimo, mientras que los hombres, con la ansiedad y síntomas postraumáticos.

¿Cómo deberíamos prepararnos para la desescalada? Consejos.

Lo primero, seguir las recomendaciones de salud pública. Una vuelta al confinamiento produciría un aumento de la frustración y de la desmotivación, a la par que desencadenaría un importante daño psicológico. En segundo lugar, ofrecer información adecuada, con criterios de claridad, sencillez, eficacia y eficiencia para poder reducir los altos niveles de incertidumbre que acompañan a la situación que vivimos. En tercer lugar, implementar altas dosis de actitud positiva. Debemos adaptarnos a lo que nos ofrece cada fase y no ir más allá a nivel mental. Por ejemplo, ahora hay unos horarios establecidos para cada grupo de edad. Tenemos que adaptarnos a ellos y verlos como algo positivo, porque hasta ahora no teníamos posibilidad de salir a la calle. Y en cuarto lugar, contar una red sólida de apoyo psicológico, que esté atendida por profesionales especializados en situaciones de crisis y emergencias.