Todos los que disfrutamos de la buena mesa con más o menos asiduidad somos conscientes de la importancia de saber comer al ritmo adecuado para que el menú, por deseado que sea, no se nos atragante. En el Universo, los tragones más famosos, archiconocidos por este preciso motivo e invitados habituales de esta sección, son los agujeros negros. Sin embargo, este hecho constatable muy a menudo nos lleva a equívoco. En primer lugar, estos "bichos" no son unos cazadores particularmente habilidosos ya que, al contrario que las bestias salvajes con las que a menudo se los compara, necesitan que la comida les quede muy a mano. De otro modo ni la huelen. Destierren de sus cabezas la idea de que los agujeros negros vagan por el Universo con una servilleta puesta en el cuello dando cuenta de todo lo que pasa. La realidad es que la inmensa mayoría pasa más hambre que una pulga en un peluche.

Sirvan de ejemplo los agujeros negros estelares, los más comunes del Universo. De ellos solo una ínfima fracción, digamos uno de cada cincuenta mil, son comensales activos gracias a la presencia de una estrella cercana junto con la que forman una binaria de rayos-X. El resto ni se alimenta ni tiene perspectivas de hacerlo y consecuentemente permanecerá inerte por siempre. En el capítulo anterior ya comentaba que incluso este 0,002% afortunado pasa la mayor parte del tiempo dormitando, ya que el plato de comida, que viene a ser lo que llamamos un disco de acreción, debe estar repleto para poder "nutrirse" y generar energía de manera abundante. Pero este, sin embargo, se llena muy poco a poco con el material que la gravedad del agujero negro arranca de la cercana estrella compañera. El proceso dura años, incluso décadas, así que no es de extrañar que cuando concluye, y el plato esta finalmente lleno y a la temperatura adecuada, se desate la tormenta y el agujero negro empiece a consumir este material vorazmente. Pero ojo, no de cualquier modo.

Después de haber observado con nuestros telescopios varias decenas de estos banquetes, que llamamos erupciones, sabemos que casi siempre siguen un minucioso protocolo, como en las mejores mesas. Lo llamamos estados de acreción y se repiten en cada uno de estos eventos siguiendo escrupulosamente el mismo orden. Estos estados, que dejan su impronta en la cantidad y propiedades de la luz emitida en las proximidades del agujero negro, nos cuentan cómo el material (hidrogeno en su mayoría) se va transformando en energía mediante procesos físicos complejos que entendemos solo parcialmente todavía.

Si bien lo anterior es la norma, como siempre hay excepciones y son de estas de las que típicamente más se aprende. En los últimos años nos estamos dando cuenta de que el tamaño del disco de acreción es probablemente un factor clave en cómo se desarrolla la erupción. Especialmente tenemos dificultades a la hora de entender los casos en los que el disco es demasiado grande ya que, en vez de ser consumido al ritmo habitual pero durante un tiempo mayor, el agujero negro empieza a engullir sin control y gran parte de la comida empieza a caer fuera del plato mediante lo que llamamos vientos. Nuestros telescopios, con GTC a la cabeza, son capaces de detectar este material y ver cómo sale literalmente volando del sistema. Tras varios años de observaciones empezamos a tener evidencia de que estos procesos suceden, de hecho, en todos o casi todos los banquetes, y que típicamente la mitad del material es lanzado al exterior en vez de ser transformado en luz o tragado directamente. Sin embargo, en los casos más drásticos, con discos muy grandes, estimamos que la cantidad de materia expulsada podría llegar a ser cien veces mayor que la consumida. Todo un desperdicio.

Cuando esto sucede, el protocolo que mencionaba anteriormente se altera y algunos de los estados habituales de acreción, para más inri los más eficientes transformado materia en luz, parecen no estar presentes. Además, banquetes llamados a ser legendarios y que deberían durar años se transforman en "menús del día" de apenas una pocas semanas. Total, un desastre; como de costumbre en Astrofísica, todo es más complicado de lo que parece. No solo la falta de comida, sino el arte de consumirla sin llegar a engullirla, es importante a la hora de comprender cómo se alimentan, crecen (en masa) y afectan todo lo que está a su alrededor estos objetos claves para entender el Universo. Y hablando de masa, en el próximo capítulo os contaré cómo pasarlos por la báscula, algo a lo que también ellos se resisten. Después del verano por supuesto, que no estamos para más disgustos.

*Nació en La Gomera y creció en La Rioja, Navarra y Tenerife. Tras obtener el título de Doctor en Astrofísica por la Universidad de La Laguna, se marchó a Italia para trabajar como investigador postdoctoral en el Observatorio de Brera. A esta experiencia siguieron sendas estancias postdoctorales Marie Curie en Reino Unido, en las Universidades de Southampton y Oxford. Siempre dedicado al estudio de los agujeros negros, actualmente es investigador Ramón y Cajal en el Instituto de Astrofísica de Canarias.

Sección coordinada por Adriana de Lorenzo-Cáceres Rodríguez