El cometa C/2019 Y4, que fue descubierto el 28 de diciembre del pasado año desde uno de los telescopios Atlas (Asteroid Terrestrial-Impact Last Alert System), situado en Hawái, ha iniciado su desintegración durante la pandemia de coronavirus

Este cometa, que se ha determinado que es un fragmento del gran cometa C/1844 Y1, observable a simple vista en los anocheceres de los primeros días de enero de 1845 frenó el pasado mes su rápido incremento de brillo, ha explicado este miércoles el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).

En una información firmada por el astrónomo aficionado José J. Chambó y el administrador del Observatorio del Teide, Miquel Serra-Ricart, se indica que cuando el Covid-19 obligó a cerrar las instalaciones profesionales la comunidad de astrónomos aficionados siguió observando este cometa y detectó que su núcleo había comenzado a fragmentarse.

El IAC recuerda que los cometas son los bloques residuales de la formación de nuestro Sistema Solar y contienen ese material original prístino, todavía en el congelador del espacio más exterior, sin alterar por los procesos que se han desarrollado cerca del Sol.

Las mareas galácticas y la influencia gravitacional de las estrellas cercanas en movimiento perturban las débiles órbitas de esos pequeños objetos, y algunos se van descolgando desde la Nube de Oort durante miles de años en una órbita parabólica hacia el Sol.

En su aproximación final hacia el interior del Sistema Solar, la gravedad de los grandes planetas puede alterar lo suficiente las órbitas de los cometas como para transformarlas en hiperbólicas, abandonando para siempre nuestro sistema; o elípticas, provocando su retorno periódico.

En cuanto a C/2019 Y4, el IAC señala que, por su similitud se ha determinado que se trata de un fragmento del gran cometa C/1844 Y1, el cual alcanzó magnitud 2 y una cola de hasta 15 grados de longitud observable a simple vista en los anocheceres de los primeros días de enero de 1845.

La fragmentación del "cometa padre" podría haber sucedido 4.000 años atrás, según la órbita recalculada del C/1844 Y1.

Desde principios de 2020 el interés en C/2019 Y4 fue aumentando tan rápido como lo hacía su brillo, que a principios de marzo había alcanzado la magnitud 8 siendo observable incluso mediante pequeños instrumentos.

Si continuaba con una tendencia similar podría llegar a ser observable a simple vista a mediados de mayo, antes de su perihelio, cuando el cometa se iba a aproximar por dentro de la órbita de Mercurio.

Uno de los proyectos en los que trabajan los telescopios TAR (siglas del Telescopio Abierto Remoto), situados en el Observatorio de Teide (IAC), es en el seguimiento de la evolución de la morfología de cometas. Y el C/2019 Y4 ha sido uno en el que ha centrado su atención.

Aprovechando el par de telescopios de 0,5 metros de gran campo, dotados con cámaras Super-CMOS de última tecnología, se obtuvieron imágenes registrando su coma, la atmósfera que rodea el núcleo cometario, que alcanzaba un tamaño de unos 500.000 kilómetros, así como el detalle de su condensación central, de la que partía una estrecha cola iónica.

A mediados de marzo el cometa frenó su rápido incremento de brillo, algo que suele ser usual en este tipo de cometas de muy largo período, reduciendo su actividad de emisión gaseosa en su aproximación final.

"Justo entonces, el Covid-19 obligaba a cerrar instalaciones profesionales en todo el mundo, pero afortunadamente la comunidad de astrónomos amateurs pudo seguir observando el cometa durante los siguientes días, detectando en sus imágenes que el núcleo del cometa había empezado a fragmentarse", añade el IAC.

Comenta que la desintegración es uno de los destinos finales de muchos cometas, constituidos por bloques poco cohesionados de material, con contenido altamente volátil y ligados por la microgravedad inherente a su pequeño tamaño.

En cada aproximación al Sol, su estructura se debilita debido a la sublimación de los gases -principalmente agua- contenidos, que a su vez arrastra sólidos, y a las fuerzas de marea provocadas por la potente gravedad del Sol.

La consecuencia más "bella" de todo este proceso es la formación de las largas colas que muestran la mayoría de cometas.

Durante la segunda quincena de marzo diversos observadores pudieron seguir cómo los fragmentos del cometa iban separándose y, a su vez, disgregándose en otros fragmentos menores.

El Telescopio Espacial Hubble los observó con detalle los días 20 y 23 de abril.

Y los últimos estudios sobre la disposición y evolución de los fragmentos, en paralelo y no a modo de "tren de fragmentos", apuntan a que, probablemente, la fragmentación sucedió a gran distancia heliocéntrica y no en estos momentos de mínima distancia al Sol.

De todos modos, los fragmentos del C/2019 Y4 (ATLAS) así como los de cualquier cometa que se desintegra, siguen la misma órbita del objeto original y apenas se separan unos pocos miles de kilómetros.

En ningún caso modifican su trayectoria sustancialmente y no representan ningún tipo de peligro, explica el IAC.

A principios de mayo, al menos los dos fragmentos principales se seguían observando, y parece que llegarán a alcanzar el perihelio el 31 de mayo, pero brillando bastante menos de lo esperado.